nineteen: hyejoo's end pt. I

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Iba saliendo de su cita diaria con su psicóloga, dirigiéndose hasta una farmacia para comprar su medicación y, de paso, unas pastillas para su madre quién se encontraba mal de salud.
En el momento en el que estaba por adentrarse a tal lugar, vió salir a Hyejoo, quién pareció no haberlo notado. Tenía puestos unos lentes negros, y sus auriculares que la acompañaban a todas partes. Yuta negó con la cabeza, asumiendo que tal vez se había confundido, y entró a dicha tienda.

Hacía varias semanas que Hyejoo había vuelto a casa de sus padres, luego de una larga charla emocional para los tres, aceptó convivir nuevamente con ellos.
Su estadía en casa de Sicheng no fue lo de menos, al principio todo era muy incómodo, especialmente por la madre de él. La trataba como su hija, y siempre que la recordaba; lloraba.
Su padre nunca estaba en la casa, trabajaba todo el día, y al llegar, cenaba e iba a dormir, para después levantarse temprano en la mañana y seguir con la misma rutina aburrida de siempre.
Pero no puede quejarse, después de todo, le dieron un techo para sobrevivir por casi tres meses.

Hyejoo había ido a comprar unos analgésicos a una farmacia cercana a su casa, ahí se encontró con Yuta, a quién decidió ignorar completamente. No quería dar explicaciones en ese momento, y mucho menos quería hacerle pasar un mal momento al pobre chico.

¿Qué había pasado?

Lo de siempre. Problemas en casa.
Había terminado con un ojo morado, y unos rasguños en la cara que logró cubrir con maquillaje.

[...]

Sicheng y Yuta estaban en un parque jugando como niños pequeños, riéndose entre ellos de sus bromas, pasándola bien. Como nunca antes.

— Sicheng.— habló Yuta, tirándose en el pasto. Éste lo miró curioso.— Quiero confesarte algo.

— ¿Qué pasa Yuta?

— Bueno, yo... No sé cómo decirlo.— el japonés fue interrumpido por el celular de Sicheng. Que oportuno.

— Es Hyejoo.— dijo, mirando la pantalla de su teléfono.— ¿Qué querrá?

— Atendé y te vas a enterar.— el chino rodó los ojos y puso su celular en su oreja.

Hola Hyejoo, ¿cómo estás?

Hola, ¿Sicheng verdad?

Sí, ¿quién habla?

Soy la madre de Hyejoo, sé que ella estuvo viviendo con vos un tiempo.

Así es, ¿ella está bien?

No, estamos yendo al hospital.

¿¡Qué!? Vamos para allá.

Sicheng no le dió explicaciones a Yuta, lo tomó de la mano y comenzó a correr como nunca antes lo había hecho, la desesperación que sentía en ese momento era indescriptible, no quiso saber que le había pasado, prefería descubrirlo en el momento.
Él realmente le tenía aprecio a Hyejoo y, junto con Yuta, es a la única persona a la que nunca le haría daño. Pero al parecer otras personas sí.

Los enamorados llegaron al hospital de la mano, y, cuando se dieron cuenta, se soltaron rápidamente y fueron en busca de la habitación de Hyejoo.

— Hola...— habló Sicheng en un tono agitado.— ¿Podría decirme en qué habitación se encuentra Son Hyejoo?

— Sí, déjeme ver... La señorita Son está en una operación ahora mismo, pero pueden esperar en el pasillo junto al resto de los familiares.— ambos asintieron y fueron directo a la sala de espera, donde estaban los padres de su querida amiga y, para sorpresa, Yoonoh y Dongyoung.

— ¡Sicheng!— gritó la madre de Hyejoo.— Y vos sos Yuta, ¿verdad?— él asintió.— Que bueno que vinieron, estaba muy preocupada por mi hija, yo...

— ¿Qué hacen ustedes acá?— habló Dongyoung.— Sicheng, seguro fuiste vos el responsable.

— Si Sicheng, seguro fuiste vos.— dijo Yoonoh, recibiendo un golpe en el hombro por parte de su amigo.

— No sé de qué hablan, ni siquiera sé que le pasó a Hyejoo.

— No te hagas el que no sabés, boludo.— Sicheng frunció el ceño y decidió ignorarlos.

— Señora, ¿qué le pasó a Hyejoo?

— Bueno, ella, tuvimos una pelea algo fuerte, luego salió de la casa, nosotros nos fuimos y cuando llegamos ella...— no podía terminar de contar la historia porque no lograba contener las lágrimas.— Tuvo una sobredosis con unas pastillas muy fuertes. Cuando nosotros llegamos ella estaba agonizando en el piso.

Sicheng y Yuta sintieron como el mundo se les venía abajo, mientras el japonés lloraba, el chino quedó en blanco, no se movía, no articulaba palabra alguna, estaba completamente inmóvil.

Eso no podía estar pasando. Simplemente no podía.

schizophrenia ★ yuwin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora