ONCE

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Eran las cuatro de la mañana, James no se despegó de mí y no había visto a Allen y Kris desde que llegamos. Me tambaleo mientras me pongo de pie, el castaño dice algo a lo que no presto atención y me dirijo a buscar mis amigos.

Veo a un Allen casi inconsciente sobre un sofá, y a una Kris mapache sobre la mesa dejando ver sus bragas. Algunos tipos la ven con lascivia y antes de que alguno se le acerque, mi mano los golpea.

—Fuera de ellos, animales.—mi voz tiembla por el alcohol pero me mantengo firme. Rueda los ojos y va tras otra víctima.—Kris... Debemos irnos.

Después de unos largos quince minutos, los tres salimos del bar ese. El frío de la calle hizo que Kris y yo nos quejaramos, caminamos hasta mi auto y lo desbloqueé deslizando mi trasero por el asiento de cuero. No soy estúpida, voy borracha e ir a una velocidad alta podría traer problemas, así que conducía más lento de lo que caminaba mi abuela.

Para no dar tanto viaje decidí llevarlos a mi casa y ahí quedarnos todos. Subimos las escaleras con dificultad, Allen se cayó varias veces pero cinco minutos después ya estábamos en mi cama.

(.....)

—¡¡Sabelle!! ¡Sabelle! Arriba, señorita. Te quiero bañada y cambiada, tenemos una cena esta noche.

Gruñí por los golpes en la puerta y los gritos de la insoportable de mi madre. Los chicos se quejaron pero no se movieron, yo salí de la cama viendo el reloj de pared: 06:36 pm.

¿¡Qué!? ¿Habíamos dormido todo el día? Considerando la borrachera que teníamos y lo tarde que llegamos, no me sorprende.

Abrí la ducha en la temperatura más fría, mi cuerpo se estremeció pero era lo que necesitaba en estos momentos. No me duele tanto la cabeza gracias a que dormí mucho pero se sentía la molestia.

Salí del baño con una toalla alrededor del cuerpo, fui al guardarropa por un vestido decente. Me decidí por un vestido hasta las rodillas con la falda de seda negra y la parte de arriba de encaje negro, era sin mangas y con un lazo en la cintura. Tomé unos tacones negros, ropa interior negra y entré al baño para cambiarme. Ahí mismo me maquillé con tonos pasteles y me hice un moño alto con una trenza alrededor.

Estaba hermosamente decente.

Dejé que los chicos descansaran en mi cama y salí tomando un bolso sobre negro, mi mamá estaba en la habitación de mi hermano acomodando la ropa de éste.

—Termina de arreglarte, yo me encargo de él.—asintió saliendo de la habitación a prisa.—Hola príncipe sapo ¿cómo está el niño más feo de la casa?

Él solo frunció el ceño señalando su pequeña corbata, las odia y a mi mamá le encanta que él las use. Reí ajustandola y dejando un beso en su pequeña nariz.

—Te ves todo un don Juan, a Zoe le gusta así.—Zoe es la niñera de él y al parecer mi pequeño hermano con cuatro años ya se ha enamorado de una chica de quince. Le van a gustar mayores.

Mis padres me llamaron desde abajo, tomé al minions en brazos y bajé al encuentro con ellos. El niño estiró los brazos a papá y él lo tomó gustoso, salimos de la casa cerrando la puerta con seguro.

Entramos al Mercedes de mi padre, mi madre me dio al niño para que fuera atrás conmigo y ambos empezamos a jugar para hacer el camino más ameno.

Llegamos al restaurante favorito de ambos, salí como pude con los tacones que llevo y con Dy en brazos. Un lindo chico nos recibió y nos llevó a nuestra mesa, donde se encontraba una pareja, una niña de quince años y un joven adolescente que conocía bien. Nos sentamos en la misma mesa de los Hwank, padres de Cold.

—Buenas noches ¿cómo están?—mi madre y la madre de Cold empezaron hablar de sus vestidos, los padres hablar de deporte y Zoe tomó a mi hermano en sus brazos.

Cold me echó una mirada de asco e hice lo mismo con él. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y desde entonces nuestros padres piensan que nos odiamos, por la forma que nos vemos, por la forma en que hablamos y tratamos. Pero si supieran que su niña se acuesta con este universitario lleno de tatuajes, no sé cómo reaccionarían.

Aunque sus padres y los míos son mejores amigos, tal vez les encante la idea. Tal vez.

—¿Cómo estás, muchacho? ¿Cómo va la universidad?—preguntó mi papá fijando sus ojos por primera vez en Cold.

—Señor Maserati, me va de maravilla. Saqué un siete en mi último examen.

Tapo mi boca para no reír, mi papá lo ve incómodo tratando de contener las palabras que quiere soltar y Nicohlas ve a su hijo furioso.

—Ese muchacho me tiene loco, con su obsesión por los tatuajes y sus malas notas creo que no llego vivo para el año que viene.—Nicohlas vio con desagrado a su hijo y éste solo rodó los ojos.

La cena no fue nada silenciosa, ya que los adultos no dejaban de hablar. Me puse de pie llamando así la atención de todos.

—Iré por aire fresco, vengo en unos minutos.—mi madre me asesinaba con la mirada y me obligaba a sentarme pero la ignoré caminando hacia el balcón del restaurante.

Ahí saqué un cigarrillo del bolso y lo encendí observando las maravillosas vistas. Sentí unas manos tomar mi cintura con fuerza y abrazarme.

—Cada día los soporto menos.—la voz de él sonó cansada.

—Y tú no tienes que vivir con ellos todos los días, los míos hasta me golpean cuando pierden totalmente la paciencia.—solté el humo con tensión.

—¿Te pegan?—me giró para que quede frente a él, tenía la mandíbula apretada

—¿Oops?

Me vio con ira contenida, nunca le había dicho que mi madre me pega.

—Mi mamá a veces me da una que otra bofetada, pero a comparación con los golpes que recibo sobre el ring, eso no me sabe a nada.—trato de tranquilizarle.

—Puedes quedarte en mi departamento, podemos acomodarnos en mi cama y sabes que te apoyaría. Eres como mi hermana y no dejaré que te maltraten como a un animal.—dijo serio pero con sinceridad.

—Una hermana a la que follas.—bromeo riendo, él no lo hace así que suspiro.—Está bien, no debes preocuparte. Yo estoy bien, además tienen una gira de negocios y no los tendré en casa. Creo que mi hermano se quedará con tus padres hasta que ellos decidan volver, que es mucho tiempo.

Asiente desviando la vista hacia las estrellas, me separo de su cuerpo y ambos nos quedamos en silencio mientras dejamos volar nuestros pensamientos.

SabelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora