Capitulo 61

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Tras el escritorio de roble, había una señora con el pelo cobrizo, enrulado hasta los hombros. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las arrugas en su piel se hicieron más notorias cuando esbozó una sonrisa.

--Pasa, corazón.–dijo amable.--¿Dónde está el señor Martínez? –preguntó al notar que venía sola.

--Lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo.
–me encogí de hombros y ella rió.

--Bueno, muéstrame el trabajo que hicieron.–me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me sentara en una de las sillas frente a su escritorio.

Caminé hasta ella y me senté, entregándole el sobre de fotografías. Ella las sacó del sobre y comenzó a mirarlas.

¿A dónde habrá ido Jesse? ¿Qué era tan importante como para dejarme sola en esto? A menos de que fuera algo de lo que no quería que me enterara. Sacudí levemente la cabeza.

Me estaba volviendo una paranoica. Pero Jesse me daría una explicación.
Posé mi vista en la placa de metal dorado que estaba frente a mí y la leí pasivamente. Katharine González, Editora de la “Notes”. Mantuve mi vista sobre la placa, mientras que la señora González revisaba las fotografías y asentía en gesto de conformidad.

--Son muy buenas fotografías
–dijo y luego me sonrió, mostrándome de nuevo todas esas arruguitas.--Hacen un muy buen trabajo.–abrió su cajón derecho y sacó de allí un recibo. Garabateó en él con un bolígrafo y luego me lo pasó.--Dile a Roxxane que te selle esto y que te diga dónde cobrarlo.

Miré el papel, era el pago por nuestro trabajo. Las cejas se me elevaron al ver la cantidad.

--Fue un placer trabajar con ustedes.–se levantó y yo hice lo mismo, luego me tendió la mano.

--Igualmente –le sonreí.

Salí de aquella oficina y al salir vi a Jesse, que apenas venía llegando.

--¿Ya pasaste? –me preguntó.
Asentí con la cabeza una sola vez y luego me giré hacía Roxxane.

--¿Podrías…?

--Oh, claro
–tomó el papel y lo selló y luego de firmarlo también me lo devolvió.--Lo cobras al fondo del otro pasillo.–me regaló una sonrisa con sus potentes labios rojos.

--Gracias.

Jesse se acercó y tomó el papel.

--¡Vaya! ¿Todo eso para nosotros? –dijo, mirando la cantidad que nos pagarían.

--La mitad para cada quien.–reí, mientras caminábamos hacía el pasillo opuesto.--Por cierto, ¿a dónde fuiste?

--¿Eh? –conocía esa expresión de desentendimiento que ponía cada vez que no quería decir algo.

Entonces la incertidumbre me recorrió el cuerpo.

--¿A dónde fuiste, Jesse? –lo miré, parando mi caminar.

--Ah… saludar.–se encogió de hombros.

--¿A saludar a quien? –fruncí el ceño.

--A una persona con la que ya me había topado antes.

--¿Tiene que ver conmigo? –por un segundo, lo que dura un latido, Noah pasó por mi pensamiento.

--Esa persona jamás te ha vist. –dijo, ya más calmado e hizo que me calmara también.--Anda, ya vamos por nuestro pago.–me instó a seguir caminando hacía el siguiente cubículo.

No sabía por qué, pero la incertidumbre no se iba. Algo me decía que todo eso tenía que ver conmigo. O a lo mejor, de verdad me estaba convirtiendo en una paranoica. No quería hacerme falsas ilusiones en que a lo mejor, Noah también tuviera que ver en esto; pero era algo ilógico. Noah estaba muy lejos y Jesse ni siquiera lo conocía más que en fotos.

Cobramos nuestro dinero y lo repartimos mitad y mitad, luego Jesse me llevó a casa en donde las especulaciones continuaron.
Era una terca, si Jesse me conocía bien sabría que no me iba a dar muy fácil por vencida y que no me iba a quedar de brazos cruzados; además de que era una completa curiosa igual que… Noah. Era inevitable no traerlo a mi pensamiento, vivía allí día y noche y no podía bloquearlo. Pero todo esto sólo se enredaba con tantos nombres, de por sí, eran ya suficientes.

La noche llegó rápido, pero no dispersó mis pensamientos. Tenía que separar todas las cosas que se enredaban en mi cabeza y saber en qué se relacionaban una con la otra. Noah y la canción, Jesse y su misteriosa desaparición en la mañana, Noah, Jesse.

Suspiré y me asomé por la ventana, el cielo oscurecido sostenía un cuarto menguante en lo alto y tuve que pensar en Noah, una vez más. ¿Dónde estaba? Deseaba tener una señal, un lugar, lo que sea. Quería que alguien me dijera que lo había visto, que estaba bien, quería saber cualquier cosa. Pensarlo me hacía recordarlo, a poco más de un mes de haber regresado, tenía su recuerdo nítido en mi mente: sus bellos ojos avellana brillando con luz propia, su cabello perfectamente peinado y castaño, tan suave como espuma en los dedos, sus sonrisas tan mágicas y sus labios… deliciosos.

Suspiré de nuevo y me puse a pensar en Jesse, ya que si seguía dándole luz verde a los pensamientos de Noah, se me iría toda la noche y terminaría llorando. Volví a concentrarme en el asunto de Jesse entonces, recordé lo que le me contestó cuando le pregunté si aquella persona tenía que ver conmigo: “Esa persona jamás te ha visto”. A Jesse no le gustaba mentir a sus amigos, pero cuando no quería decir algo daba una respuesta real pero no acertada. Abrí los ojos de par en par. Entonces aquello sí tenía que ver conmigo, podía apostar a que sí. Pero… ¿de qué forma? Aquella persona tenía que ver conmigo, pero jamás me había visto… todo era tan confuso.

Volví a mirar la luna, Noah, Noah, Noah. ¿Dónde estás? ¿Estará pensando en mí? Me reí, no podía siquiera alejar un minuto mis pensamientos de él. Ya debería de saberlo, es como pedirle a un manzano que no produzca ya sus frutos.

Como sea, tarde o temprano tenía que enterarme de lo que Jesse tramaba; sólo que esperaba que no fuera demasiado tarde.

Manual de lo Prohibido; Noah Centineo. #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora