Capítulo : La declaratoria de guerra.

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Para Sizhui su vida había cambiado demasiado desde el regreso del Patriarca de Yilling. Aunque para él solo fuera su "madre". En los años que vivió con HanGuang-Jun nunca pudo dejar de extrañarse por esa frialdad y tristeza que siempre le embargaba. Era amable y buen maestro, les cuidaba y enseñaba, pero parecía que su corazón estaba cerrado a todos los seres humanos. Todo había cambiado. Realmente, en ese momento eran una familia en todo sentido. HanGuang-Jun era capaz de mostrarle algunas muestras de afecto. Ni que decir de Wei Ying, quien se la vivía repartiendo amor a todos sus seres cercanos, sobre todo a él y LanWanji. Luego se sumó ese pequeño ser que le convirtió en un orgulloso hermano mayor. Desde el fondo de su corazón juró cuidar y ser un buen ejemplo. Eso completó su pequeña familia.

Además, no podía negar que su mejor amigo Jingyi había sido como su hermano desde que eran niños, se protegían mutuamente y acompañaban, compartiendo sus miedos y expectativas del futuro. Aunque, eso había cambiado. El corazón de cada uno se volvía confuso y se cerraba lentamente al otro desde que comenzaron a ser cercanos de JinLing, el joven maestro de la secta Jin.

Lo habían visto antes desde lejos en las cacería nocturnas. Sizhui era el que menos se involucró con él pues era reservado y siempre anteponía su deber como discípulo. Jingyi fue, de hecho, el que tuvo más trato con él desde pequeños aunque esto se redujera a riñas sin sentido.

Al principio, le parecieron graciosas sus peleas, siempre terminaba de mediador. Sin embargo, conforme se fue solidificando una amistad entre los tres, dejó de agradarle que captara tanta atención del joven amo. Él no podía capturar su atención de esa manera, aunque podían mantener charlas más o menos cordiales.

Habían compartido todo tipo de momentos, pasaban tiempo juntos los tres más allá del entrenamiento. Y desde que eran familia, JinLing les visitaba aún más seguido. Sizhui era consciente que el chico solo buscaba refugio en ellos, una amistad que no halló en su propia secta. Sin embargo, él comenzaba a traicionar esa sincera amistad en forma de gusto y enamoramiento. No supo cómo sucedió exactamente, pero lentamente comenzó a preocuparse por él, a aparecerle tierno sus caprichos, a gustarle la forma en que se arreglaba, y a querer pasar más tiempo, juntos.

Estaba asustado y avergonzado de aquel sentir. Durante las cacerías nocturnas que hacían juntos, JinLing siempre mandaba lejos a su escolta. Se sabía la debilidad de cada uno, por lo que realmente les tenía en sus manos. Sin duda el jovencito confiaba demasiado en sus dos amigos alfas.

JinLing lucía bastante inocente en varios aspectos. Cuando lo conocieron apenas había cumplido los catorce años. Su aroma era dulce pero matizado con algo que aún no llamaba a los alfas. Ellos en cambio, ya estaban en pleno proceso de maduración como alfas, eran unos años mayores que él y habían pasado por periodos de calor. Pasando los años juntos, casi supieron cuando JinLing había dejado de ser un niño: Su cuerpo se torneaba, lucía más hermoso y su aroma había dejado de repeler y protegerle; lo contrario se había vuelto más atractivo para los alfas, con ese toque de peonia, dulce y elegante le tentó inevitablemente a querer tocarlo. Agradeció a su crianza disciplinada, pues pudo aplacar esas sensaciones novedosas. Podría lucir atractivo como omega, pero JinLing en muchos aspectos seguía siendo un niño.

La forma en que no pudo negar sus sentimientos por él fue gracias a una travesura infantil. Algo que no se esperaría de una persona como Lan Yuan, tan sereno y responsable.

Pero el joven maestro había llegado con una carita lastimosa, entre querer llorar mientras maldecía a los miembros jóvenes de su secta.

Jingyi estaba nuevamente cumpliendo un castigo por gritar y correr por los pasillos, así que solo él le recibió.

Jóvenes maestros de cultivo (Hiatus Indefinido) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora