CAPÍTULO 39

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CAPITULO TREINTA Y NUEVE

Samantha y Nicolás continuaron en el Mall por otro par de horas, no se fueron de allí hasta que ella no estuvo satisfecha con sus compras, se dirigieron a la casa en la ciudad y una vez allí, Nicolás le pidió a una empleada

- lleva los paquetes de la señora a nuestra habitación – Sam lo vio perpleja

- ¿nuestra habitación?

- ¿estamos casados no? Mi habitación es la misma tuya ahora; ven vamos al jardín, te encantará la vista a esta hora

- ¿no deberíamos volver al campo?

- concédeme esta noche cariño, ya mañana nos reuniremos con tus hermanos y veremos qué es lo que resta por hacer

Fueron al jardín y se sentaron en un banco de madera; en verdad la vista era deslumbrante, pero a Sam parecía no seducirla, se había tornado seria, e incluso incomoda

- ¿me dirás que es lo que ocurre Sam?

- no es nada – dijo ella, pero él le tomó el rostro y la hizo mirarlo a los ojos

- sé que ocurre algo preciosa y quiero que me lo digas, es necesario que hablemos

- sabes cuánto quiero que suceda entre tú y yo lo que pasará luego – ella empezó a explicarse – pero no quiero que suceda aquí, en tu habitación – Nicolás se mantuvo en silencio – no quiero acostarme contigo en una cama que sin duda alguna compartiste con varias de tus amantes

- no presumiré se haber sido un santo, pero esta era mi casa familiar, aquí venían mis hermanas y mi madre de visita; solo en raras ocasiones alguna amiga visitó este lugar; pero no creo que sea justo que metas mi pasado entre nosotros; eres la mujer de mi vida, mi esposa, pensé que lo tenías claro – ella se levantó y caminó unos pasos, luego se volvió hacia él

- no puedo evitarlo Nicolás; no poseo ninguna experiencia, no sé nada de eso que tú sabes, en comparación con las mujeres que acostumbrabas; me lo dijiste el día que te rescatamos en la terraza de tu despacho

- al parecer no tengo redención ante ti, me condenas por un pasado que ni siquiera conoces; quería entregarte el cielo Sam, pero tu insistes en vivir en el infierno

Se levantó y le dio la espalda adentrándose en la casa; Samantha permaneció allí sumida en la incertidumbre ¿acaso no lo amaba lo suficiente como para olvidar cualquier antigua aventura que él hubiera vivido? Sin saber muy bien que hacer, entró ella también a la casa y fue directamente a la habitación que había ocupado la noche anterior; solo unos minutos después de estar ahí alguien tocó a la puerta y ella fue a abrir

- señora, quise venir a decirle que sus cosas están en la habitación principal, si gusta yo la acompaño – era la misma que Nicolás había enviado con sus cosas

- ¿Dónde está el señor?

- en su despacho ¿vamos? – Sam decidió que no le haría mal ir por sus cosas ella misma, siguió a la mujer fuera del cuarto y luego hasta otra puerta, donde entró siguiendo a la mujer – lo siento señora, quiero preguntarle algo pero no busco ser impertinente; es que soy muy romántica y después de todo lo que el señor nos mandó hacer con rapidez, quiero preguntarle ¿le gusta como quedó el cuarto? Todo es nuevo, se puso manos a la obra hace 3 días cuando el señor llamó a su administrador y le pidió renovar todo su cuarto

- ¡vaya! No tenía idea... eh, si, si me gusta, es decir, me encanta realmente, es justo como lo hubiera imaginado; gracias por ir a buscarme, puedes retirarte

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