Prólogo

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El último bolso de armas fue empujado dentro del amplio compartimiento trasero. Al chocar contra el suelo metálico del vehículo, el contenido se revolvió, llamando con el sonido, la atención del más alto.

—Veo que terminaste el trabajo sin mí —rió bastante falso—. Y yo que ya estaba por ayudarte, Dog.

—No digas mierdas a esta hora, Eagle —gruñó el asiatico—. Ya bastante la jodiste hace un rato con el motor como para que ahora vengas y rompas algo más.

—Sólo estás preocupado con todo esto —dijo el platinado—. ¿Hace cuánto no empuñas tu Panabas?

— Hace bastante. Cosa que me tiene ansioso. Tengo agallas para matar, y eso te incluye a ti, payaso —tenía una mirada seria, pero realmente jugaba.

—Bien dicho —un segundo personaje de ojos rasgados dio puntos a quien se defendía.

—Piiiiiig —el albino hizo un puchero al recién llegado—.¿Tu también?

—No estoy en tu contra —corrigió—. Pero opino que podrías dejar la jugarreta al menos antes de un asalto. No importa cuánto sepamos sobre esto. Siempre nos pueden atrapar.

—Sabes que soy serio cuando debo, cariño.

Pig hizo una seña hacia las puertas abiertas del furgón cargo y con esto dio punto final a la conversación.
Eagle se metió al vehículo sin chistar y se acomodó entre las armas y los bolsos vacíos que pronto obtendrían relleno.

—Supongo que al menos me dejarán disparar si necesitan defensa en la retaguardia.

—Claro que sí —la cuarta y última persona se acercó el grupo en una motocicleta—. Es lo que mejor haces con esa locura tuya.

—¿Ya es hora? ¿No, Bear? —preguntó el segundo asiático.

—Si —afirmó—. ¿Todo está empacado?

—Aquí —Eagle palmeó el bolso en donde había tomado asiento.

—Perfecto —Bear estiró el brazo para recibir de las manos del platinado dos revólveres. Guardó ambas armas entre los costados de sus jeans—. Bien. Ya que todo está listo daré algunas advertencias generales.

—Escuchamos —dijo el chico serio.

—El lugar al cual iremos es bastante concurrido ¿Entienden? Esto quiere decir que debemos ser mucho más precavidos a la hora de intimidarlos. Mientras más gente, más son las probabilidades de que alguien llame a la policía —los ojos negros del líder pasaban por los tres rostros oyentes. Sus compañeros asentían—. Eagle. Eres nuestro caballo de Troya. Entra en la fiesta, habla con algunas personas, reconoce el espacio y comunícate con Dog en cuanto tengas una visión objetiva. Solo intenta no llamar demasiado la atención.

—Irónico es que se lo pidas a quien más llama la atención— rió Dog acompañado del otro asiático.

—Entendido —volvió a su lugar en el vehículo y comenzó a alistar algunas armas.

—Pig —el pelinegro dió un pequeño saltito al oir su nombre de la ronca voz de Bear—. Entrarás conmigo pero, también serás el encargado de proteger a Eagle mientras la gente aún esté dispersa. Le llevarás la pistola a este loco en caso de que deba defenderse a distancia. Ya debes saber que a estas fiestas se revisa a los asistentes. Lo demás es lo de siempre. Mantente firme y no vaciles. Eso suele jugarte en contra.

—Lo tendré en cuenta. Puedes confiarme esto —afirmó.

—Por último —Bear se giró hacia el de mirada seria—. Creo que hoy no serán necesarias las bombas de clavos. ¿Fabricaste algunas?

—Solo dos.

—Llevalas de todas formas. Si es necesario desde tu perspectiva tan solo grita y nos esconderemos. Son inciertas de manejar esas cosas.

—No habrá problemas.

—Bien — esbozó una casi imperceptible sonrisa—. El M16 será más que suficiente. Sólo dispara en caso extremo.

—¿Estás seguro?

—Completamente —pegó en el pecho de su compañero con el puño. Él tambien había notado la inquietud del azabache—. No te asustes. Manejas bastante bien tus armas y tienes experiencia. Esto será pan comido para tí. Todo lo que debes hacer es protegernos en los puntos ciegos, bloquear la salida e intimidar.

El joven asintió. Bear había logrado calmarlo.

—Si eso es todo ¿Ya podemos partir?— el platinado se removió impaciente.

—Sí. Ya va siendo hora de hacer nuestra entrada —el líder pandillero caminó a su motocicleta y la encendió. El estruendo del motor impulsó a los asiáticos a tomar delante—. En cuanto entremos a la carretera me retrasaré un poco al ir por la pista derecha. No aminoren la marcha.

—Recibido —exclamaron los tres pandilleros dentro del furgón.

—Pongámonos en marcha entonces.

Ambos vehículos avanzaron por el camino de tierra, levantando polvo y tirando unas cuantas piedrecillas.

Como siempre solía hacer antes de partir en un nuevo asalto, levantó el revólver hacia el cielo y dio tres disparos que enmudecieron por segundos todo ruido del lugar. El aroma del reciente tiro inundó su olfato y se deleito con ello.

Pintaba ser una noche exitosa.

Pintaba ser una noche exitosa

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CRIMINAL [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora