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mirada se mostraba cubierta de un pánico inusual, le observaba, ofreciéndole su mano, mientras
una lágrima recorrió su mejilla por completo, una vez que él aceptó su ofrecimiento, ella le abrazó, a la vez que pudo percibir cómo los latidos del corazón se incrementarán aún más.
"¿Qué ocurre Ariadna?" La preguntó mientras por la ventana, una luz se adentró pudiendo percibir cómo zigzagueaba, mostrando cómo alguien se dirigía hacia aquella casa.
"Está detrás de ti Marco" le susurró a su oído, y fue soltando su mano lentamente para retroceder hasta aquella distancia en la que casi por completo podía ver el pasillo, por el que apareció el médico.
"No sé de qué tengo que salvarte, pero a mi lado no estás seguro" le dijo mientras él comprobó cómo ella no había mentido y aquella aureola de luz flotaba a un metro de distancia de su espalda.
"Lo siento Marco" dijo al mismo tiempo que sus azules ojos se vieron desbordados por las lágrimas y se giró para acceder hacia al pasillo. "Espera Ariadna, ¿qué vas a hacer?", la preguntó viendo cómo el médico se detenía enfrente de ella y cómo la luz volvió a aquella sala por completo.
"Acabar con todo esto" contestó y comenzó a correr hasta salir de allí. Siguió con su carrera para perderse entre las calles de aquel pueblo sin atender las llamadas del
anciano que la había visto salir, hasta, casi sin aliento, llegar a su casa.
Trató de recordar dónde había visto aquella daga por última vez al mismo tiempo que volvió a revolver cada cajón, cada armario sin encontrarla.
Dejando de nuevo que el desorden se volviera caótico, hasta llegar a mostrarse desesperada, para acabar recordando que estaba en aquella caseta donde quedaban guardadas las herramientas para los cuidados del pequeño jardín.
Al salir, comprobó cómo todas las rosas que allí tenía, se cubrieron de azul, a la vez que sonó en su cabeza "el tiempo se acaba".
Miró hacia todos los lados esperando encontrar esa aureola de luz y, sobresaltada, encontró allí al anciano.
"No seas estúpida Ariadna, no retes a la dama", dijo con su voz entrecortada mostrando cómo su respiración acusaba el esfuerzo de haberla seguido. "No es a ti a quién quiere la dama ya te tuvo cuando caíste al agua de la laguna de pequeña y no lo hizo" afirmó el anciano a la vez que le acercó una vieja hoja arrugada. "Cuando caíste me lancé a rescatarte pero no pude encontrarte en el fondo de la laguna y fue ella la que te mantuvo con vida".
Atónita, escuchaba las palabras del anciano, cogiendo esa hoja que, tras observarla un corto instante y ver cómo la imagen que mostraba era la de aquella dama, se cayó de sus manos. "Desde entonces Ariadna, he pasado años tratando de averiguar qué tiene de verdad esa leyenda y al volver a verte después de tantos años, supe que había llegado el momento" dijo el anciano que se mostraba extremadamente nervioso. "Eres como ella, dos gotas de agua, una parte de la leyenda que se fue olvidando, dice que el

primer descendiente no varón de quienes le robaron su amor será su imagen exacta y sufrirá lo mismo que ella", afirmó el anciano mientras ella trataba de dar crédito a sus palabras.
"¿Y Marco? ¿Qué tiene que ver con la leyenda?" le preguntó. "El siente un amor verdadero por ti, lo vi cuando hable con él y la dama le quiere para cumplir su venganza" respondió apoyando su bastón con energía en el suelo mientras su cabeza ya cabizbaja retiró la mirada de ella.
"¿Y pretende usted que no haga nada, que deje que ocurra sin más?, no, ya murieron mis padres y los padres de quien quise con locura...", dijo volviéndose hacia aquella caseta donde recordaba que se encontraba la daga. "No voy a permitirlo, por mucho que usted trate de
convencerme" afirmó a la vez que desenvolvió ese pañuelo de seda roja con el que ella misma envolvió aquella daga. Observó cómo aquella hoja brillaba de manera especial y cómo la empuñadura estaba adornada con tres piedras tan azules como sus ojos. "No debe volver a la laguna ese arma Ariadna, actúas como la dama quiere que suceda para poder quitarle la vida" dijo el anciano mientras ella avanzó hacia él. "Además debes estar al lado de Marco para que no vuelva a la laguna".
"¿Por qué debo creerle, si después de tanto tiempo de rescatarme no le he vuelto a ver?" le contestó comprobando cómo el anciano de nuevo agachó su cabeza evitando mirarla. "¿Y si la daga es lo que puede acabar con ella?, ¿no intentaría usted acabar con esto de una vez?" dijo viendo cómo el anciano agarró su brazo.
"He cumplido con esa parte que tenía como misión Ariadna, avisarte de qué peligro te acecha, sólo podía volver a verte si eso ocurría, es la promesa que le hice a tu abuelo y la única manera de mantenerme a salvo" le dijo mientras sacó el rosario y se lo colgó en la muñeca, "¿eso crees, que podrás acabar con ella?; vamos entonces a la laguna, no voy a permitir que vayas sola", contestó el anciano mientras se santiguó, y daba el primer paso para iniciar la marcha, mientras ella permaneció parada.
"No tiene por qué venir, ¿por qué se empeña?", le preguntó sorprendida por esa reacción.
"Es lo que tengo que hacer Ariadna, es mi destino tratar de salvarte", afirmó el anciano que tiró de su brazo para emprender la marcha.
"Prométeme que si logramos escapar de allí no te separaras de Marco hasta que haya pasado la luna llena" dijo mostrando cómo su voz se volvía de nuevo temerosa mientras comenzaron a caminar hacia el camino que a la laguna lleva."Lo haré, se lo prometo" contestó siguiendo el ritmo que el anciano marcaba con sus pasos.
Según se acercaban, podían percibir cómo la temperatura se volvía más fría mientras que el anciano repetía incesantemente una oración, pasando una cuenta tras otra de aquel rosario, mirando desconfiadamente de un lado a

otro. Parándose bruscamente como si hubiera escuchado algo, levantando el bastón con la intención de defenderse. "¿Has oído esos pasos, detrás de nosotros?" la preguntó. "No, no he oído nada" respondió mientras trataba de ver qué podía encontrarse allí, hacia donde apuntaba el bastón.
Y entonces fue cuando el anciano la dijo "perdóname, pero tengo que hacerlo" y seguidamente la propinó un fuerte golpe con el bastón en su cabeza, haciendo que cayera de rodillas aturdida y que aquella daga cayera junto a ella al suelo.
Con esfuerzo, se inclinó para recogerla viendo cómo ella le miraba, a la vez que comprobó cómo un hilo de sangre comenzó a ser apreciable en su frente. "¿Qué va a hacer conmigo?" le preguntó mientras el anciano seguía murmurando de nuevo aquella oración. "Salvarte Ariadna" respondió el anciano mientras se guardaba la daga. "Es demasiado tarde, ella ya está aquí" le dijo, señalando hacia la laguna, donde la bruma acababa por dibujar aquella silueta.
Instantáneamente, el anciano se llevó la mano hacia su pecho, apoyándose sobre su bastón.
"Corre Ariadna, márchate" gritó el anciano mientras observaba cómo la bruma comenzaba a rodearles, mientras lanzó una rápida plegaria. Ella se levantó aún aturdida y trató de quitarle la daga. "No voy a marcharme, esto tiene que acabar" le dijo, esperando a que esa silueta les
alcanzara. "Entrégueme la daga, es la única manera de salvarnos" gritó sumamente enfadada.
"No Ariadna, corre, olvida la idea de enfrentarte a ella" respondió a la vez que volvió a lanzar otro golpe con el bastón fallando en el intento de alcanzarla. "Se ha vuelto loco, quiere usted matarme" le dijo mientras con una de sus manos consiguió agarrar el bastón, mirándole, viendo cómo éste permanecía impasible ante la llegada de la bruma y de la silueta de la dama.
"No quiero matarte, solo pretendo que te marches de aquí y que la dama sea a mí a quien ataque; te quiere sana y salva hasta la noche de luna llena y si estás herida no podrás enfrentarte a ella" respondió el anciano mientras dio un tirón tratando de apartarla, consiguiendo que ambos cayeran al suelo.
Fue entonces cuando la daga quedó al lado del anciano y ambos vieron como ésta se elevaba y llegaba hasta aquella silueta, que comenzó a perder esa nebulosa y pareció poco a poco ir mostrándose real. "¿Crees que podrás vencerme?" escuchó ella en su cabeza mientras trataba de
incorporarse. "Demuestra tu valor" volvió escuchar.
Abrazó al anciano cuando percibió un ligero silbido que parecía cortar la brisa tenue, llegó a escuchar claramente el sonido de esa daga lanzada durante un solo segundo, mientras veía cómo un mechón de su pelo caía su lado. "El tiempo se acaba, él ya es mío" escuchó a la vez que la luz de una linterna acompañó ese sonido de pisadas que él había afirmado escuchar.

Todo quedó en calma sin rastro alguno de la bruma, de la dama, ni de aquella daga, mientras el médico terminó de llegar donde estaban.
"¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Estás bien Ariadna?" la preguntó al comprobar cómo su frente mostraba ese rastro de sangre. "Estamos bien, tropezamos y al caer me golpeé la cabeza" respondió mientras el anciano aterrado seguía con su plegaria. "Tienes que volver, Marco me pidió que viniera a buscarte justo antes de volver a caer inconsciente, no sé qué le pasa".

Donde el corazón te lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora