Pequeños cambios

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— Un batido mediano de chocolate y uno pequeño de vainilla, por favor.— le pide Dylan a la camarera amablemente.

— ¿Vuestros nombres? — nos pregunta ella con una gran sonrisa.

— Dylan y Elouise. — contesta Dylan señalando.

Esperamos a que nos hagan los batidos. Echo un vistazo a la gente que hay en la cafetería. Algunos escribiendo, otros leyendo, pasando el rato con amigos o simplemente solos. Como me siento yo. Sola. Mi cabeza se pierde en Jake. A lo largo de nuestra amistad, hemos discutido constantemente. Algunas veces por tonterías, otras por temas más serios. Unas veces él era el culpable, otras veces era yo. Pero mayoritariamente era culpa de ambos. Unas veces no dolía, y otras dolía mucho. Y ahora duele. Duele tanto que asusta.

Inconscientemente me acerco a Dylan, justo enfrente suya. Le miro a los ojos y él me devuelve la mirada. Contemplo sus castaños y brillantes ojos profundamente, durante unos largos minutos. Acerco su cuerpo al mío, tansolo unos milímetros y le rodeo la espalda con los brazos, apoyando mi cabeza en su fuerte pecho. Al principio se sorprende, pero al cabo de nada ya noto cómo sus brazos acarician mi espalda. Y como apoya la barbilla en lo alto de mi cabeza. Noto una lágrima recorrer mi mejilla derecha y aprieto los párpados fuerte, conteniendo las siguientes lágrimas. Me empuja más fuerte hacia él.

— Él es el único amigo que realmente necesito. — susurro con un hilo de voz.

Los dedos de Dylan me levantan la barbilla. Sus grandes y brillantes ojos contemplando los míos. Su cálida dulzura me tranquiliza poco a poco.

— ¡Dylan y Elouise! — grita la camarera, para que recojamos nuestros batidos.

Nos despegamos el uno del otro, lentamente, y con timidez bajo la mirada. Me sonríe y rodea su brazo izquierdo sobre mis tensos hombros.

— Serán seis dólares con setenta centavos, por favor. — pide la camarera alegremente.

Al instante empiezo a buscar por mis bolsillos mi cartera pero Dylan se me adelanta y paga.

— Invito yo, ¿recuerdas? — dice a la vez que se mete la cartera de nuevo en su bolsillo trasero, con una inevitable sonrisa.

Cojo mi batido de vainilla y salimos por la puerta. Una ráfaga de aire muy frío me produce un escalofrío por toda la columna. Dylan se ríe y me acerca a su cálido torso.

— ¿Dónde quieres ir ahora? — me pregunta tras beber de su vaso de plástico.  Me encojo de hombros. Realmente no sé dónde quiero ir. — ¿Paseamos? — insiste.

— Vale. — intento sonreír, pero no me sale muy natural. Me pellizca la mejilla cariñosamente y empezamos a caminar por las anchas avenidas de la gran manzana, yo, acurrucada bajo su hombro.

Nos recorremos varias plazas y parques, entramos en algunas tiendas y miradores, nos burlamos de varios turistas y nos paramos a escuchar a músicos que tocan por la calle. Por momentos, me hace dejar de pensar en Jake. Pero escasamente.

— Vámonos a Broadway. — le exijo con aire soñador, interrumpiéndole de una anécdota de la que a penas prestaba atención.

— Uh. — empieza a decir, dudoso aún por no vérselo venir. Sonríe ampliamente al instante, mostrando sus oyuelos. — Sí, claro. ¡Vamos!

— El cine siempre ha sido una de mis grandes pasiones. — anuncio entusiasmada, a medida que llegamos a nuestro destino. Noto la mirada de Dylan en mí y levanto la mirada hasta sus ojos. Los tiene abiertos como platos.

— También es una de las mías. — anuncia sonriendo mostrando sus dientes. Se me forma una media sonrisa y me vuelvo a colocar bajo su hombro.

A medida que el sol se escondía, por fin llegamos a Times Square. Ahogo un suspiro. Las luces se empiezan a encender, colores por todos los sitios, centenares de personas pasando de aquí para allá, un barrido de taxis amarillos circulando por las anchas carreteras. Es el sitio ideal para olvidar, pienso.

El supervisorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora