C.4

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Después de la vacaciones, empezaban las clases. Estaban ya en 5to grado.

El tiempo pasó rápido, Emily sentía que no había pasado nada de tiempo con su nuevo amigo.

Poniéndose su uniforme rápidamente, bajó a desayunar cómo un rayo. Estaba feliz porque iría a la escuela; ¡Junto a Kuro!

— Come despacio. — Advirtió Arthur, leyendo tranquilamente el periódico.

— Yja log seh!

— ¡No hables con la boca abierta!

— ¡Emily, se nos hace tarde! ¡Apresúrate! — Estaban sobre la hora, no iba a dejar que su hermana llegara tarde el primer día de clases.

— ¡Ya sé, espera un momento!

La rubia no se decidía por cual hebilla usar.
Quería verse bien para la escuela.
No podía decidir, tomó la primera que vió; una estrella roja, la colocó en su cabello y corrió hacía la puerta donde la esperaba su hermano.

— ¿Dónde está Kuro? — Emily no veía el auto de los padres del japonés.

— Ya se habrá ido, ¡Por qué te tardaste en elegir una hebilla!

— ¡Tu llegaste tarde una vez por elegir una corbata! Además, ¡Elegiste la más fea!

Era normal en ellos. Los vecinos de al frente estaban acostumbrados a las ocurrencias de la menor, la saludaron amablemente deseándole un buen día.

Subieron al auto y Arthur aceleró rápidamente.

Al final, llegaron sobre la hora. Emily entró al establecimiento, buscando con la mirada a Kuro. No lo encontró.

Ya en el aula de clases, Emily rápidamente hizo amigos.

— Clase, silencio. — La maestra cesó el bullicio de los menores. — Hoy tenemos un nuevo compañero. — Anunció. — Es extranjero, pasa.

Y allí aparecieron esos ojos escarlatas que tanto habían cautivado a Emily; por supuesto, era Kuro.

Los demás pequeños empezaron a susurrar.
Pero Emily le hizo caso omiso a aquellos susurros.

— Siéntate allí atrás, detrás de Emily.

Kuro caminó hacía su asiento, Emily no podía  despegar su mirada de él.

— Hola. — Susurró. Emily sonrió ante su saludo, se estaba poniendo nerviosa.

En el receso, Emily fue separada de Kuro por unas niñas que querían jugar con ella. Ella accedió, obviamente; pero aún así no podía quitar sus ojos del japonés.

Por otra parte, unos niños se acercaron a Kuro. Levantó la mirada de su libro, sereno. — ¿Qué es lo que quieren?

— Escuché que eres japonés. — Habló el que parecía ser el líder de aquellos enanos.

— Sí, ¿Y?

— Mi papá dice que los japoneses son cucarachas. — Decía el niño, con aire de grandeza.

— ¿Y que me importa a mí lo que diga tu padre? — Kuro era paciente, pero aquel niño lo hacía querer golpearlo.

— ¿No sabes quién es? ¡Es el mejor abogado de está ciudad!

— ¿Y...?

— Tch. No eres más que basura. Tus ojos son horribles.

Emily, desde donde estaba,vió que algo malo estaba pasando. Rápidamente se levantó

— ¿Donde vas, Emily? ¡No te metas en las cosas de niños! — Dijo una de las niñas con las que jugaba.

— ¿Por qué me insultas? — Inquirió el japonés, hastiado.

— ¡Porque eres basura!

— Oye, déjalo. — Emily se colocó entre ellos dos. Desafiando con la mirada al otro.

— ¿Y tú qué te metes? Solamente eres una niña.

— ¿Qué tiene que sea una niña? — Emily y Kuro realmente no entendían la lógica de aquel niño.

— Las niñas son débiles. Eso dice mi papá.

— Entonces tu padre es un tonto. — ¿Débiles? ¿Y él quien se creía?

— ¡Oye!

— Deja de molestarnos. Vámonos, Kuro.

Emily tomó la mano de su amigo y caminaron hacía una banca alejada de aquel grupo. Kuro se sorprendió por el actuar de la estadounidense, le gustaba aquella actitud.

— ¿Estás bien?  — Preguntó con un tono de preocupación Emily una vez que llegaron a sentarse.

— Sí, lo estoy.

— ¿Qué lees?

— Sigo leyendo Romeo y Julieta.

— Si te gusta tanto, entonces debería leerlo, ¿No crees?  — Emily le regaló una sonrisa sincera, ladeando la cabeza.

— Si eso quieres, puedo prestarte una copia. — Aunque no lo demostraba, Kuro estaba feliz. Le encantaría leer junto a Emily.

— Volvamos juntos después del colegio. — Dijo, quizá su hermano podría llevarlos a los dos de paseo. 


En Tren. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora