Capítulo 4: Mercy

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Nunca se habia arrepentido tanto de algo en su vida.

Quería golpearse la cabeza con las cachas. Tomar una navaja y cortarse cada maldita falange. Dejar que los perros se comieran sus riñones. Estrangularse con el cinturón, que ahora yacía en pedazos.

Bajó el brazo y el arma con un ligero temblor.

No podía comprender como una pequeña vocecita en el fondo de su cabeza lo había obligado a desviar levemente el cañón hacía arriba, e impactar con el cuero. Creía que todo aquello estaba enterrado en el fondo de su alma, pero por lo visto, las súplicas desesperadas del rubio habían sacudido todo dentro de él.

Y no le agradaba en lo más mínimo.

Yuri no estaba muerto. Solo se había desmayado. Algo completamente natural. Despues de todo, no estaba en una situación amena. Había sido blanco de tiro, además de que permanecía inmovilizado y el japonés probablemente lo había amenazado para sacar la información que requería.

De alguna manera agradecía que al fin hubiera caído. El cuerpo inconsciente colgaba con un pequeño vaivén que daba la sensación de que realmente había fallecido. Su melena rubia y su torso encorvado no dejaban ver su pecho, donde todo debería estar teñido en sangre. No podría haber pedido un mejor momento para todo esa reacción. Con un poco de suerte, nadie se habría percatado de que aún estaba vivo.

Levantó la cabeza y enfocó al coreano. 

Miraba el cuerpo sin ningún tipo de emoción. Su reacción le recordó una situación parecida que habían vivido unos dos meses atrás. No existía la culpa, ni la pena y mucho menos lástima. Tan solo dejaba verse algo inquieto, por las molestias que tendrían que tomar para esconder el cadáver y no ser sorprendidos por la policía.

Se desvió hacia el platinado, quien ya hace un rato había soltado al adolescente. Tampoco parecía interesado.Tan preocupado estaba del asunto que se limitó a acercarse al nipón y enterrar su barbilla en el hombro ajeno.

Por otro lado, el chico con los anteojos lo miraba de reojo acusadoramente. No parecía querer delatarlo, pero esa mirada marrón tan intensa lo hizo encogerse. Giraba su cabeza con discreción, para no llamar la atención de su novio.

El japonés miró al muchacho rubio y luego a él, y con los labios le transmitió el mensaje incógnito.

'No está muerto ¿Por qué?'

Otabek se removió incómodo y respondió en el mismo lenguaje mudo.

'Solo ayúdame'

El azabache acató la orden de inmediato. Se quitó de encima al ruso y se acercó a la silueta. Con una mano presionó el cuerpo contra el metal, asegurándose de no develar la verdadera situación al moverlo, y con la otra revisó pulso y heridas. Claro estaba de que todo era mera actuación.

—Está muerto —dictaminó en un tono tan convincente que ni el mismo percibía rastros de engaño—. Será mejor que lo desatemos y enterremos. Hay trabajo que hacer.

—Será un placer —comentó el de cejas pobladas, dando un par de pasos hacía el pilar.

—¡No! —dejó escapar un berrido. Algo para nada normal en él. Dos pares de ojos extrañados lo juzgaron. Recuperó la compostura rápidamente y prosiguió, tras un carraspeo—. No te preocupes de él. Yo me haré cargo —estaba defendiendo algo que no valía la pena ¿Para qué? Pues para ahorrarse una pelea con el asiático, claro está—. Yo lo traje aquí, yo debo deshacerme de él.

—No creerás que me quedaré aquí mirando como un imbécil ¿O sí? —el coreano alzó una ceja, exigiendo una respuesta negativa. Si no se la daba, a juzgar por su ira previa, estaría perdiendo un ojo.

CRIMINAL [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora