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Era obvio que Travis no iría. Con su pierna rota y sin novia a la cual presumir sería cómo asistir por voluntad propia al matadero.

Claro, lo mismo se podría aplicar a mí, pero hay una diferencia entre Travis y yo. Y es que yo tengo respaldo, el equipo está conmigo, aunque todos me odiaran en mayor o menor medida.

Da igual.

Al llegar a la fiesta fue cómo si todos se quedaran en silencio (aunque técnicamente la música seguía sonando como si nada). La gente me miraba y traté de fingir que eso me afectaba, aunque la verdad solo estaba aburrido hasta la muerte entre ese montón de bestias que presumían su virilidad frente a sus conquistas. Me molestaban tanto que se las quité a todas.

Era el último día, así que me permití sentarme en una mesa grande mientras hablaba con las chicas. Todas estaban deslumbrantes, parecían listas para comerse al mundo, o para comerme a mí si se daba la oportunidad, sin embargo, no podía darme el lujo de elegir una, las demás estarían decepcionadas. 





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Tu mejor amigo que te amaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora