27. Combate a muerte.

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Aguanté su continuo escrutinio con estoicismo mientras en mi cabeza no paraba de darle vueltas al asunto del acónito. ¿Habría estado drogándolo desde aquel día solamente porque estaba obsesionada con él desde que lo conoció? ¿Cuánto duraban los efectos del acónito? Mi mente trabajaba a mil por hora mientras una parte de mí se mantenía alerta, esperando cualquier movimiento por parte de Chase.

Me resultaba increíble que estuviéramos en semejante situación. Me sentía como una estúpida por haber caído en la trampa de Rebecca y me arrepentía de haber acudido a la cita; de haberla ignorado, era cierto que no hubiera sabido que Chase seguía vivo, pero tampoco me encontraría allí. Rezando para que mi novio recuperara la cordura y no intentara matarme.

Mis manos se dirigieron inconscientemente a los mangos de los puñales que Aria me había proporcionado y las comisuras de los labios de Chase se curvaron hacia arriba, mostrando su sonrisa burlona. La misma que me había dedicado un millón de veces cuando había hecho alguna travesura pero cuyo contexto había cambiado.

Aquella sonrisa que me había prometido mil y una travesuras se había convertido en una burla.

¿Qué demonios podía hacer para que me recordara?

Se me escapó un gemido de horror cuando Chase desapareció de mi campo visual, apareciendo a mi lado y golpeándome fuertemente en el estómago. Caí de rodillas a sus pies, sujetándome el vientre con fuerza, y él me golpeó de nuevo con la rodilla. El dolor, tanto físico como mental, hizo que se me saltaran las lágrimas. Aquello era una nueva prueba de que Chase me veía como una amenaza, como un obstáculo.

Alcé la cabeza hacia su rostro, que me observaba impasible.

-¿No… no me reconoces? –inquirí, deseando que mi tono de voz o cualquier cosa de mí pudiera despertar algo en su interior. Que se encendiera un interruptor y volviera a reconocerme.

Chase frunció el ceño.

-Tú eres esa cazadora que está tonteando con el hermano de Becca –respondió con indiferencia-. Si acabo contigo, él vendrá. Y, cuando eso suceda, podré deshacerme de Gary y conseguir su puesto como Alfa en la manada.

Me horrorizó profundamente las pretensiones que tenía Chase y que, seguramente, habían sido idea de la propia Rebecca. El Chase que había conocido en el pasado estaba conforme con su puesto dentro de la manada y jamás se le había pasado por la cabeza desafiar a un líder para ocupar su lugar.

El nuevo Chase, sin embargo, parecía estar sediento de poder… o de ganas de complacer a Rebecca.

Esquivé a duras penas la patada que iba dirigida a mi costado y rodé por el suelo, intentando poner algo de distancia entre ambos. Era incapaz de atacarlo de la misma manera que él lo había hecho conmigo porque me asqueaba la idea de hacerlo, al igual que me había repugnado la salvaje satisfacción de haberlo herido cuando aún estaba convaleciente de la emboscada que le había tendido Aria.

Mientras estuviera bajo su forma humana no sería capaz de moverme y, aún menos, poder intentar devolverle los golpes.

Tenía que lograr que se transformara para que mis instintos de cazadora se pudieran activar y lograra verlo como a un objetivo. No como a Chase.

Logré incorporarme e hice oídos sordos a los abucheos procedentes de los licántropos que nos observaban desde arriba. Chase tenía sus ojos negros clavados en mí, montando su propia estrategia para acabar conmigo.

La mejor forma de enfurecer a un licántropo, y a cualquier persona en general, era provocarlo hasta que perdiera el control.

Se me formó un nudo en la garganta cuando le grité:

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora