Capítulo 3: Un angel ¿de la guarda?

15 2 0
                                    

Anna volvió a recoger toda el agua fría que pudo con sus manos temblorosas y se la arrojó a la cara. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había intentado inútilmente aquello.
Por mucha agua fría que sintiera, por mucho que se golpeara la cara con la palma abierta, no había manera de despertar de aquel sueño... de la pesadilla.
Solo era necesario levantar la mirada y estaba allí, otra vez, ese rostro que no era el suyo y sin embargo la observaba directamente a los ojos desde el espejo sucio y pequeño de aquel baño desconocido.
Su mente no paraba de inundarla con preguntas apenas se percataba de que sus ojos eran ahora azules cuando siempre habian sido negros, y su cabello antes castaño ahora se encontraba de otro color, largo y forma. Su ropa, sus manos, hasta su piel eran distintas. ¡Hasta tenia tatuajes! Todo su cuerpo, todo ese cuerpo, le resultaba diferente. ¿Había enloquecido? Se suponia que los locos no sabían que lo estaban, pero entonces ¿Cómo era que ella podía recordarse a sí misma como Anna y al mismo tiempo verse en el espejo como una tal Lizbet?
—Ey, ¿qué carajos pasa? —la mano pesada golpeando la puerta hizo que Anna soltara un grito involuntario pero no respondió. Era el hombre, el mismo desconocido con el que se había... despertado en ese lugar, en ese cuerpo, con la diferencia de que él sí parecia saber que hacian allí o al menos, que se suponia que habia hecho con ella. La imagen de su ropa desparramada por el suelo se le apareció repentina, pero la apartó con esfuerzo. No podía pensar en eso ahora.
El hombre había salido del pequeño baño cuando ella comenzara a gritar al verse en el espejo de la habitacion, momento que Anna aprovechó para arrojarse contra la puerta del baño, empujando al hombre afuera y metiéndose allí.
—Abrí la puerta, ¿Quien te crees que sos? —dijo su voz gruesa y golpeó con más fuerzas. Anna se lanzó contra esa puerta y con dedos temblorosos tomó el pequeño pasador de metal que usó para trancarla. El hombre se percató de esto y de inmediato trató de abrirla. El pasador era pequeño pero cumplió bien su función. Aunque la furia del hombre se hizo notar en sus golpes que aumentaron de potencia al tiempo que vociferaba con acento español que Anna era una mala puta, que él la había escuchado vomitar en el baño y que tendrian noticias de ella en la agencia.
—Más te vale no haberme pegado ninguna enfermedad rara jodido pedazo de... —
—Más te vale dejar de golpear esa puerta —dijo una voz repentina detrás de Anna. Ella se volteó y frente a sí, sentado sobre el lavamanos como un niño pequeño, se encontró con algo que la obligó a llevarse las manos a la boca para no gritar.
—Pero miren quien es —dijo el ser inexplicable —la bella durmiente más fea que he visto en mi vida. Por fin pude localizarte —. Anna retrocedió hasta pegarse contra la puerta mientras sus ojos incrédulos intentaban observar a la criatura y su mente se decidía si echar a correr o no. Del otro lado de la puerta la esperaba ese desagradable hombre, pero al menos era humano, pensó viendo lo que tenía frente a ella.
Se trataba de una especie de hombrecito de no más de un metro de alto. Su cuello era largo y delgado, al igual que sus extremidades. Su rostro la observaba con cierto desdén y en el pudo ver unos ojos que eran cuando menos cuatro veces más grandes que los de un humano, así como unas orejas puntiagudas y alargadas que se movían con pequeños espasmos. No tenía nariz y su boca era una fina mueca de labios ultra delgados que sonreía dejando ver unos pequeños dientecitos.
En las pantorrillas que movía como un niño sentado en el borde del lavamanos podían verse un montón de pequeñas plumas blancas abultando, al igual que en sus muñecas y hombros. El resto del cuerpo se mostraba de un color que Anna no pudo definir y parecia oscilar entre el naranja suave y el color claro de la piel luego de una quemadura grave.
—¿Un pollo? ¿De verdad?—dijo repentinamente y Anna se sorprendió al darse cuenta de que ella estaba pensando en que aquella extraña aparición se asemejaba con un pollo desplumado y crecido.
—¿Como? —preguntó y todo lo que obtuvo por respuesta fue una sonrisa aún más ancha de aquel ser que abrió sus enormes ojos de par en par y la observó. Anna se percató entonces de que tenía solamente una negruzca pupila en el ojo derecho, pero cuando quiso ver la del izquierdo, esta se movió rápidamente y apareció en ese ojo. Cuando Anna intentó volver a mirar el ojo derecho, la pupila del izquierdo volvió a pasarse de lugar. El efecto que causó en su mente le recordó el de una extraña ilusión óptica. Se sentía mareada.
—Creeme chica, si llegaras a ver mi verdadero cuerpo los ojos se te saldrian por las orejas. ¿Entiendes la abstracción de tal evento? —. De repente dos golpes fuertes hicieron retumbar la puerta y Anna lanzó un gritito de sorpresa y miedo al tiempo que retrocedía hacia el hombre-pollo.
—Te he dicho que abras la jodida puerta —aulló desde el otro lado una voz.
De repente Anna cayó de rodillas. En su pecho y nuca sintió una presión como nunca antes, era como si la hubieran dejado sola en medio de un cementerio a la noche y las tumbas comenzaran a moverse, o como si estuviera sobre la cima de una montaña demasiado alta y el aire comenzara a faltarle. Levantó la vista para encontrarse con aquella cosa y vio que sus ojos, más grandes que los de cualquier otro ser humano, estaban completamente blancos y hasta titilaban con una luz inexplicable. Anna podía sentir como su vejiga estaba a punto de vaciarse, pues aunque seguía observando al mismo ser emplumado y pequeño, su mente no paraba de gritarle que allí frente a ella tenía a un león. No, a un ser que daba pesadilla a los leones.
—Ma...más te vale que... no me hayas contagiado nada. Sabran de ti y el... pésimo servicio —dijo del otro lado de la puerta la voz del hombre con acento español, pero está vez ya no sonaba ni la mitad de furioso que antes, de hecho, parecia hasta asustado, pensó Anna sabiendo que tambien ella lo estaba. Lo siguiente que se escuchó fueron pasos ligeros y el sonido de una puerta que se cerraba. Después, silencio.
—Bien. Ahora que ya no nos molestan más, quizá seria buen momento para que me presente. Puedes llamarme Pyl, soy tu ángel guardián. —Pyl abrió ambos brazos como si quisiera maravillar a Anna con su presencia. Anna lo observó sin entender cómo ese miedo que antes había sentido ahora había desaparecido y por el contrario, se sentía bien, o al menos mucho más cómoda.
—Yo... acaso estoy lo... —murmuró.
—No. ¿Podemos ahorrarnos todo el cuento de la locura o de lo imposible que parece todo lo que has visto hasta ahora? —la interrumpió Pyl. Su voz sonaba como nada que hubiera escuchado antes. Era una especie de pronunciación perfecta de un idioma que ella creía haber dominado desde su nacimiento, como si cada palabra fuera una melodía distinta sonando en perfecta armonía —Si, eres Anna Riguero, nacida en 1990, y si, todos esos recuerdos que tienes pertenecen a tu vida. El problema, pequeña molestia imprevista, es que según esto —dijo agitando un pequeño libro de cubierta marrón que de repente apareció frente a sus ojos —también eres Lizbet García, nacida en 1987, y eso, por muy imposible que parezca, es lo real.
—No entiendo. ¿Como puede ser eso posible? ¿Qué ese libro, qué eres tú? —Anna se había incorporado y ahora estaba de pie observandolo, con su rostro confundido pero aun pegada a la puerta, si tenía que correr, lo haría.
—¿Presta atención si? Te lo dije, soy un angel. Lo que ustedes llaman angel al menos. —Pym se bajó de un salto de su lugar. Al verlo Anna comprobó que en efecto medía un metro o menos. —Claro que mi existencia sobrepasa cualquier posible entendimiento que una mente limitada como la de los humanos pueda tener sobre la divinidad, pero digamos que a efectos prácticos soy un ser que puede obrar milagros y tengo por tarea el cuidado del cumplimiento de lo que este libro tiene "escrito" en sus "hojas". —Con ambas manos abrió el libro que sostenía para enseñarle una de sus hojas a Anna. Está vio un montón de extrañas letras que no tenian ningún significado para ella.
>>Aquí, en este libro infinito, se escribe la historia de todos los seres. Los que han sido, los que son, y los que serán. La tuya por supuesto está aquí, cada pequeño detalle, incluido por supuesto, el momento de tu muerte. —Pyl alejó el libro pero Anna ya no le prestaba atencion, de repente su cabeza había comenzado a doler y frente a ella comenzaron a sucederse un montón de imágenes veloces, como fotografías indescifrables que sin embargo sentía conocer. Había un chico, libros, focos en la noche y estrellas.
—Mi... ¿mi muerte? —dijo sintiendo que las piernas se le volvían gelatina —Pero si yo... había ido a comprar... algo, eso lo recuerdo. Se que estaba hablando con mi madre y entonces... —Anna no pudo seguir. El dolor de su cabeza era demasiado grande, le palpitaba en la sien y hacia que quisiera gritar.
—Entonces sucedió algo que no debería. Moriste. Fuiste atropellada.
—No. Eso es imposible. La calle estaba vacía, recuerdo que no había nadie más que un camión que vi alejarse.
—Veras... —Pyl se paseo por el pequeño cuarto de baño mirando al techo y haciendo algo similar a morderse el labio inferior. —Digamos que te atropelló un auto que estaba allí, y al mismo tiempo no. —Anna enarcó las cejas frente a esa explicación que para ella no tenía sentido alguno. —Como sea. Todo lo que puedo decirte es demasiado complejo para que lo comprendas, y de todos modos no estoy aquí para explicar nada. Estoy aquí porque en el libro que acabo de mostrarte tus hojas deberían estar narrando un día más de tu vida, y lo que hacen es esto —dijo y mostró de nuevo las hojas del libro. —Anna vio la página. En ella las extrañas letras se veian todas mezcladas y unas estaban sobre las otras como si hubieran impreso dos cosas diferentes sobre la misma hoja. Si de por sí era imposible para ella leer algo, ahora lo era aún más.
—Esto que ves son dos existencias mezcladas. Y cuando digo existencia, no me refiero al concepto filosófico o científico que tienen ustedes los humanos. Me refiero a dos seres que pertenecen a mundos diferentes, a universos diferentes, y que jamás deberían encontrarse.
Apenas me percaté de lo que sucedia intenté localizarte y aquí estoy. Necesitaba verte, comprobar si es que había algo en ti que te hiciera especial... —Pyl se detuvo y permaneció absorto en sus ideas.
—¿Lo hay? ¿Puedes arreglar esto? —preguntó Anna sintiendo que un vacío se formaba en su estómago. Quizá porque adivinó la respuesta.
—No y no. Frente a ti no detecto ningún tipo de energía, magia, poder, o lo que sea. Eres una existencia que no debería ser, pero aun así pareces normal. Eso es algo que me da bastante miedo si me lo permites.
En cuanto a lo de... "arreglar" —Pyl hizo comillas en el aire— esto. Debes entender que la fábrica de la realidad no es como uno de esos aparatitos que utilizan ustedes. No es algo que de repente falle y "oh, que mal, una existencia termina dentro del cuerpo de otra. Es momento de presionar estos botones para arreglarlo". No es así como suceden las cosas.
Si la fábrica de la realidad se daña, es porque hay algo detrás en movimiento. Una causa. Algo provocó todo esto, y hasta que no sepa que fue, no voy a poder cambiar nada.
—Pero, ¿entonces debo quedarme así? ¿En este cuerpo? ¿Aquí? Ni siquiera se donde es aquí —gritó Anna sintiendo las lágrimas presionar por salir.
—Estás en... Bruselas —dijo Pyl tras una leve pausa. —Y en cuanto a lo que debes hacer, no lo se, pero mi consejo es que te quedes aquí dentro y me dejes buscar la causa. Aunque no siento nada raro en ti, no podemos descartar al cien por ciento que lo sucedido no haya sido un intento de dañarte directamente. Los casos son raros, pero han existido intentos de eliminar existencias. Si alguien quiso hacerlo y falló, es probable que te esté buscando ahora mismo. Como sea. Ya he perdido demasiado de mi tiempo aquí y no he obtenido respuestas. Iré al núcleo, seguramente allí encuentre lo que necesito. Resolveré esto y volveré. —Pyl chasqueo entonces sus dedos delgados frente a Anna y está, al pestañear, se encontró fuera del baño, acostada en la cama donde antes había estado.
Al percatarse de eso se lanzó corriendo como desesperada contra la puerta del baño y la abrió solo para ver unas patas alargadas y repletas de plumas blancas desaparecer del otro lado del espejo. Luego toda la imagen se esfumó, dejándola sola, contemplando ese cuerpo... esa existencia, que no le pertenencia.
Sin respuestas y abrumada por lo poco que había llegado a decirle aquel ser, Anna se dejó caer al piso y comenzó a llorar.   

Voyageur De L'espritDonde viven las historias. Descúbrelo ahora