Capítulo 7: Dissonant

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Yuri seguía agazapado, cubriéndose los oídos con las manos e intentando mantener la calma. Cada poco volteaba a ver a Otabek y a Seung, ambos vigilando todo por los extremos de la gruesa madera.

Aún no se cumplía un año desde el incidente del pub y ya volvía a estar enredado en otra riña con armas. Aunque en este caso los cañones no lo apuntaran, estaba dependiendo por completo de cuatro extraños, los mismos culpables del asqueroso año que estaba teniendo. No sabía qué sonaba peor.

Seung trató de ver un poco la situación asomándose por el borde superior de la mesa, pero no tardó en desistir. Las balas eran inciertas, no alcanzaba a ubicar las figuras de los hombres fuera, los cuáles habían comenzado a moverse.

—Mierda —maldijo volviendo a su posición inicial.

—¿De donde salieron? —aún estando lejos, la voz de Viktor fue clara.

—Algún imbécil debió advertirlos —respondió Otabek, viendo de reojo a la pandilla de hace un rato, que ya se mantenía apegada a una esquina—. Pero eso no importa. Hay que sacarlos de aquí.

—Necesito mi arma para eso —bramó el nipón cuando un proyectil pasó zumbando junto a su cabeza. Volvió a acomodar sus anteojos—. ¿Dónde están?

—Ahí —señaló el kazajo. El revólver y ambas pistolas habían caído unos seis metros más lejos de donde se escondían. Era una distancia considerable, más aún con todos los disparos.

—Que oportuno —comentó el ruso mayor.

—¿Cómo las alcanzamos? —preguntó Seung—. ¿Hay alguna escoba o algo así?

Nop —respondió mirando al rededor —. Tendré que arriesgarme.

—Ahora sí que te jodiste —le increpó el asiático—. Si corres hacia allá te llegará una bala sí o sí. No eres nada sin tu revólver.

—¿Y qué hacemos entonces? ¿Mh? ¿Quedarnos aquí? —Otabek sacó algunas balas de sus bolsillos y las depositó en las manos de su compañero—. La mesa no aguantará mucho más.

El asiático desvió la mirada. Intentaba pensar en otra alternativa, aún cuando el riesgo era necesario.

—Lo haré rápido. Llego allá, te lanzo la pistola y me cubres hasta que vuelva —explicó al tiempo que se posicionaba para correr hacia las armas.

Otabek estuvo a punto de partir, cuando el asiático lo tomó por los hombros y devolvió las municiones a sus bolsillos.

—Iré yo —se quitó la chaqueta e hizo a un costado al moreno—. Tú quédate con él.

Los ojos del rubio hicieron contacto con los de Seung, y supo que no había tomado la decisión por él, sino para proteger a Otabek.

—Ten cuidado, demente.

—Sí, sí —le restó importancia.

El azabache comprobó una vez más la regularidad y dirección de los disparos antes de pisar fuerte y correr tras sus defensas. Daban tres tiros, y volvían a jalar del gatillo unos segundos después. Todos los tiros sobre sus cabezas, no esperarían que se escabullera hacia un costado.

Con esa corta carrera Yuri pudo notar cuan ágil y experimentado era. Tomó un poco de velocidad y se deslizó apoyándose en sus muslos hasta las pistolas. Al llegar junto a ellas se pegó al suelo para no ser alcanzado por las balas.

Otabek, como era de imaginar no se quedó sin hacer nada. Tomó el cenicero trizado y lo lanzó en dirección a los hijos de puta que los hacían retroceder. El cristal explotó junto a sus cabezas, lo que los hizo detener los tiros por unos segundos.

CRIMINAL [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora