𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗜𝗘𝗭

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En el fondo del bosque, donde nadie prestaría debida atención, había gigantescas rocas bloqueando salidas. Estaba también, escrito en letras antiguas, incomprensible para seres humanos, una palabra: «sobrevive». Naturalmente, era un viejo lema angelical cuando pisaban la tierra, avanzando entre humanos. Se hallaba ante nuestros ojos un portal conectando los abismos del purgatorio con el mundo humano. Esta misteriosa entrada pertenece a quien controla la caza fantasma.

Obviamente, me pertenecía a mí.

La manada se detuvo en silencio centímetros detrás de mí, curiosos. Mientras tanto, Sebastiën les vendaba los ojos con bastante cuidado. Pronto fueron él y Lydia quienes tenían conocimiento visual.

— Aquí inicia todo. No se muevan; no hagan nada.

Pude sentir el asentimiento de todos.

En seguida, me agaché frente a esa milenaria roca para recitar algunas palabras antiguas que nadie podría entender: «ad angelum perspiciunt lapsum voluit esse sicut Deus, sui solius amans, quod ex profundis inferni in exilium actus est. Nullum simile Dei». Las chispas bañadas de un azul profundo empezaron a descender sobre la fría tierra, creando una enorme llama azulada. El violeta reinó mis ojos, y extendí mis alas tan fuertemente que retrocedí un paso.

— En el nombre de Dios, ábrase esta puerta. —murmuré.

Pronto, una luz cegadora, resplandeciente y hermosa se apoderó del oscuro lugar, acompañado por una bendita explosión.

Todo se volvió blanco. 

Desplegué mis blanquecinas alas sintiendo una repentina sensación de tranquilidad; las vendas cayeron al suelo, desvaneciéndose

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Desplegué mis blanquecinas alas sintiendo una repentina sensación de tranquilidad; las vendas cayeron al suelo, desvaneciéndose. Todos, a mis espaldas, estaban mirándome asombrados, casi desconfiados. Lydia me vislumbraba con evidente cariño; sus ojos marrones, brillantes. Sabía perfectamente que no podríamos hacer ningún contacto visual mientras mis propios ojos continuaran siendo violetas, angelicales.

En pocas palabras, si nuestras miradas se reencontraban, entonces recordarían absolutamente, y no quería regresar al pasado.

Sebastiën, no teniendo ningún temor, decidió hablar.

— «Bienvenidos al purgatorio, donde yacen las almas purgando eternamente. Un poderoso reino recóndito que está bajo mandato del arcángel divino». —anunció de manera tranquila—. «A partir de este momento, en señal respetuosa, absténganse de realizar algún contacto directo con la señorita Isabelle. La guardia real pronto estará escoltándolos directo a sus dormitorios».

Pocos segundos después, antes de que Scott pudiese decir algo, una inmensa estampada de Jinetes Fantasma, mis subordinados, arrasó suavemente con ellos, dejando vacío aquel lugar. Entonces, sin que pudiese evitarlo, caí de rodillas al suelo sintiendo nulo oxígeno recorriendo mi anatomía.

Fue así como como Dios, sin importar su apariencia o cultura, le dio a entender que era un total pecado lo que había hecho. Nunca debió llevar humanos sobrenaturales al purgatorio.

El ángel caído quería ser como Dios, a causa de su
egoísmo fue desterrado a los abismos del infierno. 

𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗛𝗮𝗹𝗲²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora