Capítulo 2: En blanco

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Anna despertó con el dolor de cabeza golpeteándole en las sienes en una especie de martilleo furioso que lograba desconcertarla lo suficiente como para que abrir los ojos fuera todo un esfuerzo. Escuchaba sonidos indescifrables a su alrededor, que se mezclaban con la molesta luz y ese terrible dolor que experimentaba en su sien y recorria toda su espalda extendiéndose por su cuerpo.
Mientras parpadeaba, las imágenes que se presentaban ante ella resultaban del todo borrosas y no le permitían tener una idea lo bastante clara como para identificar el sitio en el que se encontraba. Había un recuerdo, suspendido en su mente, aferrándose justo como lo hace quien cuelga del risco más alto, esperando por una caída que quizás no iba a llegar. Harina, estallando a su alrededor, el sonido chirriante del camión que se alejaba...y entonces otro, uno que consiguió arrasar con su cuerpo...¿O no? entonces ¿Por qué no se sentía adolorida?
—Despierta, chica...
¿Qué demonios estaba ocurriendo? Y, sobre todo, ¿a quién pertenecía esa voz? Que más que preocupada, la estaba llamando como si su tiempo límite se hubiese terminado y no quisiese otra cosa que deshacerse de ella lo más pronto posible. Era ahora, no podía ni quería seguir de ese modo. Necesitaba moverse para conocer el sitio en el que se encontraba. Puede que no fuese a ser de gran ayuda, pero al menos conocería el terreno que estaba pisando y eso le ayudaría a desplegar sus opciones.
—¿No piensas marcharte?
—Ahí estaba el mismo tono abrasivo. No es como que ella no lo estuviese intentando, pero el cuerpo parecía no querer obedecerle.
La única cosa en la que pudo pensar fue en refregarse los ojos. Bien podría ayudar para aclarar su campo de visión. Y atender de una, la extraña petición urgente, la sensación de que no debía ni siquiera encontrarse en aquel sitio. Blanco, algunas personas sostienen que el blanco es el color de la pureza, que el blanco es un color que logra transmitir paz. Anna no estaba sintiendo ninguna de esas cosas. Lo primero que le vino a la mente al notar el techo de color blanco, fue el desconcierto, mordiendo en la boca del estómago mientras el miedo le subía desde la punta de los pies. Asustada como se sentía, Anna volteó por pura inercia únicamente para encontrarse con ese...hombre, mirándola con gesto crítico mientras se apuraba para levantarse. Ni siquiera tenía que ser del todo perceptiva para darse cuenta de la situación en la que habían estado antes de que siquiera pudiese recordarlo completamente.
Todo lo que pudo hacer fue arrinconarse hasta golpear su espalda contra el amplio cabecero de la cama, él hombre todavía la estaba mirando con las cejas arqueadas mientras se levantaba, al parecer había tomado bastante bien el hecho de que la chica a su lado se estuviese comportando como un animalito indefenso. Era una habitación simple de paredes blancas y un amplio ventanal que daba una vista estupenda al océano, un océano de aguas turquesas y de olas enormes que chocaban con las rocas hasta formar una espuma densa. Fuera de ello, dentro podía apreciarse un desorden de magnitudes considerables, algo que seguramente escandalizaría a su madre, si tan sólo pudiese verla...No, era mejor no pensar en su madre, sobre todo en esos momentos.
—Me habían dado buenas recomendaciones sobre ti —habló aquel hombre mientras se encaminaba a lo que parecía ser el baño—, y no estoy decepcionado. Pero, el hecho de que te quedes ahí como una idiota no me hará dejarte propina.
Con el fantasma de la carcajada todavía resonando mientras él entraba al baño, Anna se apresuró a salir de la cama, y rebuscar entre el desorden, colillas de cigarrillos y envolturas de condones usados, su ropa. Necesitaba salir de ahí lo más pronto posible, quizás todo el asunto del accidente no había sido más que una confusión. Posiblemente su madre estaba preocupada por ella, puede que Cameron la haya dejado bien plantada y en su desesperación haya recurrido a...Ni siquiera tenía sentido lo que se estaba formulando, pero, la propia respuesta parecía tan absurda que optó por descartarla. Frente a la cama se encontraba un enorme espejo que casi abarcaba toda la pared. En cuando pasó frente a éste, Anna profirió un grito de asombro e incertidumbre. Tuvo que refregarse los ojos nuevamente, incluso más de una vez. No era su reflejo el que aquel espejo le devolvía, no estaba presente ninguno de los rasgos que la habían acompañado en sus casi veinte años de vida. Aquella persona que la miraba, esa chica con el maquillaje corrido, el cabello teñido de un extraño azul eléctrico no era ella y, sin embargo, todo apuntaba a que sí.
Incluso tuvo que pellizcar un par de veces el dorso de su mano para obligarse a despertar, aunque fuese evidente que aquello no era un sueño absurdo.
Y ahí estaba ella, en medio de una habitación extraña en compañía de un hombre al que ni siquiera recordaba, pero con el que al parecer se había acostado. En un cuerpo y vida que ni siquiera era la suya. Pero no podía permitirse andar a la deriva, aquella situación debía tener una muy buena explicación, apenas miró el pequeño bolso negro, se apresuró a echar un vistazo rápido en su interior. No había mucho ahí dentro, un par de monedas dentro de la cartera, la tarjeta de crédito expirada y una licencia de conducir al parecer remendada más de una vez en un intento desesperado por hacerla lucir más presentable. Era una fotografía borrosa que en realidad no decía mucho.
Lizet N. García.
Hubiese preferido ser un cuerpo lastimado sobre el asfalto, habría querido tener esa cita con Cameron. No haberse portado con su madre de esa manera al teléfono. Todo aquello eran opciones mucho más atractivas que encontrarse en una vida completamente diferente, una realidad que...muy a su pesar, quizás fuese la suya.

"La vida es sueño; el despertar es lo que nos mata".

Pensó, sin estar segura si esa idea era suya o de... otra persona.
¿Había existido Anna siquiera?, cada recuerdo de esa vida, ¿realmente le había pertenecido?   

Voyageur De L'espritDonde viven las historias. Descúbrelo ahora