—¡Pinche güero pendejo!— le grité y le empecé a pegar con mis cocoles. El Santi ya no se estaba riendo—¡Vete a la mierda! ¡Acabas de ensuciar mi blusa favorita, pedazo de mierda!
Él se protegía con lo que quedaba de mi plato y me intentaba atacar con el tenedor. Pero le estaba pegando tan fuerte que los cocoles ya se habían abollado. Y para acabarla ya no tenía más dinero para comprar otros pinches cocoles. Mi mamá me iba a dar de a putazos cuando llegara, para empezar por haber dejado al Santi con el Ashton y después, por haber abollado los cocoles.
—Magda— me llamó mi hermano—. Yo quiero un elote.
—¡No, Santiago! Ya no tengo dinero— le grité mientras le seguía pegando a Ashton—. ¡Y ya nos vamos, así que agarra tus cosas!
—¿Qué cosas?— reprochó Santi.
—¡Que ya nos vamos, hombre!— lo agarré del brazo y me dirigí a Ashton:— Y tú me debes unos pinches plátanos, pendejo.
Me alejé bien emputada, con el Santi de la mano y casi corriendo y escuché a Ashton gritar:
—¡Cuando quieras! ¡Pero dame tu número!
Solamente volteé y le enseñé el dedo de en medio.
Estábamos tan cerca del puesto de los elotes que el pinche Santi empezó a mamar de nuevo, repitiendo la misma frase: «Magda, mi elote».
Y entonces escuché esa voz magnífica.
—Hola, Magda.
Era el chico de la lavandería, Lalo. Mi crush desde hacía años. El chico perfecto. Lalo era alto, moreno, pero no tanto como mi primo Calum y tenía unos hoyuelos hermosos, pero no tanto como los del wey que me tiró los plátanos... espera, ¿qué dije?
—Ah, hola, Lalo— cambié de tono repentinamente—, ¿Cómo est...
—¡Magda, luego ligas, mi elote!
—Santi— dije suavemente fingiendo amabilidad—. No tengo dinero.
—Para qué te compras tus cochinos plátanos si se iban a ir a la basura. Me hubieras comprado mi elote— dijo Santi y me sacó la lengua.
—Y...¿cómo has estado, Lalo?— dije ignorando al Santi.
—Muy bien. Acabo de volver de Europa y extrañaba estas hermosas costumbres mexicanas. Ya sabes amo las ferias y las fiestas de las Iglesias. Estaba harto de la estúpidas personas en Ibiza que solo estaban de peda en peda.
Puta madre era casi, casi perfecto
—Hu-hum, si esas personas son de lo peor, yo también amo las fiestas de los santos y las ferias...
—Pero tu le dijiste a mi ama que te cagaban estas fies...
Puse una mano en el hocico del Santi. Pinche mamoncito chismoso.
—Ya tenemos que irnos, Lalo.
—Mi elote, Magdalena.
—¡Que no tenemos dineeeeeeero, Sant...
—No le grites, Magda— interrumpió el perfecto, digo, Lalo—. Yo sé lo compro.
—No hace falta, Lalo. Mañana vamos a volver.
No vamos a volver.
—Esta bien, entonces se lo compro hoy y me lo pagas mañana— dijo descaradamente.
—No, no, no, Lalo— no quería volver a la feria al día siguiente. Pinche ferias me cargaban y si Lalo le compraba su puto elote al Santi tendría que volver para pagarlo.
—Vamos, Magda— insistió—. Y de paso, tal vez podríamos pasar tu y yo por algunos juegos y pasar un rato juntos.
No pos' si no era nomás para pagar el elote pues si.
—Esta bien, pues— me resigné—, vamos por tu elote, Santi.
—YEEEEEEEEI
Pinche Santi, me acababa de conseguir una cita con el Lalo.
Fuimos por el elote de Santi y el maricón lo pidió con chile del que no pica.
Ya eran casi las nueve, y el mamoncito se tenía que ir a dormir, entonces nos empezamos a despedir de Lalo.
—Dale las gracias a Lalo y despídete— le pedí a mi hermano. Santi lo hizo e incluso lo abrazó.
—Adiós, Magda— me dijo Lalo.
—Adiós, gracias— le sonreí—. Nos vemos mañana.
—Aquí a las siete y media.
Y se estaba acercando a mi. Podía ver sus pestañas muy cerca y estaba segura de que iba a besarme. Estábamos tan solo separados por unos milímetros, podía sentir su respiración. Y entonces sucedió.
Llegó ese pinche güerito greñas locas.
—Magda, ya perdóname— era su pinche voz inconfundible y cagada como su risa— Ya no había plátanos, pero te compré unas alitas.
Había cagado mi beso de película. Le iba a meter sus pinches alitas por el culo.
Pinche Ashton.
Nota de las autoras:
Esta idea surgió de leer algunas historias de los pendejos como mexicanos. No tenemos intenciones de copiar a otros autores pero quisimos escribir algo similar porque tomamos esas historia como una inspiración.
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El wey de la feria (#1)
FanfictionSe me antojaron unos plátanos fritos pero un wey me los embarró. Me las va a pagar... pero nunca pensé que me lo pagaría enamorándome. Humor mexicano. Ashton Irwin Fic