Inundó el sonido del reloj esa habitación donde la oscuridad se había visto arrinconada, tratando de no perder el último espacio ante la llegada de un nuevo día.
Otro que aún siendo ya Septiembre volvería a ser caluroso.
A pesar de que la noche fue festiva, el olvido de apagar el despertador hizo que se levantara más temprano de lo esperado.
El aroma de las calles recién regadas inundó esas cuatro paredes cuando las ventanas quedaron abiertas de par en par.
Observaba con calma cada palmo de esa pequeña ciudad. Allí pasó largos veranos, se sabía de memoria cada rincón.
A lo lejos, la laguna parecía deshacerse de una leve bruma.
Sonrió recordando una historia que aún se mantenía viva entre los ancianos del lugar y que su abuelo, desde muy pequeña, siempre le contaba en alguna ocasión, llegando a imaginar que al pasear por ese lugar sucedía exactamente lo que ella, atenta escuchaba.
Sólo el tacto de una pequeña cicatriz en su hombro consiguió que le abordaran los recuerdos más tristes, llevándola de nuevo a aquel coche destrozado que observó tendida en el suelo sin poder incorporarse. Llamando a gritos a alguien que acudiera a rescatarla, mientras todo se volvía borroso a su alrededor hasta llegar al límite de sus fuerzas y caer rendida a la oscuridad.
Y encontrar la imagen de su abuelo, cuando despertó pasadas tres semanas del accidente, emocionado, cuando ella pregunto qué había pasado. Sólo unas semanas después, según avanzaba su recuperación, en pequeñas dosis supo que ocurrió en las semanas que había estado ausente.
Volvió a la realidad cuando sintió que estaba siendo observada. Trató de descubrir quién era, pero no encontró a nadie. No encontró esa mirada que diera veracidad a lo que acababa de sentir. Había sido intenso y se lleno de vergüenza al comprobar cómo la luz dibujaba entre su camisón los contornos de su cuerpo.
Mientras, el sonido de las campanas inundó cada rincón anunciando la hora exacta.
Se apartó aún con la curiosidad de poder llegar a descubrir quién era. Sólo unos instantes bastaron para acabar de convencerse que no lo lograría. Llegó a preguntarse si lo había imaginado. Sólo percibió la sensación, la que le pareció real. Le recordó que ayer, por dos veces, sintió lo mismo. Mientras estaba en la laguna, embarcada en aquel viaje que la lectura le propuso. Disfrutando de cada lugar desconocido, haciendo suyo cada pasaje, cada emoción. Solo cuando descansó por un momento percibió la mirada. Y como ahora, tampoco halló de quién provenía.
La segunda, cuando al quedarse sola decidió refrescarse en las aguas de la laguna. Era intensa pero no llegaba a causar temor alguno. Sí ese nerviosismo que deja la sensación de sentirse observada, aunque se unió al recuerdo de la historia que su abuelo le contó. Era extraño ¿podía ser algo de aquella leyenda?
Fue entonces cuando detuvo la atención en el cuaderno que encontró ayer, bajo una de aquellas encinas que adornan el inicio del camino que hasta la laguna lleva, cuando volvía de vuelta ya de madrugada.
Cuaderno de aspecto cuidado, que llegaba a indicar que alguien lo había olvidado. Sus tapas gruesas de color burdeos, sin nombre que reflejara a quién pertenecía.
Donde lo encontró lo llevaría esta tarde, quizás allí volvería quien lo perdió, sin llegar a saber por qué motivó llegó a cogerlo.
Desenredaba su pelo tratando de sacudir la curiosidad que poco a poco había comenzado a acuciarla. "¿Qué habría en aquel cuaderno?" se preguntaba. "Sí fuera mío no me gustaría que lo leyeran", dijo tratando de convencerse. "No, no lo voy a hacer", se dijo y un segundo después pensaba en quién se enteraría sí lo hiciera. Pasaron varios minutos hasta que su curiosidad terminó por ganar esa extraña tienta.
Abrió ese cuaderno por esa página que estaba marcada, y comenzó a leer...
"Llegué a la laguna, envuelto entre sombras, deje que la brisa subiera a mi espalda y solo los pasos guiados llevaran mi luna dejada al cielo de almas. Busque su leyenda, contadas palabras que solo unos pocos como anécdota hoy aun recuerdan.
¿Llegará hoy la dama a mostrar su figura para que sean mis ojos testigos de su existencia?
Más larga se hace la espera, como preguntas se agolpan, se viste otra noche, de cientos de estrellas aquella, que se consume tranquila mientras acopio palabras, en otro intento que en vano se queda.
Ni rastro de esa dama, ni de certezas que solo esa leyenda lleva contada. Recorro mis pasos que llevan mi vuelta dejando frustrada cualquier esperanza de ser testigo de aquella experiencia.
Allí volveré mañana, cuando sus aguas tranquilas se cubran de nuevo de esa neblina, la que más misteriosa las dejan.
Dejando mi mente que distraída se queda, en la imagen regalada durante la tarde. Para que surjan sonrisas de nuevo mientras mis pasos culminan y
llego a este pueblo que no conocía.
¿Dónde estará aquella muchacha, envuelta en ese velo de misterio que llamó mi atención, inmersa en la lectura del aquel libro que de forma mimosa sujetaban sus manos, y que no se percató de que mi mirada quedaba prendada completamente en ella? ¿Sería también ella quién se refrescaba en sus aguas ?... "