Capítulo 6: El peso de nuestros actos

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Dentro de los Recesos de las Nubes, en el área destinada al confinamiento, la meditación en solitario y el castigo, los dos jóvenes maestros Lan estaban encerrados, prohibidos de ver a sus familiares y maestros para que aprendieran y meditaran sobre sus actos. Solo el sanador les visitó uno por uno y le aplicó ungüentos para mejorar la cicatrización. Él no llevaba un hechizo silenciador como los sirvientes que les llevaban lo necesario para subsistir, pero se limitaba a hacer comentarios sobre el estado de sus heridas, les transfería un poco de energía espiritual y les hacía beber un tónico. Finalmente, les daba indicaciones de cómo aplicarse el ungüento sobre sus heridas y en qué momentos del día debían de tomar sus tónicos.

Desde que habían sido confinados no tenían noción alguna sobre lo que sucedía en la secta y en el mundo de la cultivación. No tenían permitido que se les informara de algo bajo pena de extender su estadía en el confinamiento y de castigar a quien les informara. Yuan solo asentía ante las recomendaciones del sanador, pero Jingyi casi debía de morderse la lengua para no soltarse a preguntar cómo estaban los demás.

Jingyi sentía el tiempo eterno, como si se encontrase en la nada misma. La mansión de Cloud Recess era silenciosa, pero al menos podía sentir los pasos suaves de los estudiantes y a Qiren gritando. Aunque desde que Wei Ying vivía ahí ya no era tan calmado, su voz siempre rompía la monotonía del lugar. Además, que podía buscar a Yuan para conversar, entrenar o que le ayudase a entender algunos textos antiguos. Jingyi sonrió al recordarles, pero luego se sintió culpable por todo lo acontecido. No sabía ni qué hacer con sus sentimientos hacia JinLing. No por haber sido castigado dejaba de gustarle el omega.

Por parte de Yuan, estaba más adaptado a la calma, pero sentía preocupación por su hermano, Jingyi. Se preguntaba si se estaba acordando de tomar el tónico a las horas indicadas o si se aplicaba el ungüento. Luego, sus pensamientos viajaban hacia su familia, la vergüenza que pasaron por su culpa. Y un miedo que desde hace un tiempo retenía le llegó:

"¿Seré la elección correcta para ser líder?" Cuando leía la historia heroica de su padre y de su líder actual, le parecía sorprendente que teniendo casi similares edades a la suya hayan podido lograr tantas hazañas. Siempre se había esforzado el doble por ser el mejor y enorgullecer a sus maestros. Sin embargo, se cuestionaba si sería suficiente. La admiración que los más jóvenes le tenían, probablemente se había desestabilizado y él sabía lo importante que era aquello. Intentó liberar su mente. Se suponía que estaban en aislamiento para depurar sus mentes y dejar ir los recuerdos e instintos. Pero nuevamente a él acudían los gritos de JinLing pidiendo que no les hicieran daño. El dueño de su corazón era sin duda un chico noble por muy pretencioso que fuera. Sin embargo, tenía claro la promesa que JinLing había hecho a su tío. Una que debían de respetar.

Conteniendo el dolor, se sentó en el suelo, se puso en posición de loto y despejó de su mente todas sus emociones y sus instintos que traían consigo los malos deseos. JinLing podía convertirse en su tormento si permitía que continuase en sus pensamientos.

Con tres semanas sucedidas, tanto Jingyi como Yuan habían tenido demasiado tiempo para analizarse a sí mismos. Cada uno asumió las consecuencias de sus actos: Habían transgredido las normas de su secta, así como habían insultado el linaje de JinLing. Incluso sus padres, maestros habían sido castigados por su culpa. De hecho, era un milagro que no hubiera una separación de sectas. Si eso no había sucedido era exclusivamente por JinLing y su intervención. Estaban agradecidos con él, pero también avergonzados. Uno moría por salir de confinamiento para buscarlo y el otro se mentalizaba que debían alejarse del menor por el bien de las sectas.

Luego de haber cumplido un mes y medio, finalmente podían salir de sus camas, aunque con mucho dolor en la espalda. Sin embargo, el sanador les había informado que ya se encontraban lo suficientemente bien para que se hicieran cargo de sí mismos, por lo que no le enviarían al subordinado con la comida y agua. Ellos mismos debían de ir al pozo, sacar agua y luego encargarse del huerto para alimentarse con los frutos que este tenía. Solo pudieron asentir, después de todo ese era el verdadero castigo. Aun les quedaba dos meses más al completo.

Jóvenes maestros de cultivo (Hiatus Indefinido) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora