𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗜𝗘𝗖𝗜𝗡𝗨𝗘𝗩𝗘

504 30 0
                                    


— ¡Lo logramos! —susurró Scott, con voz cansina.

No tuve paciencia para evitar girarme tan repentinamente.

— Ahora quiero que se queden aquí y no salgan para «defenderme». Estoy furiosa con todos ustedes, aunque sean buenas personas. Esa imprudencia resulta indescriptible. —ataqué a la manada.

Scott alzó ambas cejas, notoriamente confundido.

— ¡Quiero lanzarlos a esas malditas llamas! Me han condenado a la perpetua melancolía. Cuando deciden aparecerse entonces solo logran estorbarme y no cumplir una simple misión: capturar a Gerard. ¡Sería verdaderamente agradable que no estén metiendo mis narices en condenados asuntos no correspondientes a ustedes!

— ¡Si no fuera por nosotros estarías en manos de Gerard, o peor aún, estarías muerta! —contraatacó Theo, con furia.

Quería matarlos a todos por imprudentes.

— ¡Eh! No es el momento ni lugar para discutir con Isabelle. —se quejó rápidamente Allison, cruzándose de brazos y queriendo mantener un ambiente pacífico. Estaba furiosa conmigo.

— Oh, gracias. Estoy viva. Pero ¡el causante de todo este problema escapó burlándose en nuestros propios rostros! Todos ustedes pudieron detenerlo, pero no lo hicieron. —les grité enfurecida, nuevamente intentando olvidar pensamientos homicidas—. Lárguense a sus habitaciones; no quiero verlos ni oírlos.

— Nyx. —escuché a Lydia decir, intentando calmarme.

Con un simple movimiento de mi mano, aparecieron los temibles Jinetes Fantasma, quienes estuvieron escoltándolos a sus respectivos dormitorios. Avancé hacia los recónditos calabozos donde aguardaban respuestas e incógnitas; miedo, desolación, agonía.

Mi actitud era tan determinada que los guardianes se apartaron, no queriendo molestarme. No saludé siquiera a los subordinados. Caminé rápidamente hacia la celda donde descansaba Peter Hale, con el débil corazón golpeándome con fuerza en el pecho.

Quería verle. Quería estar con él.

Quería desahogarme en sus brazos después de tanto tiempo.

— Hola, tú. Ha pasado mucho tiempo. —saludé, intentando que esa taquicardia no se saliera completamente de control. Tenía, en teoría, al hombre que amaba ante mis ojos.

Él se levantó de la cama de golpe únicamente para mirarme; sus ojos azules se conectaron con los míos y me pareció escucharlo suspirar.

— Estás viva. — sonrió, mirándome con cariño.

— Claro que sí, aunque a consecuencia dejé escapar a Gerard.

Peter suspiró, como si yo lo tuviera harto de ese tipo de respuestas. Se obligó a respirar profundo antes de volver a visualizarme de pies a cabeza, buscando alguna herida en mi anatomía.

Negué con la cabeza, como si leyera sus pensamientos, entonces él se permitió inhalar con tranquilidad.

— Casi nunca vienes a visitarme. ¿Qué te trae por aquí, Nyx? Oh, no. Debería llamarte de otra manera, supongo. ¿Isabelle Montgomery? No hay ningún problema, puedo acostumbrarme a que ahora eres una persona totalmente diferente a la que conocí.

Sentí demasiada vergüenza.

— Te sacaré de este calabozo, Peter. —informé, insertando el código directamente en aquel aparato reposando junto a la grisácea reja. Las manos estaban estremeciéndose sin control. No podía permitir que estuviese encerrado ahí por una eternidad.

El anterior alfa volvió a observarme, sin indiferencia ni rencor, sino natural sorpresa anunciándose en su pálido semblante.

— ¿Por qué justo ahora? Recibirás un castigo. —respondió—. Tengo incontables preguntas situadas a esto. Me necesitaste mucho antes, aunque nunca estuviste dispuesta a liberarme. ¿Qué quieres de mí verdaderamente, Nyx? Tu corazón no es el mismo.

Temblé ante su tono de voz, y abrí las puertas. Peter pronto estuvo aproximándose, tanteando terreno para no encontrar una reacción vengativa, y besó mis labios guardando especial ternura. Lágrimas empezaron a escurrirse por mis mejillas, uniéndose al beso. Como si verdaderamente estuviese hecha de porcelana, me quebranté.

— Ahora mismo quiero dejarte en libertad para aclarar mis propios pensamientos egoístas. —respondí sin querer mentirle.

— Te amo, pero creo que no me amas a mí. —Peter acarició mis pálidas mejillas teniendo bastante ternura—. Nyx Hale, bendito aquel tonto momento en que regresaste a mis brazos; si fuiste mía antes, estoy agradecido. Pero ahora no pareces pertenecer a nadie. ¿En qué has pensado durante todo este tiempo? No tengo tus respuestas.

Cerré los ojos, porque, como siempre, no tenía siquiera respuestas ni intenciones de comprender mis sentimientos. Sebastiën estaba ahí. Mi enamoramiento hacia Scott estuvo desvanecido, nunca regresaría. Peter también era familia, en realidad; un grave pecado.

— Yo no sé si profeso los mismos sentimientos de antes. Siempre he menospreciado todo sentimentalismo. Pero ahora, Peter, no quiero ignorar cada frustración. ¿Permanecerías conmigo?

— Eres egoísta. —musitó.

Peter Hale también había cambiado.  

𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗛𝗮𝗹𝗲²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora