No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Lesly, mi dulce Lesly. La falta que me hacía y cuanto la extrañaba mi cuerpo. Tan única e inigualable, supe que no encontraría otra mujer como ella y que si había logrado conquistar mi corazón era porque merecía más de mí. Quizá no era tarde aún para salir a buscarla, donde sea que fuera; en el parque, en la cafetería, en la galería donde trabajaba como una de las más reconocidas fotógrafas de la ciudad o en su departamento. Necesitaba tenerla entre mis brazos y hacerla feliz, pasaron los meses y no logré borrarla de mi memoria ni siquiera un solo instante. Habían pasado varios días desde esa última vez que coincidimos por accidente en aquella tienda. Tan tonto fui que ni siquiera me atreví a decirle: hola u otra cosa parecida. Ese día me moría de ganas por besarle los labios, pero sabía que ya no era mía yo la había obligado a marcharse y ahora la extrañaba.
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