Capítulo 12

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Ben observaba con una mueca en el rostro el blíster vacío de sus pastillas. Se acababa de tomar la última, tras casi cinco días sin haberlo hecho. Lo guardó dentro de su empaque y después la metió en el cajón, no quería que nadie se enterara de que ya se terminaron. Eso implicaría una nueva visita al médico; y no lo sentía necesario o le gustaba repetirse que podría vivir sin esa medicina destinada a mejorar su estado de ánimo.

Se acomodó en el puf y sin querer recordó la noche que Angie lo tiró al suelo. Sonrió con amargura y echó la cabeza hacia atrás, mientras pensaba en lo que estaría haciendo ella o si se encontraría bien. En un impulso, se estiró para coger el móvil y abrió por centésima vez en la semana el perfil de la joven. Nunca fue de dárselas de stalker, pero desde que ella le confesó lo de Álex, no podía soportar la tentación de mirar en su Facebook las fotos que su ex pupila no se atrevía a borrar.

Entre aquellas imágenes se encontraba una en la que un muchacho abrazaba la delicada cintura de Angie tras salir de una presentación de ballet. La sonrisa de él lo hizo pensar en las razones que tenía detrás para haber tomado una decisión así. Ambos parecían felices, como él y su novia el año pasado, cuando sin saberlo lo tenían todo.

La puerta de la habitación se abrió y una joven de larga melena oscura entró. Ben bloqueó el móvil al instante, pero aun así supo que su melliza alcanzó a percibir su nerviosismo.

—¿Ángela o Elisa? —interrogó ella, caminó hasta quedar delante del puf y se sentó en un espacio de este, haciendo que su hermano se recorriera un poco—. Depende de lo que me respondas, estaré de buenas o de malas.

—No es nadie. —Resopló—. Ya sé que te cabrea Lis y más aún que volvimos.

—La odio. —Cruzó los brazos—. Pero yo no soy quién para deciros si estuvo bien que hayáis vuelto o no, ya te darás cuenta tú solo.

—Imagino que debo darte las gracias, ¿no? —Intentó sonar igual de borde que siempre, pero no logró más que hacer evidente su desánimo.

—¿Qué te pasa? —preguntó preocupada, giró la cabeza para mirarlo—. A diferencia de ti, yo no soy gilipollas y sé que deberías estar dando saltos de alegría por lo de Lis.

—No puedo saltar.

Bel rodó los ojos ante ese mal chiste.

—Pero sí, estoy que flipo —corrigió él.

—Ajá —masculló, poniendo los ojos en blancos—. Dímelo, si te callas todo nadie va a tocar en tu puerta para ayudarte.

—Vale, pero que esto se quede entre nosotros.

Bel asintió, cambió su postura y observó con atención a su mellizo. Ben desbloqueó su móvil, la fotografía de Angie y Álex seguía ahí, tragó saliva y después entregó el aparato.

—¿Ángela y su exnovio? —inquirió ella con los ojos entrecerrados—. Ya había visto esta foto, incluso tiene mi reacción todavía —le regresó el móvil a Ben—. ¿Qué pasa con ellos?

—Se llamaba Álex Vélez y murió en enero —soltó con dificultad, como si su lengua estuviera fallando.

—Pobre Angie —musitó ella, su expresión cambió por una de tristeza—. Nunca me lo hubiera imaginado, con razón se encontraba tan taciturna últimamente.

—Se suicidó —completó, y se mordió el interior de su mejilla—. Y me siento un gilipollas por no haberme enterado antes.

La joven tragó saliva, intentó contener sus nervios y desechar todos aquellos pensamientos relacionados con ese tema. Cada vez que mencionaban un suicidio, sin querer pensaba en su hermano y el tratamiento que tomaba para una depresión que él se negaba a admitir.

Entre estrellas muertas y conspiraciones | Resubiendo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora