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Perdió la noción de cuánto tiempo llevaba allí sentada, en el suelo de aquella habitación donde el silencio era ya dueño por completo de aquel espacio, una vez que la tormenta fue sonando cada vez más lejana, hasta desaparecer.
Continuaba aferrada a aquella fotografía, mientras sus azules ojos, ya hinchados por cuantas lágrimas fue derramando, observaban el desorden que ella misma había provocado allí.
Acarició despacio esa pequeña cicatriz de su hombro, recordando los momentos que sucedieron cuando despertó tras el accidente...
Sintió cómo un pinchazo atravesaba su vena y cómo un frío fluido comenzó a recorrer su brazo casi por completo, mientras la luz conseguía cegar su mirada sin poder adivinar en qué lugar se encontraba.
Aturdida, trató de recordar, queriendo encontrar esa explicación que la hiciera saber porqué estaba allí, comprobando cómo todo acababa en un mismo momento, tras el cual nada más aparecía, negando esa certeza de llegar a saber porqué había despertado postrada en esa cama.
Eterno le pareció el tiempo que transcurrió hasta que su mirada pudo ir dando forma a ese lugar, observando cómo, al lado de aquella cama, una serie de aparatos estaban conectados a ella y cómo su abuelo, con los ojos cerrados descansaba.
Alargó su brazo a pesar de los dolores que sintió al moverlo y sobre la mano de su abuelo dejó caer la suya. Él, sobresaltado, despertó emocionado por encontrarla despierta mientras pulsaba un interruptor que quedó iluminado.
Su débil voz preguntó a su abuelo "¿Que ha pasado?", a la vez que trató de incorporarse comprobando cómo sus fuerzas eran insuficientes para lograrlo y cómo su cuerpo se llenó de dolor mientras su abuelo la respondía "tranquila, no hagas esfuerzos" a la vez que éste dejaba en su frente un cuidadoso beso.
En ese instante, con ritmo acelerado, irrumpió en aquella estancia un médico que callado, cogió la carpeta metálica que, colgada sobre los pies de aquella cama estaba, mirando cada uno de aquellos aparatos y anotando en ella todos esos datos que solo él entendía.
El mismo que, después de mantener una pequeña charla con su abuelo, ordenó a las enfermeras, que un instante antes aparecieron, que abandonaran la sala mientras la miraba mostrando una amplia sonrisa.
Fue apagando uno a uno aquellos aparatos que, a breves intervalos, emitan un ligero pitido que llegaba a resultar molesto y, con cuidado, liberó su pecho de todas aquellas ventosas. "Despertó nuestra bella durmiente" dijo a la vez que se sentaba a su lado sobre aquella cama.
Con pausa, aquel médico comenzó a formularle una serie de preguntas que ella respondió con algo de esfuerzo, viendo como quien estaba a su lado incrementaba esa sonrisa que de manera continua mostraba, cuando comprobó que hasta su nombre conseguía recordar.
" Vamos bien Ariadna, pronto estarás recuperada" le dijo mientras éste soltaba aquella carpeta y le pregunto, "¿recuerdas porqué estás aquí?". Y el silencio se hizo inmenso. Buscó esa respuesta, pero en su cabeza solo surgían pequeñas instantáneas que no conseguían dar un orden a lo que hubiera ocurrido, donde lo último que aparecía, antes de apreciar ese vacío, era una frase que se repetía sin parar mientras se veía conduciendo aquel vehículo, y que reprodujo de manera entrecortada "Cuidado Ariadna".
Encontró la mirada atenta y emocionada de su abuelo que se lleno de brillo tratando de retener las lágrimas y el gesto de aquel médico que le explicó el modo en que todos aquellos recuerdos irían surgiendo confirmándole que estaba allí porque había tenido un accidente.
Los días se fueron alternando entre momentos de ausencia y despertares lentos al mismo ritmo que se fueron compactando todos esos fragmentos, mezclados con ambiguas respuestas sobre todo lo que preguntaba, observando cómo su abuelo pasaba noches y días enteros allí con ella, con su mano agarrada casi continuamente.
Hasta que despertó en mitad de una noche sobresaltada cuando entre sus sueños pudo ver la secuencia completa de lo que había ocurrido.
Recordaba las palabras con las que su madre le rogaba que no tardara demasiado, mientras ella observaba aquel vestido azul claro que, extendido sobre su cama, era el elegido para esa ocasión. Dejó que la bata de seda que la cubría resbalara lentamente por su espalda para con calma, coger ese vestido y una vez puesto, comprobar girando sobre sí misma frente al espejo cómo mostraba cada contorno de su figura.
Puso en su cuello unas gotas de aquel perfume que siempre utilizaba en los momentos especiales, para acabar adornando sus labios con el brillo que el carmín les otorgaba.
Volvió a observar cómo su mirada se colmaba de ilusión, fijándose de nuevo en aquel otro vestido que, colgado de la lámpara bajo una funda escondido, mañana luciría, cumpliendo ese deseo que se fue agrandando con el tiempo desde que le conoció.
Mientras, acariciaba ese ramo de rosas que adornaba su tocador hasta que su madre, ya nerviosa por la tardanza, entró sin poder evitar emocionarse al ver cómo resplandecía tan bella. Todo estaba ya listo para acudir a aquella cena donde esa feliz pareja, junto a sus padres, brindarían por el maravilloso día que mañana les esperaba. Saludó a su padre, que trató de esconder su emoción entre aquella sonrisa que le produjo ver a su niña tan feliz. Todos, excepto su amado que ya les esperaba allí ultimando todos los detalles para que esa noche fuera inolvidable, se dirigieron al lugar donde pasarían dicha velada.
Y cuando ya llevaban más de la mitad de trayecto, la madre de su amado le advirtió de un peligro en la carretera con un "¡cuidado Ariadna!" que resonó dentro de aquel habitáculo, mientras el volantazo que ella dio para esquivar a ese animal que se les cruzó, hizo que perdiera el control sobre el vehículo, que acabó dando vueltas sobre sí mismo hasta quedar completamente destrozado entre la vegetación de la cuneta.
Trató de levantarse y de ver, entre aquella polvareda, cómo y dónde se encontraban sus padres y los padres de su amado sin lograrlo, envuelta en un escalofriante silencio que rompió su voz pidiendo ayuda, comprobando cómo estaba atrapada por una de las partes de ese vehículo hasta que agotó todas sus fuerzas.
... Volvió a mirar esa foto, reviviendo los instantes en los que, espaciados durante esas semanas que duro su recuperación, le confirmaron que solo ella había sobrevivido y que su amado dejó de visitarla, sin llegar nunca a perdonarle que hubieran sufrido ese accidente.
Se levantó del suelo y en un ataque de irá lanzó aquella foto, en la que aparecía rodeada de todos aquellos a los que había perdido, contra una de las paredes de esa habitación, viendo cómo el cristal que lo protegía saltaba en mil pedazos y cómo una tarjeta, escondida detrás de ella apareció. Aquella que anunciaba ese momento que siempre soñó y que no llegó a ocurrir.
La recogió volviendo a leerla, preguntándose por qué ese momento vivido en la laguna había hecho aflorar sus peores recuerdos, para salir corriendo con esa tarjeta en sus manos y llegar de nuevo a la orilla de la laguna donde grito

con todas sus fuerzas "¿¡por qué has despertado esto en mi!?".
Y arrojó la tarjeta a sus aguas, viendo cómo poco a poco ésta se alejaba mientras, ya desbordada por su llanto, volvió a gritar "¡Yo también perdí todo lo quería! ¿¡Qué quieres de mi!?".
Y su mirada, de manera extraña, se quedó fijamente clavada en esas aguas sintiendo cómo crecía la idea de arrojarse a ella para poner a esa locura el fin.

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