Capítulo 7: Traición

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   Poco a poco, Mario fue despertando. La cabeza le dolía como si ésta hubiese sido golpeada con un martillo y sus extremidades estaban adormecidas. Con un poco de esfuerzo, el plomero se incorporó para notar que estaba acostado en el frío suelo de piedra de una oscura celda de lo que parecía ser un calabozo. La única fuente de luz provenía de una pequeña ventana con barrotes que no tenía cristales. Aunque no era como si eso alumbrase mucho la habitación debido a que en Dark Land el cielo siempre estaba nublado a excepción de las noches, en las cuales se podía ver la luna y las estrellas. El fontanero tuvo una sensación de dejavú al mirar sus alrededores, y antes de que pudiese preguntarse cuándo había visitado ese sitio, un recuerdo apareció en su mente: aquel calabozo era muy similar al otro en el que lo habían encerrado aquella vez que había sido secuestrado junto a Luigi y a Toad y Peach había tenido que salvarles con ayuda de Perry, la sombrilla parlante. Al mirar fuera de la celda lo único que podía distinguirse era un lúgubre pasillo en el cual había unas cuantas celdas más y unas escaleras algo largas que eran las que conducían a la salida.

  Mario se frotó el entrecejo algo aturdido. Lo último que recordaba era que había venido a traer la pañoleta de Bowser Jr y que después el consejero de Bowser le había atacado con una bomba verde en la entrada del castillo. Pero después de eso no podía rememorar nada más. 

  Como el adormecimiento de sus brazos y piernas ya estaba resultándole muy molesto, el plomero decidió ponerse de pie para caminar un poco. Pero para su desgracia, apenas dio un par de pasos, un tirón en su pie izquierdo le hizo caer de bruces con un ruido sordo, estampando la barbilla con fuerza contra el piso. Al alzar la cabeza y mirar atrás pudo notar que su tobillo estaba encadenado a la pared, lo cual le impedía moverse con completa libertad por la pequeña recámara como él hubiese querido.

  Pero antes de que pudiese formular una queja sobre su condición, una serie de sonidos le sacó de sus pensamientos; se oían como unas pisadas lentas y pesadas las cuales descendían por las escaleras y cada una se escuchaba cada vez más cerca. Mario ya tenía una idea de quién podría ser, pero no sentía ni una pizca de temor sobre ello. Lo único que ocupaba su mente era la seriedad de la situación.

  Luego de un par de segundos, la identidad del individuo que se aproximaba se reveló cuando éste llegó al final de las escaleras y se acercó a la celda que mantenía a Mario prisionero: era nada más y nada menos que Bowser, el rey de los Koopas. El fontanero le dedicó una mirada hostil mientras el monarca le sonrió con malicia.

"Vaya, vaya. ¿Pero qué tenemos aquí? Mario, el estimado héroe del Reino Champiñón, quien ya no se ve tan heroico detrás de esas rejas. De hecho, se ve terrible, al parecer la dieta de pasta y lasaña no le han hecho mucho bien.¡Bwajajajaja!" Se burló Bowser con una odiosa carcajada. Mario se cruzó de brazos y rodó los ojos.

"Sí bueno... La verdad me han dicho cosas peores y han venido de personas mucho mejores que tú." Contestó Mario sonriendo con satisfacción al ver la risa de su enemigo desvanecerse y ser reemplazada por una expresión fulminante.

"Bueno, Mario. Por mucho que me guste insultarte y burlarme de ti, en realidad esa no es la razón principal por la que vine a hablar contigo. Así que voy a poner las cartas sobre la mesa." Dijo Bowser en un tono severo. Mario alzó una ceja con una mirada de sospecha.

"Vale... Habla entonces."

  Bowser se cruzó de brazos mientras sus ojos se entornaban hacia su archienemigo. "¿Qué demonios hacías con la pañoleta de mi hijo?"

  El fontanero frunció el ceño confundido al no esperarse aquella pregunta. "¿Qué?"

"Me dijeron que la traías contigo cuando llegaste aquí. ¿De dónde sacaste eso? ¿Cómo demonios llegó a tus manos?" Interrogó el rey koopa impacientándose por la actitud negada del bigotudo.

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