13.- Culpas (*)

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JACK

Era un grandísimo idiota.

Mi labio inferior dolía, la hinchazón poco a poco comenzaba a notarse y el color morado que mi labio había comenzado a adquirir solo le daba un aspecto peor. Pese a todo, sabía que esto es solo una pequeña parte de lo que en verdad me merecía.

La culpa estaba clavada en mi pecho, era completamente consciente de que Montserrat no ser merecía absolutamente nada de lo que ha salido de mi boca desde el encuentro en mi departamento. No quería herirla, no quería insultarla, joder. Pero fue justamente lo que terminé haciendo.

Todo se jodió. Cuando salí del departamento y la vi marcharse, cuando no se detuvo pese a mis gritos, supe que había arruinado todo, supe que, lo que sea que iba a surgir con Montserrat, se había esfumado.

Y todo era culpa mía.

El sentimiento de culpa que tenía ahora era suficiente para torturarme, la mirada herida que Montse me había dedicado, sus lágrimas, su golpe que bien merecido lo tenía y todo lo que pasó desde que reveló su embarazo solo me hacían sentir jodidamente mal.

Fueron menos de diez minutos en los que mi mente reaccionó, en donde caí en cuenta de todo lo que había dicho. La hoja con los resultados de embarazo seguía ahí, sobre el sillón de la sala y mirarlo, era un recordatorio constante de la basura que fui con ella. Y joder, parecía que no podía dejar de ser un idiota porque luego estaba Sara, que había llegado a mi departamento algunos momentos después y yo había sido lo suficientemente estúpido como para no rechazarla.

Estaba enojado con todos, pero especialmente, conmigo mismo por ser un cabrón de mierda.

Si antes las probabilidades de arreglar las cosas con Montse eran pocas, estaba seguro que ahora eran completamente nulas. No quería que la imagen que ella tuviese de mí fuese la de un patán, pero a este paso, probablemente ella me tuviera como el peor de todos.

Adler, mi hermano menor me lanza una mirada reprobatoria desde el otro lado de la habitación. Había llegado a mi departamento hace un par de horas y al no encontrar que decir, había terminado por contarle toda la verdad. Estaba de sobra decir lo que había pasado después de eso, sus gritos, su enojo, su regaño.

Estaba enojado conmigo, lo sabía perfectamente y ahora mismo sabía que no podía reclamarle nada.

—Así que no piensas hacer nada al respecto ¿Eh? —cuestiona.

—No creo que quiera verme Adler —Mascullo. —Además, seguro está con el imbécil con el que salió.

Escucho suspirar a mi hermano. Lo observo negar con la cabeza y camina hasta donde me encuentro.

—Eres un grandísimo imbécil Jack —Murmura.

—Lo sé ¿De acuerdo? No tienes que repetírmelo cada cinco minutos. —respondo con fastidio.

Él no dice nada más. Cierro los ojos mientras apoyo mi cabeza sobre el respaldo del sillón. Los recuerdos llegan a mi mente de manera inmediata, no quería hacerle daño, de verdad que no quería.

Montserrat Lewis es de esa clase de chica que conoces solo una vez en la vida, con su sonrisa, su carácter fuerte e imponente habían logrado cautivarme, pero yo era lo suficientemente tonto como para no darme cuenta a tiempo de que estaba echando las cosas a perder.

Ni siquiera la dejé hablar, el recuerdo de la mirada llena de dolor, lo herida que lucía estando aquí mismo en la sala de mi departamento llegan para seguirme torturando.

—Estás en problemas hermano —escucho hablar a Adler, abro los ojos para mirarlo. —Tu rostro luce realmente mal.

—Adler por favor, si no vas a decir nada útil mejor no digas nada —mascullo. Ya lo había soportado lo suficiente.

Inesperado Amor ©||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora