Caminaban bajo el amparo de la luz que ofrecía aquella linterna, descubriendo todo lo que conformaba ese camino. Envueltos con el murmurar casi continuo del anciano, el cual, seguía con su extraña plegaria a la vez que, poco a poco se rezagaba ante el ritmo acelerado que ella y el médico sin darse cuenta imponían; mostrándose arisco cuando ambos le ofrecían su ayuda ante la dificultad que evidenciaba al caminar.
"¿Estás bien Ariadna?, la herida aún sigue sangrando" le dijo el médico mientras la entregaba otro pañuelo para que se limpiara ese rastro de sangre de su frente. "Solo me duele un poco la cabeza, gracias" dijo aceptando el pañuelo con agrado. "No sé qué le ocurre a Marco, si en las próxima horas no despierta habría que llevarle al hospital, aquí poco más puedo hacer" afirmo el médico, a la vez que se detuvo al comprobar cómo el anciano cada vez estaba más rezagado, dirigiendo la linterna hasta donde este se encontraba.
Ambos esperaron a que les alcanzara y cuando el médico dirigió de nuevo la luz hacia el frente, ella le gritó, "Alumbre hacia aquellos arboles".
Buscó la mirada del anciano, mientras éste se santiguó una vez más. Inmediatamente, ella comenzó a correr hacia donde ya se divisaban las primeras casas del pueblo, sin detenerse, hasta llegar casi mareada a la casa del médico.
Agradeció que la puerta no tuviera la llave echada y recorrió aquel pasillo, en penumbra, hasta llegar a la habitación donde él se encontraba. Su corazón latía de forma acelerada, mientras un temor la recorrió por completo cuando cogió su mano y no encontró respuesta alguna.
Solo unos pocos segundos después, apareció el médico que había seguido sus pasos inquietado, por la reacción que había tenido "¿Qué ocurre Ariadna?", preguntó mientras ella dejaba escapar un profundo
suspiro colmado de alivio al comprobar, cuando deslizo su mano hasta la muñeca de éste, que podía percibir el latido de su pulso, esfumándose todas las dudas , mientras se preguntaba qué significado podía tener aquella rosa azul marchita que la luz de la linterna descubrió en el lugar exacto donde ella la encontró fresca y hermosa cuando decidió devolverle el cuaderno. "He tenido un mal presentimiento" contestó.
El médico comprobó que todo continuaba dentro de aquella extraña normalidad en la que él, le había dejado antes de salir de allí, mientras ella atenta trataba de anticipar cualquier gesto que éste pudiera realizar, "Tranquila todo está bien, vamos a curar tu herida", la dijo invitándola a que le acompañara.
"Vamos a ver qué tenemos", dijo a la vez que se colocaba unos guantes en sus manos. Tras obsérvala con detenimiento y tratando de ser lo más cuidadoso posible la preguntó "¿Seguro que te has golpeado al caer?", a la vez que seguía limpiando toda la zona que rodeaba esa herida hasta conseguir que dejara de sangrar. "Sí, me golpeé con alguna piedra al caer" contestó, mientras trató de esconder su mirada para que no fuera descubierta su mentira.
"Bueno, no es tanto como parecía, con un punto de aproximación será suficiente, ya veo que no quieres contarme nada", afirmó el médico con cierta resignación mientras con delicadeza puso esa tira en su frente.
Al acabar, desechó todo el material que había utilizado en la papelera y buscó un analgésico entre las cajas que llenaban el dispensario. "Te aliviará el dolor de cabeza, voy a buscar un vaso de agua" dijo el médico tras entregárselo.
Fue breve su ausencia, tanto, que aún no había terminado de quitar el envoltorio de aquella pastilla y este se dirigió amablemente a ella de nuevo. "Necesitas descansar, la noche ha sido larga, yo saldré un momento no tardaré" la dijo acercándola el vaso de agua.
El silencio por un momento consiguió llenar aquella casa, mientras la claridad ya entraba por las ventanas. Acercó aquella silla un poco más hacia la cama, tras ver cómo el anciano, que llegó cuando el médico se disponía a salir, sentado en aquel sofá, parecía estar dormido. Este no había pronunciado palabra alguna desde que llegó, se limitó a pasar una cuenta tras otra de aquel rosario mientras su rezo se volvió como él, mudo.
Su cansancio se hizo más evidente junto al alivio de su dolor de cabeza, mientras seguía rodeada de todas esas extrañas dudas que todo lo vivido durante las últimas horas arrojaban, viendo, cómo poco a poco se veía vencida por esa noche en vela, y cómo su resistencia no alcanzaba para esperar a comprobar si él despertaría, poco a poco sus ojos se fueron cerrando.
El despertar se vio rodeado entre el intento de acomodar la vista a esa