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Capítulo 08

Jacob Palvin, 3 horas antes.

—¿Trajiste mi pedido?— lanzo mi pregunta hacia el hombre encapuchado situado delante mío.

Sonríe —¿Por quién me tomas, hombre? —saca un paquete bien disimulado, ahora yo sonrío. —¿Nadie te ha seguido? No quiero enterarme que la policía viene a por mi.

Es la tarde y el callejón está más vacío que mi estómago. El traficante frente a mi está nervioso y paranoico. No deja de ver para todos lados, como si buscara a algún policía.

—¿Quién va a venir por unos estúpidos caramelos?

—Sabes muy bien que los Pink Butterfly son ilegales por éste lado del país.

—Si, si. Toma —le extiendo mi dinero. —, y gracias. Te debo una.

—¡Me debes más que una!

Levanto mi pulgar mientras me doy la vuelta.
Me alejo de aquel callejón y comienzo a abrir mi paquete. A la vista aparece una bolsa llena de caramelos rosas en forma de mariposas. Llevo uno a mi boca; siento como el sabor ácido adormece mi lengua.

¡Esto es lo que quería!

Guardo el resto en el paquete y me subo a mi motocicleta. Próximo destino: mi casa.

(...)

—Realmente no entiendo cómo pueden gustarte esos caramelos. Por algo son ilegales, —Mateo está reprochando mi acción de ingerir caramelos ilegales. —¡Tranquilamente podrías fumar marihuana! Es algo más sensato que ingerir un estúpido caramelo ácido.

—Tiene razón, tus caramelos favoritos son pésimos, hermano. —Me comenta mi media hermana; Samantha.

Son ilegales porque adormecen tu lengua y traen efectos secundarios, como que éste órgano pierda el gusto para siempre. Pero de algo hay que morirse, ¿no?

—Ustedes no me comprenden. Lo que no saben es que soy —hago un gesto dramático poniendo mi mano derecha en mi frente. —único y detergente.

—Cállate, me da asco esa frase. —Sam va hasta la nevera y saca un par de cervezas.

Sam tiene 20 años, somos medio hermanos. Su madre se caso con mi padre; la tuvieron a ella, se separaron y dos años después nací yo.
Soy el fruto de una aventura de mi padre.
Samantha tiene ojos verdes y es de piel morena, muy alta y realmente hermosa, carismática y demasiado sarcástica. También es lesbiana, pero esa es otra historia.

Mateo Jonas, pelirrojo, de familia adinerada, ojos marrones, más bajo que yo y con una sonrisa encantadora.

—¿Cómo está yendo tu primera semana de clases? —pregunta Sam.

Yo estoy sentado al lado de Mateo mientras este juega a la Play y Sam está cocinando.

—Me castigaron... —chasqueo la lengua. Siento la mirada de los dos sobre mi —Llegué tarde a clases.

—Pero por una chica. —dice Mateo sabiendo lo que ocurrirá. Sam lo mira rápido — Y nada más ni nada menos que con la amiga de Lucas.

Sam encarna una ceja. Viene hasta mi y me golpea.

—Sabes, odio que nuestros gustos sean iguales. —suspira —Espero la trates bien, sino, intentaré conquistarla.

Comienzo a toser. Mateo y Sam ríen.

—Es solo una amiga. —digo defendiendome.

—¿Y por qué llegaron tarde? —entiendo su pregunta con doble sentido y los miro feo. Mateo levanta los brazos en señal de paz.

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