Megan se ha pasado casi toda la madrugada hablando con sus familiares por el teléfono. Por lo que sé, hace mucho que no los frecuenta desde el último problema que tuvo con su madre. Desde ese entonces las cosas entre su familia y ella han quedado tensas y sin arreglo alguno.
Elisabeth está dormida. Me acerco a ella, observando su pecho subir y bajar pausadamente. Está tranquila y al menos puedo sentirme bien viéndola así. Admiro esa profundidad con la que asimila el sueño. Sin saber nada. Sin conocer nada. Es tan solo una niña que no tiene idea de las cosas. Probablemente cuando crecemos nos hacemos diferentes porque nos vamos dando cuenta de cómo va el mundo. Y como juega el mundo. Y cuantas veces te puede hacer caer sin avisarte.
Escucho pasos detrás de mí y volteo a fijarme. Megan está sobre el borde de la puerta, mirándonos a los dos, con el móvil en la mano y sin expresión alguna. Tan solo mirándonos, como si fuéramos su infinito.
Mis ojos se centran en cada centímetro de su semblante. Frío y tenso. Me asusta verla así. Todo en mí se ha acostumbrado a una Megan diferente y simplemente no puedo soportar un cambio de esa magnitud. Verla destrozada me quiebra a mí mil veces peor. Un millón de veces peor. Ella jamás tendrá idea de cuánto, pero yo sé perfectamente que no puedo manejarlo. Me acerco a ella a pasos lentos, tratando de hallar su mirada en cada paso que doy. Pero Megan no me mira, se ha quedado ida una vez más mirando el horizonte como si tratara de buscar alguna respuesta. Y no me mira hasta que mis dedos tocan su rostro y la beso despacio.
Megan abre los ojos por la sorpresa, por fin la estoy viendo sentir. Y quiero hacerlo mucho más. Así que presiono ambas manos sobre sus caderas y la acerco a mí despacio, pero intenso, chocando su cuerpo contra el mío. Le suelto el cabello, despeinándolo a mi manera y poco a poco ambos nos recostamos sobre la pared detrás de nosotros. Nos detenemos. Ella me mira. Yo hago lo mismo.- Ha tenido un accidente. – suelta de pronto, con la voz quebrándosele en las últimas palabras. Se restriega la nariz y termina por cubrir su rostro. – nadie sabe cómo, cuándo, quién… - levanta los hombros, mostrándome su indignación. Son casi segundos en los que permanecemos mirándonos, hasta que paso a abrazarla fuerte una vez más y estirar los labios para besarle la frente. Megan solloza en voz baja y sé que es porque Eli está durmiendo en la misma habitación.
- ¿Quieres ir a…
- No. – niega decida. – No quiero. – me mira a los ojos y siento terror en su mirada. – estoy bien aquí, contigo, con Elisabeth. No voy a soportar ver a mi madre en un jodido cajón.
- Tal vez eso pueda ayudarte a sentirte mejor.
- No lo creo, Zayn. – vuelve a negar. Su mirada choca contra la mía y sé que está hablando en serio. Asiento sin decirle más, porque sé que aunque utilice la táctica que utilice, ella seguirá negándose.
- Vale. – susurro. Mis manos le acarician el rostro involuntariamente. - ¿te sientes mejor?
- No. – admite Megan, sonriéndome a medias y tratando de contener las lágrimas acumuladas.
Suelta un suspiro al final de la palabra y se limpia las lágrimas rebeldes que se han escapado de sus ojos. – pero pasará, siempre es así. – sube los hombros, asimilando cada sentimiento con valentía. Y es sorprendente. Y la deseo tanto como persona, como mujer, es increíble lo fuerte que puede ser ante tantas cosas.- Yo puedo hacerte sentir mejor. – mi boca se acerca a su oído y mis labios se estiran, besándole el lóbulo de la oreja. Siento la piel de Megan erizarse bajo mis labios y mover ligeramente el cuello. Se ha tensado. - ¿me dejarías…
- Hacer el amor contigo siempre es el mejor antídoto.
- ¿Quién habló de hacer el amor?
- Bueno, si no quieres…