Era una tarde fría, las hojas de los árboles se movían con sacudidas violetas mientras el cielo se llenaba de nubes grises anunciando un mal tiempo. Sin embargo nada de esto pareció afectar a ninguno de los miembros de la pequeña multitud que, al contrario de lo normal, parecía exaltarse aún más con el clima.
En medio del círculo de cabezas dos niños de no más de siete años estaban enzarzados en una lucha imperiosa, sus espadas —una más corta que la otra— se blandian con más o menos habilidad, sus rostros estaban contraidos del esfuerzo, aunque uno de ellos en realidad estuviera tratando de retener una sonrisa.
Varios de los miembros de la multitud —los más jóvenes— animaban con gritos emocionados, pidiendo ver la primera sangre; los adultos, en cambio, se tambaleaban entre estudiar el nivel de los dos niños o burlarse del largo camino que les quedaba por recorrer.
Aunque para su edad...
—¡Deberias rendirte ya! ¡Esa espada en tu mano es un insulto al herrero! —El más pequeño de los dos niños gritó, resoplando con esfuerzo cuando su hoja chocó contra la del oponente.
El otro en cambio, no se molestó en contestar, lanzado más ataques con esperanza de derribarlo. O eso parecía, porque si alguno de los Magos presentes hubiera estado viendo bien, habrian sabido que esta pelea debería haber terminado casi diez minutos atrás.
—¡Vamos Laiden! ¿Es todo lo que tienes?
—Deberías callarte, Needle —bufó, su espada ya trazando otra embestida—, hablar es un desperdicio de aliento.
El viento a su alrededor se había vuelto más frío, los más pequeños se ajustaron las copas negras de aprendiz en un intento por conservar el calor, aunque ¿a quien le importaba el clima cuando dos aprendices —un Centrius y un Gelerht, nada menos— se estaban moliendo a palos?
—Rindete Needle —murmuró Laiden al desviar la tajada que el rubio le lanzó a su costado con un movimiento de muñeca demasiado preciso para su edad.
El rubio retrocedió dos pasos, pero no pareció dispuesto a alejarse más, y en cambio dejó que sus intintos lo guiaran, acompañado de un grito de guerra que sonó muy parecido a un "¡Nunca!" muy entusiasta.
Sus golpes volvieron a aumentar de intensidad. De pronto ya no era a Laiden a quien veían, si no al mago que aún siendo un bebé había capturado la atención de dos miembros importantes entre la Guardia de la reina. Y Needle ya no era Needle, si no el niño dotado, a quien una de las maestras de los Mentalista había descrito con tener un gran futuro, alguien que prometía avances en la Magiotica.
Ningún niño en Nevea era normal, pero la generación de esos dos Magos prometía traer más cambios que ninguna otra.
Por supuesto, la acción no pasó desapercibida en la escuela y pronto la multitud había crecido casi el doble. Los ojos de Laiden chisporrotiaban con un aura salvaje que aveces hacia retroceder a sus propios compañeros, mientras se movían con lo que el futuro y mucho entrenamiento convertiría en una danza de la muerte. Sin embargo Needle se había propuesto convertirse en amigo de este chico y sabía, por observación, que si se echaba para atrás solo quedaría como un cobarde.
Por supuesto, su intento de valentia también era de testarudez porque sabía que Laiden solo estaba jugando, permitiéndole el suficiente espacio para que se recobrara cuando cometía un error. La primera vez le había parecido un descuido ¿pero ya una segunda, tercera? No, sin duda estaría en el suelo ahora si el Centrius se lo hubiera tomado enserio. No es que fuera a quejarse.
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Laiden: ¡Que Viva La Reina!
FantasíaMuchos decian que Kerrah era un reino olvidado por los dioses. Otros que, luego de la expulsión de los Malle, estaba destinado a la extinción. Pero la verdad es muy distinta. Laiden ha sido entrenado para servir a la reina desde que tiene memoria...