𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗤𝗨𝗜𝗡𝗖𝗘

545 38 1
                                    


Estar de pie frente a Gerard me hizo reflexionar sobre muchísimas cosas, pensamientos que creí jamás profesar. Todo parecía injusto. No había motivos contundentes para interesarme por asuntos humanos o sobrenaturales no pertenecientes a mis dominios. Hasta el momento, cometí demasiadas equivocaciones; los arcángeles no me permitirían seguir viviendo después de demostrar sentimientos absurdos. Era una escoria para todas las criaturas divinas.

Extendí mis blanquecinas alas blancas, elevándome sobre el frío suelo. Gerard Argent recordó absolutamente todo vislumbrando mis ojos violáceos y resplandecientes, colmados de vitalidad. Preparó diversas armas mirándome con repulsión, verdadero rencor.

— ¿Sabes una cosa, querida nieta? Siempre he añorado tener las alas de un ángel en mi pared. —sonrió, sádico e inhumano.

— Tendrás que hacerlo sobre mi cadáver, maldito.

Pronto me abalancé sobre él, llevando una fuerza letal conmigo. Él respondió disparando, mientras que esquivaba y atacaba, usando esa evidente ventaja tan beneficiosa. Con movimientos certeros, luego de varios intentos, obtuve suficiente habilidad para tomarlo del cuello y alzarlo sobre el suelo. Gerard llevó sus huesudas manos sobre las mías, emitiendo desesperados jadeos por inhalar oxígeno. No funcionó. Mi fortaleza siempre superaría la suya propia.

— Dios sabe cuánta paciencia y compasión he tenido. Sin embargo, esta vez estás ocasionándome demasiados problemas. —gruñí, harta de oír aquel condenado nombre taladrando mis oídos—. No quería matarte, aunque estoy obligada a hacerlo. Me enorgulleceré de tu repugnante rostro colgado en mi pared.

Gerard bufó de manera silenciosa, quedándose sin oxígeno. Continuaba siendo aquel despiadado cazador no merecedor de misericordia. Quise ofrecerle un bonito puñetazo en el rostro; pero me contuve, porque igualmente estaba a instantes de asesinarlo.

— Soñar no cuesta nada, querida Nyx.

En seguida, saliendo de la nada, disparó directo a mis alas.

Solté un grito atroz arrojando a Gerard bastante lejos, impactando bruscamente contra el suelo. Conseguí aterrizar sobre mis pies; el oro traspasó cada centímetro de piel hasta hacerme sangrar, varias plumas estuvieron desprendiéndose, y esa sangre permaneció impetuosa haciéndose visible. Oía la sanguinaria risa perteneciente al cazador retumbar por toda la habitación; también, escuché una motosierra perturbar aquel ambiente, quería cortar mis queridas alas.

En seguida, sin pensarlo dos veces, planifiqué una manera de salir viva; no pelearía como un ángel, sino como antes. Batallaría con enseñanzas pasadas, ofreciendo todo de mí. Regresaría a ser Nyx Argent. Inmediatamente, escondí esas alas, dando paso a una apariencia humana. Después, estuve aproximándome sin temor; permanecía tan concentrado preparando instrumentos que apenas notó un cuchillo amenazando con cortarle esa repugnante garganta.

— Ahora es mi turno, maldito psicópata. —murmuré en su oído, manteniendo un tono sarcástico e irónico—. No intentes luchar contra fuerzas desconocidas; soy bastante poderosa. Peleamos cual brutos humanos abriéndose camino entre devastación. Suéltalo todo, ¿qué demonios has dicho a todos ellos? ¿Cuál es el propósito?

Gerard sonrió sádico, pese a estar moribundo.

— Sangre de demonio —confesó—, les dije que podrían obtener grandes poderes por encima de cualquier criatura sobrenatural. Siempre has anhelado tener entre tus manos sangre demoníaca, ¿no es así? 

𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗛𝗮𝗹𝗲²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora