An unexpected encounter || Capítulo II

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Cuando llegó a la tienda se sorprendió. Era asombroso como la gente compraba la comida sin preocuparse del precio. Cuando llevas un tiempo en la calle, aprendes a valorar mucho más lo que tienes.

Él se había obligado a mirar hasta los céntimos, no le sobraba el dinero para malgastarlo enarcas o en comida no necesaria.

Compró cosas que pudiese comer sin necesidad de cocinar, porque uno: no sabía cocinar, y dos: no tenía cocina.

Otra desventaja de tener trece años y vivir en un almacén abandonado.

Al final cogió fruta, algunas galletas y cosas dulces. Estaba demasiado delgado, necesitaba calorías. Sus clavículas se marcaban debajo de esa sudadera que antes le quedaba bien y ahora le quedaba demasiado ancha. Mínimo había perdido diez kilos durante estos cinco años, aunque hubiese crecido varios centímetros más.

Definitivamente eso no puede ser sano, pensó.

Salió de la tienda con la mochila llena de comida. Eso pocas veces le ocurría. Con lo que tenía podría pasar una semana, y no se había gastado ni la mitad del dinero. Perfecto. Parecía ser su día de suerte, días que no suelen repetirse muy seguido.

Llevó la comida a casa y la dejó encima de la mesa cubierta con una bolsa. Si algo aprendes en las calles es que tú robas, pero los demás también. Así que nunca dejes algo a la vista o puede que cuando vuelvas ya no esté. No sería la primera vez que entran a robarle algo por dejarlo demasiado cerca de la ventana.

Se comió una mandarina y salió a dar una vuelta. Se colocó la capucha. Trepó al tejado y desde allí pasó al edificio de la derecha.

Comenzó a ir de tejado en tejado ágilmente. Siempre había sido muy ágil, pero ahora lo necesitaba para su día a día. Sus días en el circo no solo lo habían hecho extremadamente ágil, sino que también escurridizo.

Estaba anocheciendo, pero aún era temprano. Fue al tejado de uno de los edificios más altos de Gotham. Era preciosa de noche, pero también muy peligrosa. La luz de las farolas iluminaban gran parte de la ciudad, pero los recovecos y esquinas que quedaban en penumbra albergaban a gran parte de los criminales más buscados.

Media hora después comenzó a escuchar voces. Una se le hacía sospechosamente familiar.

-¡Y él me robó la cartera! ¡Lo acababa de ayudar y me roba! ¡Odio esta ciudad!- Y él a sabía quién era, pero ¿qué hacía aquí arriba?

-Ya cállate Wally. Además, ¿por qué un niño te iba a robar el dinero?- Preguntó una voz femenina con molestia. Se estaban acercando.

-¡No lo sé! Solo pude ver que llevaba una cicatriz bastante fea en la mejilla. Se veía vieja, y él es solo un niño.- Respondió el tal Wally.

-Pobrecito... ¿No os preguntáis cómo se la habrá hecho?- Preguntó otra chica, pero esta era diferente. Tenía la voz más melodiosa que había escuchado nunca. Una punzada de dolor recorrió el cuerpo de Dick, esa voz tan suave le recordó a su madre.

Se estaban acercando demasiado a él, así que salió corriendo lo más rápido y silencioso que pudo ocultándose lo más posible entre las sombras.

-¡Hey! ¡Ahí había alguien! ¡Y ha escapado!- Gritó otro chico. Parecía el líder, su voz demostraba confianza.

Lo habían descubierto, y Dick lo sabía. Corrió lo más rápido que pudo sin mirar atrás, pero ellos eran demasiado rápidos.

Por correr la capucha se deslizó hacia atrás, dejando al descubierto su cabello rebelde y despeinado, como siempre. Por más que intentase peinarlo o arreglarlo parecía que lo empeorase más, así que se rindió hace ya un tiempo.

De repente, cuatro sombras cayeron delante de él. La más grande estaba situada delante de los otros tres, que estaban un paso detrás de él. Paró en seco y los chicos detrás de él habían imitado su repentina acción. Los dos grupos de héroes lo habían atrapado.

Miró a quien había caído enfrente y vió que era nada más ni nada menos que Batman. Eso solo significaba una cosa: los chicos que estaban detrás de él eran la Young Justice.

Buscó una salida por dónde escapar y sólo había logrado visualizar un edificio bastante separado del que se encontraban en ese momento. Se lo pensó poco y salió disparado hacia allí. Cuando estaba en el aire, hizo una voltereta en el aire de la que sus padres estarían orgullosos y consiguió llegar al otro lado.

Se giró para ver que los chicos estaban impresionados. Ninguno se había movido, solo lo observaban con miradas penetrantes. Intentando averiguar si soy de los buenos, pensó. No perdió más tiempo y corrió como nunca había corrido hacia el lado contrario del que se encontraban las figuras intimidantes.

Varias veces miró hacia atrás para ver si le seguían, pero nadie lo hacía. Estaba fuera de peligro, o eso pensaba.

Volvió al almacén y se sentó en el colchón. Jadeaba. Había corrido varios kilómetros seguidos. Se desvió un poco por si acaso, con Batman y sus compañeros nunca se sabe.

Cuando consiguió regular su respiración se quitó la sudadera y la dejó en una silla cercana al escritorio donde tenía la comida escondida. Agarró un par de galletas y se las comió. Su estómago rugía pidiendo comida. Había exigido demasiado para su estado físico deplorable actual.

Cuando se sació, se tumbó en el colchón. Miró el techo y se quedó pensando. No comprendía por qué ellos lo perseguían. No había robado en toda la tarde, cosa que era un logro. Aunque a veces consiguiese dinero, nunca era suficiente.

Al final llegó a la conclusión de que había sido un error. Estaban buscando a alguien más y lo confundieron con esa persona, pero algo muy dentro de él le decía que eso no era así.

Me buscaban a mí, pero ¿por qué?


-Aria Grayson

•The Mysterious Boy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora