VIII

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Íbamos de camino a la perra panadería por perros bolillos, ya que por perra culpa del pendejote del Ashton y del Tony mis roles habían valido camote y no nos alcanzaba para algo más. Mi jefa me había dado 50 varos para los putos roles y costaron $34, así que si mis clases de matemáticas sirvieron de algo me quedaban solo $16. Por lo que iba a ir por 10 bolillos de a $1.50. A ver si mi jefecita me dejaba prepararlos con cajeta.

El Ashton traía al Santi como papalote porque ya era bien tarde y mi jefa nos iba a cagar a los tres por tardarnos tanto. Y para colmo el pinche Santi traía sus Crocs y chancleaba porque mi jefa se las había comprado más grandes para después no tener que gastar en otras.

—Ustedes quédense aquí en lo que yo entro— les dije al Ashton y a mi carnalito—. Mucho ayuda el que no estorba—. No les deje replicar y me di media vuelta ya hasta la madre de este puto día de mierda.

Agarre una charola y unas pinzas de mala gana y fui en busca de los bolillos. Cuando divisé mi objetivo me encamine como pedo hacia allá, pero una puta doña gorda que siempre se queda chismeando con mi mamá agarró un chingo de bolillos para satisfacer su hambre de ballena dejando solo un huerfanito, el pobre estaba todo aplastado, como mis sueños y como la vida del Tony. Para no dejarlo solito, estiré mi pinza y ya estaba a punto de ponerlo sobre mi charolita, cuando otro pendejo se me adelantó y agarró el último pinche bolillito aplastado. Cuando volteé a ver al pendejo este dije: ¡Santa Cachucha! Era el Lalo.

Decidí ignorarlo porque él me ignoraba a mi. Y ya me iba a salir de la panadería bien resignada, ya casi sintiendo los putazos de mi jefa en la jeta...

—Ya nomás 15 minutos y salen otros bolillitos— me dijo el compa que trabajaba ahí—. Si te esperas tantito, salen rete calientitos. 

Me emperré más que el día que me enteré que iba a tener un hermano. Pero el miedo a mi jefa  y su chancla era mayor.

—¡Hey, wey!— me asomé en la entradita a grítale al Ashton—. ¡Culero!— por más que le llamaba, este greñas locas andaba haciéndose pendejo con un perrito que vivía afuera de la panadería, era callejero pero todos le decíamos Chabeculo y toda la colonia lo quería mucho.

Al perrito, no al Ashton.

Como no me hizo caso, salí y fui directo a darle un jalón en sus greñas, llamando su atención.

—Ora, ¿Qué pedo? ¿Qué pedo?— me reclamó y me intentó abrazar.

—Ábrete, cabrón— lo empujé, volteando a ver que el Lalo no hubiera visto nada—. Ni me pelas, y ahí andas de pegostioso.

—Ni que fueras plátano— se burló de mi.

—Ciérralo, el Ashton— lo callé—. Nomás vine a pedirte que vayas con mi jefa y le digas que ya no hay pan en ningún lado y que los bolillos salen en 15 minutos.

—Ta bien, pues— ya se iba muy campante, pero lo volví a jalar de las greñas.

—No la vayas a cagar, mencionando al Tony— le advertí y aproveché para decirle al Santi:— Ni tu, pinche mamoncito chismoso.

—Que si, chingaaaaa...

—Cálmate, pinche huerco estorboso— ya me estaba encabronando otra vez—. O le digo a mi jefa que te diste un beso con la Michel, donde que esa morita le cae mal a mi amá...

—Ah pero si el Tony— atacó el mamoncito.

—¡Uy! Entonces el único novio que le va a caer bien a tu mamá soy yo— se quiso hacer el chistoso el Ashton, pero como mi paciencia ya no existía, le di una patada en la espinilla.

—Das el puto recado, eh culero—. Ya no me quede a escuchar su respuesta y me metí a formarme para cuando llegaran los pinches bolillos atacar.

Me puse del lado opuesto de dónde estaba el Lalo y me asomé rápidamente a la ventana pa ver si el Ashton ya se había abierto. Como ya no vi rastro de sus greñas locas me relaje.

El Lalo nomás me estaba ver y ver, lo cual me incomodó, al final se infló sus huevecillos y se armó de valor para acercarse a hablarme:

—¿Ya te soltaron la correa?— me miró desafiante.

—¿Ya vas a dejar de estar de princesa?— le regresé la mirada.

—Tu empezaste de culera, Magda.

—Wey, tú te pusiste tus moños para hablarme cuando yo no hice nada malo—. De por si ya andaba bien emperrada y este pendejo solo me ponía más de malas. Y nada mas para molestar le dije wey porque a la nena no le gustaba que lo llamara así.

Wey— me devolvió el apodo de mala gana—Me gustabas, Magda. Me gustas. Y cuando te invité a salir, llegó este vato y me dice que es tu novio— puso los ojos en blanco.

—No mames, Lalo— entrecerré los ojos ya cansada de esta conversación—. ¿De verdad crees que yo andaría con él?

Embeces dudaba que me siguiera gustando el Lalo, porque pensaba mucho en el Ashton; pero había estado tanto tiempo enamorada del Lalo que no me podía dar por vencida. Aunque si estaba bien buenote el Ashton... pero pasando los años va a tener una panzota chelera y aunque su risa era bien castrosa igual que él, me alegraba el día... ¡mierda, Magda. No!

Lalo desvió su mirada hacia la salida y me contestó:

—¿Y por qué no lo harías?

—Pues no mames, nada más salgo con él porque anda de lamehuevos con mi amá y con el Santi— me quejé—. A parte le cae bien a mi jefa porque doña Olga fue madrina de carpa en una fiesta del Santi. Yo ni topo a ese vato, pfff, ¿Achton? Ese nombre no me suena— me reí sarcásticamente.

—Entonces, ¿no ha pasado nada entre ustedes?

Un beso no era nada, ¿o si?

—No, nada— le aseguré aunque me arrepentí en corto.

—Me alegra saber eso— escuché la voz pitera del Ashton detrás de mi.

Y como al final de cada capítulo, la cagué.

Nota de las autoras:
Una disculpita por la tardanza. No habíamos actualizado, pero la historia del Ashton y la Magda aún no acaba.
Btw, ¿alguien más ira a ver a 5sos en agosto en el palacio de los deportes?
Esta idea surgió de leer algunas historias de los pendejos como mexicanos. No tenemos intenciones de copiar a otros autores pero quisimos escribir algo similar porque tomamos esas historia como una inspiración.

El wey de la feria (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora