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La primera cita

Draco se sentía nervioso. Inusualmente nervioso. Un Malfoy nunca venia acompañado de esa sensación, pero era la única explicación a las veces en que su respiración era irregular.

Y Draco no entendía porqué.

Pansy había comprado panecillos de queso y de jamón, jugo, mermelada y otras cosas que Draco no se preocupó en mirar. Suficiente había tenido con aceptar ir a ese ridículo compartir sin sentido que no podía llamarse cita.

¡Una cita! Eso era impensable, considerando que ambos eran varones. No, por supuesto que no. Era sólo un tonto paseito con el fin de rodearse de matas verdes. Sí, eso. No tenía como objetivo averiguar si había entre ellos una posibilidad para un noviazgo en pos al casamiento, en pos a la luna de miel, en pos al embarazo, en pos a los hijos, en pos al envejecimiento en conjunto, en pos al amor eterno.

¡Tenían pitos! Quienes tienen pitos no pueden hacer bebés en una luna de miel. Draco lo tenía muy claro, él era muy inteligente.

—Aunque pensándolo bien...

—¿Otra vez tú, Draco? ¡Supéralo!

—¡No lo puedo superar! Muy bien podríamos ir a un lugar caro, uno a mi altura ¿sabes? Cualquiera cosa es mejor que ir a comer en un ridículo jardín lleno de mosquitos.

—Draco, eres pobre. ¿De qué altura me estás hablando? ¿La altura que hay debajo de un puente? Porque ese sitio si que está a tu altura —Draco se mordió el labio inferior—. Mira, relájate. Quizás te tiene una sorpresa en ese "tonto jardín". Aunque para prevenir, aquí tienes un repelente de mosquitos.

—¡Pansy! —la miró horrorizado—. Espero no haya mosquitos, será peor que comer encima de pura grama, ya siento que se me quitó el hambre. ¿Y si le digo que tengo diarrea? Pero es que, ¿qué somos? ¿Niños en un plan vacacional? ¿Ecologistas?

—¡Ha llegado! —se escuchó una tercera voz en el exterior de aquella habitación.

—No, mira, ya llegó. Está allá afuera. Toma la canastilla —extendió la pequeña canasta color crema a las manos de Draco, quién lo rechazó.

—Serás tú quien baje con eso. Moriré de la vergüenza si Blaise o algún Zabini me ve —señaló Draco metiendo su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón.

—¿Qué, por qué?

Draco señaló su vestimenta. Un jean ajustado, unas converse y una camisa roja manga larga.

—Aaahh, ya entendí, porque te pareces a la Caperucita Roja —se burló Pansy.

—¡No! —Draco se sonrojó—. Porque me veo elegante para llevar eso, tonta.

Ella sonrió y bajó junto a Draco las escaleras para recorrer los pasillos que llegaban por fin a la salida. Blaise, se encontraba solo en la amplia sala junto a su teléfono celular.

—¿Tus padres no están? —se dirigió a Blaise.

—Acaban de salir —se limitó a responderle a Draco—. ¿A donde van?

La femenina sonrió ampliamente.

—¡Ahora que lo mencionas...!

—No, no, como crees. Sólo saldré yo. Por cierto, estás a cargo, Blaise, ya te sabes el horario. A las tres la sacas a pasear para que haga pipí, o si no se estresa. A las siete le das de comer. Y ya a las diez tiene sueño. La acuestas a dormir con su manta que le traje de París ¿de acuerdo? —respondió Draco saliendo rápidamente para evitar preguntas acerca de su (para nada) cita.

Dulce limón (RESUBIENDO... 💛) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora