IV

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Iba caminando hacia mi casa regresando del mercado, en la tarde. En eso, mi jefa me marcó para que pasara por el traje de mi apa para la boda de mi primo Kevin y su prometida la Camila el sábado. Y el pinche traje estaba con el culero del Lalo en la lavandería de su lavandera madre. Pues ni pei, tendría que ir si no mi ama me partiría la madre. Y llegué a la conclusión de que no quería eso.

Llegué a la lavandería y evité voltear al otro lado de la calle para no ver al pinche Ashton en su pinche farmacia de mierda. Seguramente se estaba haciendo pendejo mientras Lalito bb trapeaba el piso de la lavandería. Se veía tan bien sudando y empapado... por el agua de trapeador, se parecía a William Levy en una de esas revistas que guardaba mi ama abajo de su cama.

—¿Me puedes entregar el encargo del saco gris de mi papá?

—¿Tienes tú recibo?— me preguntó distante.

—Uy que seriedad.

—Es mi obligación pedir el recibo— me contestó ignorando mi comentario.

Rebusqué entre mis cosas el pinché recibo de mierda y no estaba, entonces le marqué a mi mamá:

— ¿Jefa? El de la lavandería... Si, mamá, Lalo... pues porque atiende la lavandería— giré los ojos ante el regaño de mi madre—. No, mamá ya no somos amigos... Pues porque no... ¿Sabe que ama? Yo lo resuelvo. Mejor vaya a checar que está haciendo el Santi, la otra vez le encontré una revista de viejas encueradas y me dijo que su amigo el Iker Ozuna se la había regalado.

Colgué y me dirigí a Lalo.

—Ya wey, chinga, es un pinche recibo, mi jefa me va a putear si no le llevo el traje a mi papá...

—Lo siento, Magdalena. No puedo entregarte nada sin recibo.

—¡Ay ya! Si te vas a poner así, mejor ni me des nada a la verga.

Me salí bien emputada y ni me importó pasar al lado de la puta farmacia, aunque mi plan era rodear la calle para no pasar por ahí. Y de todos modos me encontré al Ashton pisteando.

—Yo si te daría amoxicilina sin receta, te convengo bebé—. Dijo y me agarró desprevenida de la cintura. Y me intentó acercar a él pero le di un manotazo y se alejó— por cierto, ya hablé con tu ama, lastima chikistrikis, me tendrás que hacer compañia. ¿Te vas a subir al "tren del amor" conmigo, bombón?— me sonrío pícaro, levantándome las cejas.

—¡No me digas bombón!, así me decía mi ex.

—¿Lo conozco?

—Seguramente si, es un vago como tú— lo barrí con la mirada—. Se llama Tony...

—¡¿Andabas con "el pelón"?!— preguntó muy sorprendido. Casi boquiabierto.

—¿Algún problema?

—Andabas con ese wey, ¿y no quieres andar conmigo?— negó con la cabeza entrecerrando los ojos, indignado.

—Él si me conquistó... aguanta, ¿y tú de dónde lo conoces?

—Antes iba a echar cascaritas en el parque, pero desde que les compra mota a los de los micros, ya no es el mismo— suspiró—. Éramos muy amigos, tiene un lunar muy chistoso en las nachas.

—Ew, ¿y tú cómo sabes?— a ese punto ya estábamos sentados en la banqueta y ya le había dado un trago a su cerveza, que por cierto, estaba quemada.

—No me digas que no le has visto las nalgas— me arrebató su cerveza al ver la cara que hice por el sabor.

—No mames, Ashton— le dije evadiendo su comentario—. Si vas a pistear, primero ve que tus putas cervezas no estén quemadas. ¿De donde las sacaste? Seguro te la vendió Don Amado. Ese ñor vende puras cosas caducadas, la otra vez me vendió unos churrumais vencidos y por eso fui por el Pepto-Bismol a tu pinche farmacia.

El wey de la feria (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora