006.

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No le gustaba el contacto. No le gustaba tener a las personas cerca. No le gustaba compartir su espacio personal.

Siempre mantenía la distancia cuando se trataba de salir al exterior y caminaba con la cabeza siempre mirando directo al piso evitando cualquier tipo de mirada. Era más fácil cuando nadie se daba cuenta de su presencia, por eso trabajo durante años en volverse un chico sigiloso imposible de detectar. Hablar con alguien le hacía doler el estomago. No le gustaba. Lo odiaba. El transporte público era su peor pesadilla al igual que los lugares concurridos. Solo pensar que alguien pudiese acercarse y traspasar la barrera que tenía puesta le hacía sentir que perdería el control en cualquier momento...

Pero la cercanía del castaño jamás le molesto.

— Bien —sentencia Jungkook alejándose un poco del chico que estaba sentado en la silla justo frente a él—. Creo que ya estamos listos, ahora te pondré una bandita. 

Jimin levanta el espejo de mano que Jungkook le había proporcionado y revisa la herida. Había sido un rasguño largo, pero no profundo por lo que no había mucho que hacer además de limpiar, aunque de igual manera su vecino se tomo el tiempo para que todo quedase perfecto y no hubiese peligro de infección. Era por eso que ahora Jimin temblaba ligeramente, no sabía que hacer ante tanta atención puesta sobre sí mismo.

— Tengo las regulares —prosigue Jungkook estirando sus manos hacia el peli-rosa—, y tengo estas con estrellitas. Elige. 

Sin hacerse esperar Jimin señala la segunda opción con una sonrisa decorando su rostro. Ante eso Jungkook no puede evitar soltar una pequeña risa suave. Había previsto que su vecino iba a pedir usar la bandita de estrellas, le quedaba justo. 

— Perfecto, entonces ven aquí, necesito que te acerques. 

Aproximadamente durante los diez minutos anteriores sus rostros estuvieron muy cerca y ahora volvía suceder lo mismo. Jimin se frota los dedos intentando que no se notase lo nervioso que estaba mientras el rostro del castaño se acerca para colocar sobre la herida la bandita escogida. Desde aquella posición podía ver cada una de las pestañas de Jungkook y se había perdido en ellas en un intento de contarlas una por una. Cada detalle especifico de ese rostro le parecía interesante y si fuese por él mismo se quedaría toda la noche analizando las facciones de ese chico, viendo la forma en que estas parecían armonizar de manera perfecta. Nunca se le había ocurrido algo parecido y eso le daba un poco de miedo.

— Ahora sí —avisa el chico—. Estas como nuevo, Jimin. 

El nombrado se sonroja. 

Jamás había corrido tanto para llegar a un lugar. A pesar de que había decidido anteriormente que no podría asistir a la fiesta de su vecino, debido a que tenía trabajo, le fue imposible detener sus pies una vez que estos se pusieron en marcha de vuelta al departamento apenas el encargo del jefe estuvo listo. Sin darse cuenta del paso del tiempo ya estaba frente a la puerta del apartamento de Jungkook tocando el timbre de forma desesperada esperando que aún estuviese despierto. Lo peor es que ni siquiera planeó que decir, no era como si pudiese excusarse con que había estado ocupado con un doble asesinato antes de dignarse a aparecer.

— Gracias... Jiminnie lo siente... Por causarte molestias...

Jungkook siente que el corazón se le llena. Nunca había visto alguien tan tierno como peli-rosa y eso le hacía perder la concentración nata con la que contaba para las situaciones de la vida diaria.

— Me alegra que vinieras —contesta mientras se rasca la parte de atrás del cuello tratando parecer despreocupado—... La verdad es que te estuve esperando, ya había creído que no te presentarías...

Deadly ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora