2. Problemas nada más llegar.

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Tardamos aún un buen rato hasta alcanzar el barrio donde viviríamos. Ante mi sorpresa, mi madre había ayudado a elegir uno que estaba al lado de Central Park, uno de los sitios que Henry me había recomendado encarecidamente que debía visitar. El Upper West Side era uno de los barrios más bonitos y pictóricos que había visto en toda mi vida. Los edificios no eran tan gigantescos como los que había visto al entrar a Manhattan, pero tenían su encanto.

Chase consiguió aparcar justo delante del portal que nos había dicho Caroline, lo cual fue un auténtico golpe de suerte, y se lo quedó mirando, como si nunca hubiera visto nada igual. Yo ya estaba deseando salir del coche, subir las escaleras corriendo como si fuera una niña pequeña y llamar insistentemente; pero me contuve.

Dejé que Chase bajara primero y lo seguí en silencio, empapándome de cada detalle: había unas escaleras y barandilla de piedra que subían hacia la puerta y, a su lado, se podía ver como una especie de bóveda que daba a lo que parecía un salón, también hecha de piedra la fachada. En el portal había unas columnas talladas en la piedra coronadas por rosetones. Todo muy… chic.

Cogimos un par de cajas y nos dirigimos hacia el portal. Chase, que era capaz de coger las dos cajas que llevaba con una sola mano debido a su fuerza sobrehumana, se encargó de llamar al telefonillo. Caroline nos respondió, encantada.

-Espero que haya ascensor, al menos –bufó Chase, mientras que sujetaba la puerta para que pudiera pasar yo primero.

Por suerte para nosotros, el piso se encontraba en la planta baja. Llamé con los nudillos a la puerta; Caroline nos abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Se  podía ver a su espalda a Logan y Kyle se movían por detrás de ella, impresionados por la casa. Lo único que podía ver era una entrada de paredes blancas y parqué con una mesa de caoba  con cuatro sillas a juego y un jarrón decorativo sobre ella.

-¡Ah, chicos, por fin! –exclamó mi amiga, haciéndose a un lado-. El vuelo se retrasó y llegamos apenas unas horas antes que vosotros.

Nos metimos dentro de la casa y Caroline cerró la puerta a nuestra espalda. El aire se me quedó atascado en los pulmones al ver toda la planta de abajo: era una sala abierta, sin separaciones. En ella estaba la mesa que había visto antes, la cocina y la sala de estar. La cocina estaba pegada a una de las paredes y ocupaba gran parte de ésta; los muebles eran de color blanco y los electrodomésticos también, como si no quisieran desentonar. Había una encimera larga y rectangular de mármol blanco que debía servir de barra. Al fondo, junto a la ventana, se encontraba el salón; éste se encontraba equipado con una chimenea y un mueble bajo que apenas fui consciente de él hasta que casi me di en la espinilla con una de sus esquinas. Los sofás estaban en color blanco y azul oscuro.

Todos parecían sentirse bastante cómodos con la estancia pero, a mí, tanto lujo me parecía demasiado. Desde siempre había vivido con pocos lujos y, todo aquello, se me hacía extraño.

Dejé las cajas que llevaba con cuidado encima de una mesita y observé toda la planta baja, intentando acostumbrarme a todo esto. Chase observaba con curiosidad la estancia, sin la más mínima sorpresa.

Caroline no paraba de dar brinquitos a nuestro lado, entusiasmada como una niña de cinco años.

-Es impresionante, ¿a que sí? –me preguntó-. La amiga de mi madre no mentía cuando nos aseguró que nos iba a encantar…

Lo único que fui capaz de hacer fue asentir, conforme con lo que había dicho Caroline. Mi amiga decidió que había llegado el momento de pasar al segundo piso, así que volví a coger las cajas y a seguirla hasta las escaleras que ascendían al piso de arriba. El pasillo era largo y un tanto estrecho; Caroline abrió una de las puertas y se hizo a un lado para que pudiera echarle un vistazo.

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora