Aún las cartas terminan siendo algo muy común en mi, cartas escritas con miedo a ser enviadas y hoy expuestas a un amor no escuchado. Son reflejo de mi alma, de la pureza y sinceridad de mis pensamientos junto a una pequeña dosis de realidad, extremadamente adicta a los besos delicados de las páginas blancas de un libro nuevo. Ellas son aquella vieja costumbre que para mi relatan el verdadero placer del pensar. Siendo mis dolores expuestos en los corazones ajenos a la desgracia pero conocidos en la distancia por aquel ente enamorado de mis demonios, pero destruido por la variedad de perfecciones en el viento. Aquel que aún hoy profundiza la herida del recuerdo trayendo consigo aquel viento por el que cambio mi nombre.
En cambio, las heridas dejaron de ser dolorosas cuando la importancia del dolor dejó de existir. La resignación tomó su lugar, y comenzó a convencerse de las negaciones de la vida. Comencé a entender que simplemente no era aquella luna de su planeta, no era ni sería quien vigilara su sueño en los tormentos de la guerra. Aquella galaxia suya, no pertenecía a mi universo o por lo menos no aceptaba las estrellas que a mi alrededor yacían. No aceptaba los límites a mi cariño y terminó tirando mi universo a un frío agujero negro, en la soledad del miedo. En cambio, comprendí la verdadera compañía de la soledad. Enriqueciendo mi alma de falsas sonrisas.
Comencé a aceptar la indiferencia hacia mi y la dulzura hacia los demás, sin sumo rencor. Cerré las ventanas al más allá, preferí cuidar más mi universo por más que amara ver sus ojos color miel. No hice demasiado esfuerzo, al darme cuenta de lo simple que era aparentar contar estrellas a los rayos del sol. Evitando escuchar de nuevo mi nombre salir de la tierra. Siendo estas cartas las huellas que me traerían devuelta al pasado, sin mucha polémica. Recalcando aquella historia de amor que deterioró mi alma en segundos pero me enseñó a valer entre oscuros astros causantes del miedo ante la soledad eterna. Comprendí que no hay tal cosa como amor eterno si no se enjuaga en dosis de querer cada día. Si no es la salida del sol quien los acompaña de testigo.
Bienvenidos al tormento de sentimientos reprimidos, aquellos plasmados en simples hojas de papel. Unas tan blancas como porcelana y en ellas escupidos los sentimientos más puros y sinceros de un alma olvidada por las perfecciones del viento. Aquella dispuesta a abrir las ventanas del corazón y revivir el pasado. Su universo se volvería en llamas pero esta vez serían llamas de finalidad. Hoy las cenizas de los recuerdos viajarían por el viento para no volver más. Para cerrar las puertas del pasado, quemando en ellas el dolor que algún día vivió en los pasillos del pensamiento.
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Con cariño, Anie🍁
No FicciónSon escritos del alma, detonando en ellos verdadera sinceridad. Siendo una historia de amor camuflajeada en pequeñas dosis de pensamientos. Es un amor ingenuo e inocente despechado por el entorno del mundo. Son las palabras de un ser tan enamorado...