Prólogo.

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Tiff entró a la librería, con el propósito de ir directamente a la sección de lectura clásica. Aunque algunas veces no comprara nada, le gustaba husmear si había algo de nuevo o algún libro que acaparara su atención para, tal vez, la próxima vez que fuera, adquirirlo. Siempre le había gustado revisar cada sección, pero principalmente le gustaban los libros clásicos.

Caminó hacia el estante de lectura clásica y tomó un libro que en seguida reconoció. Los Miserables. Ese libro era muy bueno, lo había leído una sola vez, más no lo tenía en físico, no había podido adquirirlo de dicha manera, por lo cual, lo leyó en una página de la web y le pareció muy interesante el concepto de Víctor Hugo para hacer tal obra que se había convertido en uno de los más grandes clásicos literarios de todos los tiempos. Quería obtenerlo, pero tampoco se podía dar el lujo de gastar sus ahorros en el primer libro que viera. Tal vez otro libro sería mejor y menos costoso, además, lo disfrutaría más, según su punto de vista. Tendría que esperar a ver si había otro libro más interesante para ella, pero si no la había, cabía la posibilidad de que adquiriera Los Miserables, al fin y al cabo, ese libro era muy bueno, realmente bueno.

— ¿Te gusta ese libro? —preguntó un chico castaño señalando aquél artículo que tenía la chica de cabello oscuro en la mano, notando que lo miraba como si fuera el mayor tesoro de todo el mundo. Ella se sobresaltó al percatarse de la presencia de tal chico con aire misterioso, llevándose una mano al pecho. Había sido inesperado, ni siquiera había notado que alguien estaba a su lado, se encontraba muy ocupada inspeccionando el libro que tenía en la mano y con un debate mental entre sí comprarse aquél libro que anhelaba tener o no.

—Es muy bueno —sonrió ésta, calmándose. No parecía un chico con malas intenciones, tal vez sólo quisiera hacerle plática. — ¿Te gusta leer? —preguntó curiosa. Él se limitó a asentir. Ella lo miró un tanto sorprendida.

— ¿Por qué me miras así? —el castaño soltó una carcajada. Le estaba mirando como si fuera un estuche de monerías o un tesoro perdido.

—No a todos los chicos les gusta leer —se limitó a responder con una sonrisa.

—Pero yo no soy todos los chicos.

Ella se echó a reír. Había tratado de sonar superficial y peculiar, lo cual había conseguido, pero claramente no lo había dicho del todo en serio. Él rió con Tiff, aunque fuera una librería, no estaban haciendo tanto escándalo para que les llamaran la atención.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó él mirándola, ahora sin reír.

—Tiff Venturi —se presentó, sonriendo. — ¿El tuyo?

—Harry, Harry Styles —sonrió de vuelta, enseñando uno de sus hoyuelos. —Encantado.

—Igualmente —susurró, sonrojada. Lo peor era que no sabía la razón por la cual se había sonrojado de dicha manera. Pasaron algunos segundos en total silencio, sólo mirándose el uno al otro.

— ¿Lo comprarás? —preguntó el castaño, rompiendo el tentador silencio.

— ¿Disculpa? —preguntó la chica de cabellera negra totalmente confundida.

—El libro, ¿lo comprarás? —explicó Harry.

—Oh —Tiff se golpeó internamente por lo torpe que era. Era obvio que estaba hablando del libro, ¿de qué otra cosa podría estar hablando? —No lo creo, tal vez la próxima vez —Él se limitó a asentir, dándole a entender que comprendía. —Creo que ya es hora de irme —dijo la chica, aunque realmente no quisiera retirarse.

—Puedo acompañarte a casa, si así lo deseas —propuso el chico de una manera amable, como si simplemente quisiera hacer amistad con la chica.

—Acabo de conocerte —intentó no sonar grosera, pero estaba muy apenada. Harry no se veía de malas intenciones, pero también tenía que ser precavida ante todo tipo de situación.

—Si piensas que soy un acosador o un psicópata maniaco, no es así —soltó una risa que contagió a Tiff y ésta soltó una larga carcajada.

—Está bien —contestó al fin la chica, decidida. No pensaba que algo malo le sucedería.

—Genial.

Harry abrió la puerta de la salida y ambos comenzaron a caminar hacia la casa de Tiff. En el trayecto hablaron de algunos temas, como de sus trivialidades, gustos y demás. En algunos momentos se mantuvieron en silencio, pero cuando no, más que nada, charlaron sobre la Literatura y también de la Universidad. Tiff le había comentado a Harry qué tipo de libros le gustaban más. Le reveló que los libros clásicos eran su adoración, pero también los libros de la época moderna le gustaban, no lo podía negar. Eran muy buenos.

Llegaron a casa de Tiff y ella se colocó frente a la puerta.

—Gracias por acompañarme, Harry —las mejillas de Tiff se tiñeron de rojo de la misma manera que en la librería.

—No hay de qué, Tiff —contestó éste sonriendo de lado a lado.

— ¿No quieres pasar? —preguntó ella tímida.

—Me encantaría, pero ya me tengo que ir por unos asuntos de la Universidad —explicó este en forma de disculpa, ella asintió y le dedicó una relajada sonrisa. —Nos vemos luego, Tiff. Un gusto en conocerte.

Harry comenzó a caminar, agitando la mano en forma de despedida, cada vez desapareciendo más del panorama de la chica. Tiff se adentró en su casa y cerró la puerta al ver que el chico que le pareció misterioso e interesante se había retirado de la vivienda. Y ella quería volver a verle. Claro que quería.

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