20 - Inspectora Sanz

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La voz del Coronel es firme, exigente, cada orden se le escapa algún que otro gallo en su voz sin control, pero siempre mostrando esa intimidación, ese respeto hacia su camarada. Sus órdenes son con un tono demasiado elevado para el gusto de la inspectora Sanz. Un tono de voz que resuena por todo el pasillo. Llamando el interés a todo policía que pasaba por el pasillo, y sacaban la cabeza en la sala preguntándose quién hacia esos chillidos y qué estaba sucediendo ahí dentro.

— ¿De verdad sirve de algo chillar tanto? – preguntó la becaria Vanesa.

Ninguno de las tres personas presentes en la pequeña y oscura sala contestó. Todos tres se encuentran de pie con los brazos cruzados detrás del vidrio que hace efecto espejo, donde pueden ver y escuchar sin que ellos sean vistos ni escuchados.

Coronel y el hombre experto en hacer pruebas del polígrafo trabajan conjuntamente con el sospechoso, que gracias el operador de GEI pudo arrestar estando fuera de servicio. Era un momento que vivían con emoción y ansias porque iban a avanzar con el caso.

La prensa les presionaba cada vez más. Intentaron todo lo posible esconder lo que fue del secuestro de la hija del ministro, y el por qué regresó a casa como si nada. Pronto tendrían respuesta para todos esos periodistas que los atosigaban día si y día también. Habían pasado cuatro días del ataque, y sabían que como más días pasaran, más en peligro estaría Gala. No se podían permitir perder más tiempo.

— ¡Si señor! ¡No señor!

El joven Raúl, respondió así todas sus preguntas. Intentaron presionar que confesara donde tenían sus guaridas, cuál de los que expulsaron por culpa de su conducta del centro militar estaba con él. Por qué mataron a su compañero también camarada. Pero se defendió que había jurado por su vida que no diría nada. Así que practicaron en hacer preguntas a la inversa con juegos de palabras, para hacerle confesar poniéndole alguna trampa. Pero resultaba casi imposible cogerlo por desprevenido.

<<Psicológicamente es fuerte, muy fuerte>>. Pensó la inspectora Sanz.

La presión que hicieron durante el interrogatorio y los chillidos del Coronel, para demostrarle que él es quien manda, que se lo tomara como un referente y como mentor, no consiguieron delatarlo.

El interrogatorio duró poco más de una hora.

Agradecieron eternamente la ayuda del Coronel, aunque él tampoco quedó muy satisfecho por el resultado, pero estaban seguros que con la ayuda del polígrafo, habrán conseguido alguna declaración aunque no lo hubiera dicho.

— Las pulsaciones no engañan, el corazón no se le engaña – así defendía el experto del polígrafo cuando se finalizó el interrogatorio.

Todos cuatro, los dos inspectores Sanz y Viñas, la becaria Vanesa y el experto del polígrafo aprovecharon la mesa donde se encontraba el sospechoso para ver los resultados.

Empezaron a contemplar las líneas irregulares que imprimó la máquina, cada línea era una pregunta, y les explicó como subía la pulsación por cada pregunta, y su respuesta. Según fuera mentira o no, la reacción de la línea era diferente, pero no era fácil verlo, debías de tener muy buena vista para ello.

— Fijad en esto.

El hombre experto, un hombre mayor de cincuenta años con su calva totalmente brillante, les señala con su dedo ancho en el gráfico, luego ponía el dedo en la pregunta y la respuesta. Todos se levantaron de la silla para acercarse todos a la hoja.

— ¿Tenemos su guarida? – Preguntó Vanesa.

— Eso parece – contesta el experto.

— Entonces... El antiguo base militar que hay Tarrasa ¿Es donde se reúnen? – pregunta entonces la inspectora Sanz.

Detrás del escudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora