10 - En buenas manos

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El motor del coche se para justo delante de la casa que se encuentra en una urbanización cerca de Barcelona. En silencio, la joven abre la puerta y sale del coche con premura. Camina con pasos lentos hacia la puerta principal. Él rápidamente saca el teléfono móvil y llama a la central.

- Aquí el agente con el tip 4554. He encontrado a Gala Almirall, está a salvo en casa de su padre. Que venga la inspectora Sanz de inmediato. Ahora os hago llegar la dirección.

Tan buen punto hizo el aviso correspondiente, guarda el teléfono móvil en su pantalón, sale del coche, al mismo tiempo que la puerta de la casa se abre, haciendo que la luz muestre la joven y él que está detrás.

- ¡Dios mío! – La mujer exclama con desesperación, y se lanza a ella abrazándola con desesperación - ¡Gala! ¡Está aquí! – Chilla mirando hacia atrás.

Él espera detrás, sin dejar de mirar su alrededor, no se fía de nadie, y menos después de lo sucedido.

- No me lo puedo creer... ¿Estás bien? – La mira tirando el pelo hacia atrás, mirándola fijamente – Estás empapada... Por dios... Vamos, entra, debes de estar helada – La mujer, bastante mayor con el pelo negro recogido y una bata de color gris, le coge por los hombros y es cuando se da cuenta que detrás de ella, hay un hombre con los brazos cruzados. Gala entra a casa, y la mujer se mantiene mirándole como le cae la lluvia que no ha dejado de acompañarlos en todo el camino.

- Hola, soy policía – Le ofrece la mano, aunque esté húmeda ella lo acepta, mirándolo extrañada por su aspecto también mojado – La encontré caminando por el arcén. Enseguida vienen mis compañeros.

- Gracias, muchas gracias – Entonces ella se aparta de la puerta y le ofrece entrar con la mano – Por favor, entre. Hace mucho frío y también está empapado.

Él, iba a decir que no, y mantenerse dentro del coche para no invadir el reencuentro con su familia. Pero realmente, no se podía permitir alejarse de ella, hasta que no llegasen sus compañeros. Así que ofrece una sonrisa y asiente con la cabeza.

La casa es grande, acogedora y sobre todo caliente. La mujer le sigue, hasta que justo a su derecha hay una sala de estar, con un sofá y la chimenea encendida. Donde le ofrece pasar.

- Siéntate en el fuego, así entrarás en calor. Buscaré una toalla para que te seques.

- No hace falta...

- No discutas chico. Ya mucho has hecho en traerme a Gala a casa – Le avisa con el dedo sin miedo.

Él se limita a sonreír, y de lejos, escucha voces en el piso de arriba, de chicos. Deben de ser sus hermanos, tal y como dijo el interrogatorio el inspector.

Pocos minutos después, mientras él mira el fuego, su calor, su sonido... Le relaja y le permite pensar con más tranquilidad, lo que tiene que hacer ahora. Pero realmente, no se le ocurre nada. Tiene que evitar en involucrarse sentimentalmente en este caso, en esa joven. Pero le está siendo más complicado. Nunca se había sentido así, y eso le frustra.

La mujer vuelve a bajar con una toalla bien plegada en sus manos.

- Aquí tienes. Sécate, si quieres ir al baño, al fondo del pasillo tienes uno.

Él sonríe y le agradece.

- ¿Eres la madre de Gala? – Se atreve a preguntar antes de que se de la vuelta.

Ella se ríe con un gesto cariñoso y alegre.

- No, no... Soy la cuidadora de los niños y de la casa. Pero como si lo fuera.

Detrás del escudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora