Capítulo 5

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Angie regresaba con su madre y con Clara después de dejar a Dani en la estación para que tomara el tren de vuelta a la ciudad. Fue una despedida extraña, pues su amigo estaba enfadado por lo de la noche anterior, pero también feliz de que nada malo le hubiera sucedido. Ambos lloraron mientras se abrazaron, prometiéndose que volverían a verse para el cumpleaños de Álex, es decir, a mediados de diciembre.

Clara nada más los observó extrañada. Nunca había experimentado estar en una relación con ese nivel de profundidad. Sus amistades eran nulas y los pocos conocidos que poseía eran lejanos, novios jamás tuvo y lo más cerca que estuvo de una escena así era cuando Elisa y Ben se reunían en el salón de su casa a ver películas.

—¿Cómo os fue en la fiesta de pijama? —les preguntó Valeria sin despegar la mirada de la carretera.

—Estuvo guay —mintió Clara—. No dormimos un minuto.

Angie le agradeció desde sus adentros y se limitó a asentir con la cabeza.

—Fijo que Angie no durmió nada, ¿verdad? —bromeó Valeria.

—Solo una hora —respondió la joven—. ¿Puedo faltar mañana al insti?

—Lo dudo —rio la mujer, un gesto ambiguo que en realidad ocultaba su preocupación—. Clara, ¿te quedas a comer tarta?

Las jóvenes se observaron, Angie seguía teniendo sueño, le dolía la cabeza y solo pensaba en cuan idiota era por hacer lo que hizo. Clara, por su parte, quería escuchar la historia completa de lo que pasó anoche.

—Sí, me apetece —dijo sonriendo.

Angie abrió la ventana, dejando entrar algunas gotas de la fina llovizna que caía, empapándose el rostro con ellas para ver si podía recuperar niveles de consciencia. Al llegar a casa fue su padre quien les abrió la puerta. Nico abrazó a su hija con cariño, y aunque ella lo agradeció, no pudo responderle con el mismo entusiasmo.

Clara y Angie subieron por las escaleras en lo que Valeria y su marido preparaban la tarta y las velas. Una vez dentro de su habitación, la joven se tiró de espaldas a su lecho, haciendo rebotar su cabeza en el colchón. Clara la miró con extrañeza y se sentó en el taburete frente a la cama.

—¿Cómo estás? —le preguntó Clara.

—Jodida —escupió, tratando de imitar el tono de Benny.

—¿Dónde estuviste?

Angie cerró los ojos y frunció los labios.

—Cuando nos despertamos, Raúl se ofreció a llevarme a mi casa. —Tragó saliva—. No quería que supiera donde vivo, así que le pedí que me dejara en el piso de un amigo.

—¿Ben? —inquirió, arqueando una ceja.

—Ajá —musitó—. Fue el único lugar en el que se me ocurrió quedarme.

—No sabía que estuvierais tan unidos.

—No, no. Nada más lo hice porque él me está apoyando con la recuperación de Mates —se justificó.

—A mí también solía ayudarme cuando era novio de Elisa. —Clara resopló y no hizo el intento por disimular su molestia.

Al notarlo, Angie exhaló un suspiro.

Sin quererlo, pensó en lo miserable que era ese día, el día de su cumpleaños número diecisiete, cuando los de años anteriores fueron dignos de un montón de historias en Instagram y de quedarse para siempre en su memoria.

—¡Odio este día! —chilló Angie, sus ojos comenzaron a cristalizarse—. Desearía que mi vida se convirtiera en un bucle infinito, que empezara desde que nací hasta cumplir los dieciséis y de nuevo volviera a repetirse.

Entre estrellas muertas y conspiraciones | Resubiendo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora