C U A T R O

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—Buenos chicos, hoy van a nadar en estilos libres. Primero veré su rapidez y destreza y también sus debilidades.—hizo sonar su silbato.—Los chicos forménse, señoritas esperen en los banquillos.

Todas nos dirigimos allá mientras ellos hacían una fila, el nuevo entró por la puerta con un short corto dejando a vista su abdomen marcado. Las chicas empezaron a menearse como perritas detrás de su dueño, algunas tenían baba en la cara por verlo.

—¡Joven, ha llegado tarde!—le gritó el entrenador.

—Si no me dice, no me entero. Gracias profesor por la noticia.—responde sarcástico ganando suspiros por las idiotas hormonales. Enarco una ceja viéndolo curiosa, me encojo de hombros a los segundos.

—Formese con el resto, y al terminar la clase debe darle cien vueltas a la cancha de fútbol.—riendo se acercó a los demás.

Empezaron a nadar estilos de lo más sencillos, hasta mi hermanito podría hacerlo sin esfuerzo. Allen también fue una decepción, el profesor tuvo una pequeña charla con ellos hasta llamarnos a nosotras.

El nuevo pasó por mi lado y rozó mi brazo, quise patearle el trasero pero lo dejé pasar. Bajé mis shorts y quité mi top, escuché gritos ahogados por parte de los chicos y rodé los ojos hastiada de sus miradas morbosas.

—Cada una sabe que pueden hacer el estilo que quieran. ¡Empiecen, damas!—Kris estaba a mi lado y se veía realmente nerviosa y pálida, de seguro por las miradas que son dirigidas a nosotras por el atuendo tan revelador.

Cada una fue nadando en la gran piscina, habían cuerdas que separaban así podían nadar cinco al mismo tiempo sin chocar. Kris y yo nos colocamos entre las últimas pero iba emparejada a otras cuatro, así que yo estaría sola.

Ella estaba temblando ligeramente pero yo era la única que se daba cuenta de ello, el maestro silbó esa cosa ruidosa y entonces saltó al agua. No pudo moverse del sitio donde cayó cuando se estaba hundiendo, se estaba ahogando. De alguna manera había quedado casi a la mitad de la piscina.

No reaccioné de otra forma que saltar hacia ella, el maestro estaba lejos de nosotras para poder llegar a tiempo a su lado. Nadé tan rápido mi cuerpo y músculos me lo permitían, ella en pánico hundía mi cabeza más adentro, tuve que zambullirse en el agua y arrastrarla desde abajo hasta la orilla. Un chico moreno nos ayudó a salir, Kris estaba pálida y estaba inconsciente.

Allen pegó sus labios a los suyos tratando de suministrarle oxígeno a la chica, a los segundos empezó a toser como loca.

—¡Por Dios Kris! Pensé que te ibas a morir.—mi amigo la abrazó fuerte, ella empezó a sollozar con terror. Me puse de pie, me sentía cansada por llevar su peso y forzar con sus golpes.

—Gracias, gracias, gracias.—decía una y otra vez.

—No fui yo quien te salvó, sino Sab. Agradecele a ella.—la chica no dejó de hablar hasta que asentí y le regalé una pequeña sonrisa.

—Estuvo muy bien de su parte, señorita Maserati. Actuó rápido y con velocidad, la mejor de mi clase sin duda alguna.—asentí en agradecimiento y me encaminé a los banquillos por mi toalla.

—Estuviste genial ahí.—alzo la vista hasta el chico castaño, asiento bajando la vista de nuevo.—Por cierto, soy James Smith.

—Que bien.—contesté seca sin interés de hablar. Entendió mi indirecta al parecer porque se retiró al instante, Allen vino a los segundos con Kris al lado.

—Siéntate aquí.—la ayudó a sentar.

—¿Qué demonios intentabas? ¡No sabes nadar y como estúpida te lanzas a una piscina demasiado grande y profunda! ¿En qué mundo de burbujas vives?—le grité a la desquiciada esa, ella bajó el rostro ruborizada.

—No le hables así, Sabelle. Ya bastante mal se siente para que la regañes.—la defendió el rubio palmeando su espalda.

—¡Está viva gracias a mí! El maestro estaba lo suficientemente lejos para llegar a tiempo y las demás pendejas estaban en shock como para reaccionar.—dije perdiendo la paciencia.

—Yo...yo lo siento. No pude decir que no sabía nadar.—habló en voz baja jugando con la toalla.

—¿Qué tan difícil es decir no sé nadar? ¡Pudiste haber muerto!—respiré profundo para tranquilizarme. No sé por qué rayos estoy así.—Llévate a esta idiota de aquí antes de que la golpeé.

Allen me miró mal pero obedeció a lo que dije, tomó a Kris de los brazos y la sacaba del área de piscinas. Me apresuré a ellos y me planté delante de ellos, la chica me veía con miedo y yo concentré mis ojos en los de ella.

—Debes tener voz, debes hablar lo que sientes y piensas. Si no sabes hacer algo, dí que no sabes; si no quieres hacer algo, manda todo a la mierda, no puedes ser obligada hacer cosas que no quieres. Debes aprender a decir no, tener antes que nada tus pensamientos ordenados y decidir por ti.—le dije esta vez más suave, ella tenía sus ojos acuosos.—Ahora, dime todo lo que piensas de mí. Sin guardarte nada.

Me crucé de brazos y esperé su respuesta, ella vio a Allen dudosa y él asintió para tranquilizarla. Suspiró y me enfrentó.

—Creo que eres una perra desgraciada, una egoísta que no le importa si el otro sufre. También eres muy grosera y mal educada. Sin embargo eres...alguien real, sincera y no eres mala persona, solo te proteges.

Bajó la vista totalmente roja, sonreí con una ceja alzada hacia Allen que parecía orgulloso de ella pero hasta yo lo estaba.

—¿Perra desgraciada?—pregunté con humor, ella me vio alarmada.

—Perdón, yo...

  —No, no. Debes mantenerte firme en lo que dices, verte segura y decidida; no importa si al otro no le gusta lo que le dices. ¿Queda claro?—asiente despacio viendo a Allen de reojo y sonríe un poco.—Nos vemos luego.

Salgo de ahí con las cejas fruncidas. ¿Acabo de aconsejar a alguien? ¿Acabo de salvar a alguien? Esto es de locos, creo que me estoy enfermando de la cabeza. 

SabelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora