11 años después
«¡Date prisa, Matt, vamos a llegar tarde y perderás el autobús!»
Ema agreste estaba de pie en el umbral de la puerta del pequeño apartamento de Boston en el que vivía con su hijo desde aquella breve mirada intercambiada hace once años atrás en la maternidad de una penitenciaría estatal.
El muchacho era bastante grande para su edad, para desesperación de Emma que jamás hubiera querido verlo crecer y prender el vuelo, como lo hacía hoy. El joven con una bonita cara redonda había heredado de ella su testarudez mezclada con algo de amabilidad. Físicamente, había heredado los cabellos rebeldes de su padre, y no tenía muchos rasgos maternos, a no ser sus ojos verde esmeralda. Pero Emma no se sentía mal por ello, aunque las expresiones de su hijo le trajeran a veces a la memoria el mal recuerdo de Sebastián.
«Maaaaattt, ¿qué haces?»
«Sí, mamá, ya voy, no te preocupes, vamos a coger el autobús»
«Sí, bueno, eso espero porque como tenga que cargar con tu presencia estos diez días…¡Yo también quiero vacaciones, eh!» a Emma le encantaba chinchar a su hijo, sabiendo que él no se quedaría callado.
«¡Ja, ja, muy divertida! De todas maneras, si no lo cogemos, tendrás que llevarme en coche, y todos verán al pequeño Matt agreste con su mamá, así que, ya te digo que, ¡no te preocupes, vamos a coger el autobús!»
La pequeña familia corrió bajo el frescor primaveral de Boston, con una mochila en la espalda el chico, y un gran bolso de viaje sobre el hombro su madre. Jadeantes, llegaron al sitio del encuentro, fácilmente reconocible por las decenas de niños acompañados de sus conmovidos parientes, delante de un autobús de turismo.
«¡Y voilà, el autobús para el campamento Chippewa, justo a tiempo, bufff! ¡Venga, sube, hijo, y pasa unas buenas vacaciones!»
Emma mantenía la pose, pero estaba angustiada. Era la primera vez que se separaba de su hijo más de un fin de semana, y aunque no lo dejara aparentar, estaba triste de verlo crecer y comenzar a abrir las alas tan rápido. Sus ojos comenzaron a brillar cuando…
«¡Hey, mamá, no vayas a llorar! ¡Qué vergüenza…!»
«¡Oh, Matthew, está bien…Solo me pregunto a quién voy a ganar al Zelda en estos diez días sin mi pequeño!»
Matthew estrechó la cintura de su madre con afecto
«¡Ten buenas vacaciones, granuja, y diviértete!»
«Gracias, mamá, y tú, espérame para la noche de pizas y helado delante de la tele, ¿eh?»
«Los niños con destino el campamento de vacaciones Chippewa prepárense para subir al autobús. Saldremos enseguida»
Matthew y Emma se sonrieron y el pequeño subió al autocar lleno de niños ruidosos y agitados. Se sentó junto a una ventana. Su madre y él se saludaron con la mano, y se sonrieron de oreja a oreja, cuando el coche se puso en marcha. Matthew hervía de entusiasmo ante la idea de pasar diez días en ese campamento de vacaciones para niños. En cuando vio la publicidad del "Campamento Chippewa, el mejor campamento de todo Maine, allí donde los niños se convierten en grandes aventureros" en la revista, no había dejado de rogarle a la madre para que lo inscribiera.
«¡Por favor, mamá, tiene que estar genial, y haré muchos amigos!»
«Pero ya tienes amigos en el cole, ¿no?»
«Pero no es lo mismo, ¡amigos de vacaciones! Y además, siempre dices que estás cansada…bueno, así también tú podrás descansar…o pasar algo de tiempo con quien quieras, sin hijo que cargar a la espalda, si sabes por dónde voy…»
ESTÁS LEYENDO
La Bella Durmiente Mlb
AdventureLa bella durmiente » Adrien no ha visto a Marinette en los últimos tres años. Un reencuentro que parecía ser el comienzo de una normal y tranquila relación sería la puerta a una costumbre inquietante y confusa, llevándoles a dudar de todo lo que con...