VII

100 10 0
                                    

El Ashton estaba en la esquina con mi hermano tomándolo de la mano.

—¿Qué hacen aquí?— pregunté aliviada.

—Nos mandaron a buscarte porque ya te habías tardado— contestó el Santi viendo al Tony porque mi mamá ya nos había advertido que no nos acercáramos a él, ninguno.

El Ashton me tomó del brazo y me pasó para atrás con el Santi:

—Ya mete al Santi que hace un chingo de frío, Magda— señaló hacia la casa que estaba a unos metros de donde estábamos—. Ahorita los alcanzo— dijo dirigiendo la mirada a su antiguo grupo de amigos.

—No te vayas, Magda. Aún no terminamos de hablar— interrumpió el Tony dando un paso hacia mi, que ya había avanzado unos cuantos pasos. El Ashton se interpuso cuando el Tony intentó acercarse.

—Ya, wey. Déjala que se vaya. Su hermano tiene frío y su jefa ya está preocupada.

—No seas ojete, ni siquiera terminó bien conmigo. Deja que hablemos rápido.

Creí que ya era momento de que interfiriera yo en la discusión.

—Bueno ya. Contigo no tengo nada de que hablar, y tú Ashton ya sácate a la verga—. Sentí como el Santi me apretaba la mano en señal de que ya se quería ir—. Ya nos tenemos que meter.

Dicho eso, el Tony paso de largo al Ashton y me tomo del brazo bruscamente pero sin lastimarme.

—Solo dime, por qué ya no quisistes andar conmigo, Magda.

El Ashton ya se veía emperrado conmigo por no meterme y con ese wey por no dejarme en paz. Entonces se acercó y quito su mano de mi brazo. Por si no recuerdan, aún era domingo por la noche y la feria seguía ahí. La gente ya se estaba dando cuenta que se estaba armando un pedo, pero no fue hasta que el Tony le dio un putazo al Ashton en la cara que la gente, asustada, empezó a bajar de los juegos a sus bendiciones. El Ashton aunque se veía bien emputado intentó calmar al Tony diciéndole que el Santi y más niños estaban cerca. Sin embargo, al Tony le valió pito y le dio un empujón al Ashton haciéndolo chocar con un poste. Al ver que el Ashton ya no se iba a controlar le di los roles al Santi y le dije que se subiera a la banqueta para poder acercarme a intentar separarlos. Cuando ya estaba a unos pasos de distancia el Ashton ya le había soltado un par de madrazos en la jeta y el Tony sujetó al Ashton para llevarlo al suelo. Cuando ambos cayeron sus amigos del Tony agarraron al Ashton por los brazos, de modo que quedó expuesto a los putazos del Tony, quien se puso encima de él y le azotó la cabeza en el cemento del piso, hizo que el Ashton se apendejara por un momento y entonces yo me canse de gritarles que dejaran al Ashton y me acerqué a intentar quitar al Tony de encima. Como no lo logré, tomé de las greñas a uno de sus amigos y lo tiré de lado, dándole una patada en la cabeza, normalmente no me atrevería a golpear a uno de sus amigos, pero no quería que se putearan al Ashton. Cuando el Tony vio que había tirado a una de sus perras, dio al Ashton el tiempo suficiente para que con su brazo libre le diera un señor madrazo en la nuca, poniéndolo fuera de combate. Cuando el otro amigo vio que ahora el Ashton era el que estaba encima del Tony le intentó dar unas patadas para quitárselo de encima. Pero en eso, escuchamos las sirenas de unas patrullas. Y nos dimos cuenta que las doñas chismosas del puesto de elotes ya habían llamado a la tira y estaba cerca.

—¡Tony!— le gritó su amigo al Tony que ya se había recuperado y estaba intentado esquivar los golpes del Ashton—¡Ahí viene la tira, wey! Recuerda que esta era la última o te metían al bote, carnal. Ya bájale de huevos y hay que pelarnos antes de que lleguen.

El Tony no le hizo caso y mucho menos el Ashton. Pero fue suficiente cuando tomé su hombro y le dije:

—Ya Ashton, es suficiente. Ahí viene la policía.
No respondió nada, pero se apartó del Tony lentamente.

Inmediatamente, llegó la policía y al ver al Tony dedujeron la situación.

—¿Otra vez tú, Antonio?

Fue suficiente la explicación de los hechos para que arrestaran al Tony por varios delitos que ya se le habían juntado y que amenazaran al Ashton para que ya no hiciera nada malo. Al irse la policía, el Santi llegó a abrazar todo asustado al Ashton y con lágrimas en los ojos le pregunto:

—¿Te duele?

Pinche mamonsito lame-huevos. Pues, al chile, quien no quiere lamerle los huevos a ese wey... ¿digo qué?

El Ashton solo se agachó para devolverle el abrazo y le dijo que lo disculpara y le prometió un bolillo para el susto.

Cuando se separaron me di cuenta que el Santi ya no traía los roles que habían causado todo este pedo.

—Santi...— lo llame. Él me volteo a ver aún abrazando al Ashton—. ¿Dónde están los roles de mi ama?

Santi se volvió y señaló la banqueta en donde había pasado todo el desmadre y se veía el paquete morado de los roles todo apachurrado y con el pan embarrado en el piso.

—Vale verga, mi ama me puteará de nuevo...

Nota de las autoras:
Capítulo largo...
Esta idea surgió de leer algunas historias de los pendejos como mexicanos. No tenemos intenciones de copiar a otros autores pero quisimos escribir algo similar porque tomamos esas historia como una inspiración.

El wey de la feria (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora