𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢

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«Mi señora, ellos necesitan de usted».

Levanté la mirada del suelo para situarla sobre él, vislumbrando al hombre que interrumpía mis reflexiones matutinas. Nos miramos por interminables segundos, y entonces esbozó una amable sonrisa, naturalmente pidiendo autorización para continuar hablando.

— ¿Ellos quiénes? —mi voz sonó más ronca de lo común.

El hombre esbozó una irónica sonrisa.

— «Usted sabe muy bien a quiénes me refiero. Nos han llegado indispensables reportes sobre humanos conocedores de la existencia sobrenatural. Todos están en graves problemas». —comentó el Jinete Fantasma, sin ánimos de ser nuevamente interrumpido.

— ¿Y qué puedo hacer yo?

— «Mi señora, usted es un ángel. Por lo tanto, tiene poder absoluto. Recordemos que su alma jamás podrá morir, pero su cuerpo sí; tiene posibilidades para regenerarse en un cuerpo humano. ¿Por qué no lo intenta? Funcionaría, tal vez, como con Allison Argent».

Eché la cabeza hacia atrás e iluminé mis ojos violetas en el rápido proceso. Después, arqueé una de mis cejas, y con mi mano derecha comencé a acariciar la silla aterciopelada. Él carraspeó, de nuevo, sintiéndose cohibido por mi postura dominante.

— ¿Cómo se supone que yo haré eso? —pregunté.

— «Hay una leyenda, mi señora, y creo que usted podría recrearla. ¿Por qué no intenta practicarla? Solo requiere bañarse en agua bendita, incentivando sus problemas hasta devolverle la vida».

— Interesante —sonreí—, aunque podría no funcionar.

— «Podría funcionar, sí; tal vez, no».

— Si funciona, tú vendrás conmigo.

Él se quedó callado y solo asintió levemente, obedeciendo mis órdenes.

— «Cumpliré cada orden transmitida, mi señora».

— Después de todo, ¿por qué continúas llamándome así? No me he casado, querido, y jamás podría casarme. —esbocé una irónica sonrisa, tranquilamente observando su expresión avergonzada—. Necesitarás un nombre bonito para acompañarme. ¿Alguna idea?

— «No estoy en condiciones de tener un nombre».

— Lo tendrás. Así que vamos, tienes que preparar ese baño.

En seguida, me incorporé del cómodo sillón para iniciar camino al inestable destino donde arriesgaría mi propia vida. Avancé, sin mucho arrepentimiento, hacia un «renacimiento». 

— Mierda, vaya que estás mal

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— Mierda, vaya que estás mal.

Lydia bosquejó una mueca dolorosa tras vislumbrar a Liam en ese perturbador estado; tirado en el suelo, con una hemorragia notoria, y sangre escurriéndose por su rostro. Cuando se aproximaron para levantarlo, soltó un gruñido debido a las ardientes punzadas.

— Esto está empeorando, ¿verdad? ¡Porque yo digo que sí! —opinó Maison, con bastante preocupación y temor en su tono de voz.

— Te seré sincera, la verdad es que sí. —contestó Allison, negando levemente la cabeza por la indignación.

Liam se sentó en una de las sillas del aula de clases, y se mordió el labio fuertemente para evitar lanzar un jadeo lastimero. Sin embargo, fue en vano, pues ahogó un gruñido golpeando una mesa frente a él.

— Deberíamos irnos —opinó Allison—, debes curarte.

— ¿Saben? Estoy jodidamente harto de dejarme patear la maldita cara por culpa de mi condición.

— Scott tuvo que hacerlo. —replicó Lydia, frunciendo los labios.

El mencionado suspiró. Allison se cruzó se brazos sobre el pecho.

— Vámonos. —dijo Maison, tomando a su amigo del brazo. 

Observé a los muchachos abandonar la secundaria cuidadosamente, temiendo una posible confrontación con desquiciados humanos

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Observé a los muchachos abandonar la secundaria cuidadosamente, temiendo una posible confrontación con desquiciados humanos.

En seguida, humedecí mis labios cuando millones de recuerdos hicieron presencia para fragmentar olvidados pensamientos. Scott lucía tan impetuoso como siempre. Consiguiendo ahogar temores, avancé tranquilamente hacia ellos, con las manos metidas en los bolsillos del elegante abrigo azabache.

— Lo siento, pero ¿quién eres? —inquirió Scott, desconfiado.

Liam gruñó levemente.

— ¿Podemos irnos?

— Te ves bastante mal. —opiné, mirándole de pies a cabeza—. Tengo algunas cosas en mi auto para atenderte.

Lydia alzó la mirada de golpe al escuchar mi voz.

— Tú... —susurró con impresión, demasiado impactada.

— Sin embargo, de no querer entrometidos, podría llevarlos a algún hospital. El muchacho aparenta todo menos sentirse bien. —respondí, acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

— ¿Cómo te llamas y qué mierda quieres? —inquirió Allison con una mirada salvaje, como toda una Argent.

Bosquejé una amable sonrisa, contenta por verla.

— No tenemos tiempo, en serio. ¡Ten un buen día! —habló Stiles bosquejando una mueca, intentando a arrastrar a Liam con él, pero obviamente lo que consiguió fue sacarle un gruñido.

Levanté las manos en señal de rendición.

— Oh, no tengo intenciones de herirlos.

— ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Allison, desconfiada.

—No. —murmuró Lydia, mirándome a la cara.

Esbocé una pequeña sonrisa, de nuevo, y con cuidado quité los lentes oscuros de mi rostro, parpadeando para acostumbrarme a la repentina luminiscencia. Scott McCall no reaccionó bruscamente.

— Pueden llamarme Isabelle. —me presenté, con suavidad—. La señorita Isabelle Montgomery. 




𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗛𝗮𝗹𝗲²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora