21.- Hacer las cosas bien. (*)

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Montserrat

Suelto un suspiro de alivio cuando me encuentra dentro del departamento, dejo sobre la mesa las bolsas que traía en mano llena de cosas que no me pude resistir a comprar y me dirijo hacia mi habitación.

Había regresado antes de tiempo a casa puesto que Luke me había llamado diciendo que pasaría a traer algunas cosas al departamento y eso había hecho que el tiempo que tenía planeado pasar en el centro comercial se acortara.

Mi cama sin duda se había convertido en mi lugar favorito en estos últimos meses. Una de las cosas que me desagradaban del embarazo era sentirme continuamente cansada, el alivio que siento al recostarme sobre la cama es inmenso. Tomo mi celular para mandarle un mensaje a mi hermano y preguntarle si demoraría mucho el llegar, pero el sonido del timbre me hace detenerme.

—Sí que eres rápido —murmuro para mí misma dejando el celular sobre la cama para encaminarme hacia la puerta.

El timbre vuelve a sonar y resoplo con molestia, Luke y la paciencia no se llevaban bien, sin embargo, tan pronto como llego y abro, no es mi hermano quien se encuentra del otro lado.

—Hola Montserrat —Jack Morgan se encuentra de pie frente a mí, a unos escasos pasos de distancia y por un par de segundos no sé exactamente cómo reaccionar.

— ¿Qué haces aquí? —inquiero intentando ocultar la sorpresa en mi tono de voz.

—Tengo que hablar contigo —sentencia—. Y esta vez vas a escucharme.

Jack me esquiva y se adentra al departamento sin siquiera esperar invitación.

—Yo no tengo nada que hablar contigo —respondo cerrando la puerta y siguiéndolo—. Así que te agradecería que te fueras de mi departamento ahora mismo.

— ¿Tienes idea si quiera de la tortura que ha sido no saber de ti? —inquiere encarándome —Sé que fui un idiota, un completo imbécil que probablemente no merece que lo escuches, pero necesito que lo hagas Montserrat porque me estoy volviendo loco.

Parpadeo un par de veces para alejar a las lágrimas que comienzan a acumularse en mis ojos, intentando alejar la fragilidad que amenaza con derrotarme.

—Tienes razón, no lo mereces —sentencio—. Así que no voy a hacerlo.

—Montserrat...

—Fuera, si no quieres que llame a seguridad para que te echen, largo de mi casa.

—No, no voy a irme a ningún sitio hasta que me escuches —afirma. Una parte de mí quiere hacerlo, quiere darle la oportunidad de hablar, pero la otra repite constantemente que no lo merece, que no tengo porque hacerlo.

—No quiero escuchar más tus excusas —me obligo a mí misma a plantarme con firmeza delante de él.

—No son excusas, lo juro —la expresión sincera en su rostro me hace dudar. Me lo pienso por algunos segundos, debatiéndome sobre lo que debo hacer.

—Promete que después de esto, te irás. Es la única oportunidad, así que...lo que tengas por decir solo dilo. —Él parece tan solo un poco más aliviado.

—Yo sé que fui un idiota, estoy planamente consciente de que me porté como un maldito contigo, pero que me dijeras que estabas embarazada me tomó tan de sorpresa y luego tuve miedo, pero...

— ¿Y tú crees que yo no tenía miedo? —inquiero sin ser capaz de ocultar el reproche. —¡Estaba aterrada! Y lo único que necesitaba era que me apoyaras, que no me dejaras sola, pero eso fue exactamente lo que hiciste.

Inesperado Amor ©||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora