20. Sorpresas agradables.

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Le aseguré a Gary que no me importaba ocupar su lugar en el sofá aquella noche y él tampoco me lo discutió. Parecía arrepentido de haberme confesado tanto sobre él y yo no paraba de darle vueltas al asunto de que Rebecca Danvers, la misma chica que no había parado de coquetear con mi novio de manera bastante descarada, era la hermana de Gary. Ahora entendía cómo había logrado conseguirle un puesto en una de las manadas de Nueva York y entendía lo que me había contado Chase de ella: «Su hermano le ha hecho un favor. Por mí». Por supuesto que lo había hecho; Gary era el Alfa y no había tenido ningún problema en ayudar a su hermana, esa hermana que lo había abandonado junto a su madre.

Si antes había tenido alguna duda sobre aquella chica, ahora se me habían despejado por completo.

Rebecca Danvers era cruel. Y egoísta.

Había desaparecido de mi vida el día en que Chase desapareció en la profundidad de aquel río y ya no había tenido noticias sobre ella. Hasta ahora, cuando había descubierto que era la hermana pequeña de Gary y que había abandonado a su padre y a su hermano para apoyar a su madre, provocando que Gary se convirtiera… en el tipo de persona que era ahora.

Mi odio y resentimiento hacia Gary habían bajado varios niveles ahora que sabía más sobre su pasado. Él intentaba protegerse de que volvieran a hacerle daño, de que volvieran a abandonarlo; tampoco había logrado recuperarse de la pérdida de su prometida, Hannah, que lo había sumido aún más en aquel pozo oscuro.

Se me escapó un quejido cuando di otra vuelta en el sofá, tratando de encontrar una posición mucho más cómoda. A pesar de que le había asegurado a Gary que no me importaba ocupar su sitio en el sofá, estaba empezando a arrepentirme de mi ofrecimiento. No entendía cómo era posible que Gary hubiera logrado pasar todas las noches en aquella cosa y, aún más, cómo había logrado hacer lo que había hecho con Jia.

Echaba de menos la comodidad de la cama de Gary. Incluso la comodidad de la cama que teníamos en el apartamento Chase y yo.

No había vuelto allí desde que Gary me obligó a mudarme a su opulento apartamento y, había llegado a la conclusión, de que quizá estaba lista para volver. Para quedarme e, incluso, para empezar una nueva vida.

No podía seguir dependiendo de Gary Harlow, encerrada allí como si fuera una prisionera; necesitaba salir a que me diera el aire y para poner mis asuntos en orden. Además, echaba de menos a mis amigos y quería verlos. Se merecían saber lo que había sucedido y que estaba más o menos bien.

Eran las seis de la mañana y no podía dormir. Con un suspiro de derrota me puse en pie y me dirigí a la zona de la cocina, cuidando de ir en silencio para no molestar a Gary o a Tommy; abrí el frigorífico y empecé a rebuscar en su interior, a la espera de encontrar algo que me llamara la atención.

Tendría que mantener una seria charla con Gary respecto a su alimentación y a que, como cualquier persona normal, tenía que hacer la compra de vez en cuando. No podía seguir alimentándose de comida a domicilio porque no podía ser sano. Aunque, quizá, los licántropos eran mucho más resistentes que los humanos.

Al final opté por servirme un vaso de leche y regresé al salón con mi pésimo botín. Las estanterías llenas de libros llamaron mi atención, pues necesitaba desesperadamente algo que me mantuviera ocupada hasta que alguno de los dos se despertara; me acerqué con timidez a ellas y me quedé un tanto sorprendida al leer algunos títulos. Muchos de aquellos libros eran novelas dedicadas a un género claramente femenino, pero había una zona que parecía sacada de una biblioteca para licántropos: había manuales sobre licantropía, sobre comportamientos y sobre cualquier duda que pudiera surgirte respecto a ellos. Sin embargo, había uno que llamó mi atención por el título que tenía: Cazadores y licántropos, un pasado común. Lo cogí de su sitio y regresé al sofá con el libro apretado contra mi pecho.

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora