Capítulo IV

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Una vez terminé de escribir, me dispuse a entregarle aquella carta a mi
amada, y lo haría como lo hubiesen hecho mis abuelos o incluso mi
padre, de frente a ella, mas, había algo que me decía que no podía
hacerlo; yo vivía considerablemente lejos de donde ella residía, mas
sin embargo yo sabía que ese no era el motivo por el cual mi corazón
me impedía hacerlo.
Finalmente, decidí escuchar a mi corazón y pospuse la entrega de la
carta hasta que se presentara la oportunidad.
El dia siguiente, para mi la sorpresa fue grata, pues por la mañana al
llegar a la escuela, Ivone se encontraba ahí parada en la puerta
principal, esperándome.
- Buenos días – Dijo con voz débil- Lamento mucho lo que te dije
la mañana de ayer por el teléfono, lo que pasaba es que Juan se
encontraba conmigo en aquel momento.
Sus palabras me dejaron mudo, Juan, aquel hombre quien hubiese
tratado de reemplazar a su padre, de quien tanto me había hablado por
su forma cruda y machista de ver y decir las cosas, había regresado de
su viaje de negocios por otro país.
- ¿El mismo Juan de quien tanto me has hablado? – Pregunté
- El mismo – Replicó – Ha vuelto a casa con mi amada madre y
ayer mientras tu llamabas a mi teléfono, él se encontraba
discutiendo conmigo y simplemente el odio y las palabras que me
abstuve de decir, se fueron contigo, enserio lo lamento mucho Richard
- No hay problema – Contesté – Creo que es algo normal, créeme
que hubiese hecho lo mismo
Tal y como mi presentimiento me lo había dicho, no hubiese sido un
momento oportuno de entregar la carta, por tanto, la guardé en uno de
los bolsillos de mi pantalón.
El día continúo con su flujo normal, hablamos como si nada de eso
hubiese pasado y cada vez el respirar me costaba menos, sentía como
de manera involuntaria, ella me hacía olvidarme de mis problemas
simplemente con su acto de presencia, y para mí era bastante
reconfortante el poder mirarla de nuevo a los ojos y observar su
hermoso rostro mientras a mí se dirigía.
A la hora de salir a almorzar, mas o menos a las 10:30 de la mañana,
un sorbo del café que Ivone solía beber, se derramo sobre mi
pantalón y se me hizo una mancha enorme que llegaba desde mi muslo hasta mi rodilla, lo único bueno fue que el café se encontraba
algo frío ya, pues hacía rato que ella lo había comprado
- Enserio discúlpame – dijo ella- No sé qué es lo que me ha
pasado y mi café se ha derramado en tu pantalón, no sabes cuánto
lo siento
- Ni te molestes – contesté – Solo de casualidad, ¿No tendrás una
llamada que me pudieses permitir? Quizá mi abuelo pueda venir y
traerme un pantalón limpio
- Claro – Asintió ella – Aquí tienes mi teléfono
Habiendo llamado a mi abuelo, y recibiendo una respuesta afirmativa,
me dispuse a esperarlo en la puerta de entrada mientras Ivone
aguardaba su llegada conmigo; ella estaba parada de espaldas al sol
mientras los rayos del mismo la rodeaban y su cabello color castaño
brillaba como nunca jamás mis ojos hubiesen podido haber
contemplado; estaba seguro, estaba perdidamente enamorado de ella.
Una vez llego mi abuelo con mi pantalón limpio, fui al baño de los
caballeros para poder cambiarme; al momento de salir, Ivone estaba
ahí, aguadando por mi
- Permíteme tu pantalón sucio -dijo ella- creo que si fue mi culpa
que se haya manchado, lo menos que puedo hacer es lavarlo por ti
- No es ninguna molestia - contesté yo – no te preocupes por eso
que ya me encargaré yo
- Pero por supuesto que no, yo la llene de café y yo me encargaré
de limpiarla, y no es una pregunta, es una aclaración – Replicó
Yo cedí hacía su petición y le permití llevarse mi pantalón para que
ella lo lavase.
Más tarde aquel mismo día, recibí un mensaje de Ivone, pero no era
un mensaje como los habituales, más bien era una foto, algo que me
pareció realmente extraño, pues ella no era una persona de tomarse muchas fotos, y mucho menos de mandármelas, la sorpresa llego
cuando abrí el mensaje y vi una foto de la carta que le había escrito...

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