Epilogue

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Negas se despidió de Isabel con un beso en la mejilla antes de que se marchara a casa; la dicha y alegría que sentía en ese entonces era casi indescriptible.

Caminó hacia afuera rumbo al patio y miró el cielo estrellado una vez más sin evitar sonreír nuevamente.

Se sentó en el césped del lugar y continuó observando las estrellas, sin embargo, mientras su vista merodeaba aquél paisaje no pudo evitar mirar hacia al suelo percatándose de que algo no estaba bien.

Negas notó que un líquido viscoso y oscuro se encontraba regado en el césped, él se acercó un poco más para verlo con más claridad pero se dió cuenta de que esa especie de líquido semejante al petróleo se extendía como pisadas en dirección al bosque.

Curioso y a la vez un poco preocupado caminó siguiendo al rastro, entre más avanzaba y se adentraba al interior del lugar su preocupación aumentaba.

Ya en las entrañas del bosque, no pudo soportar más la ansiedad y aceleró el paso hasta tal punto que comenzó a correr.

Todos sus miedos e ideas se hicieron realidad cuando finalmente logró llegar al final, sus pupilas se achicaron bruscamente al admirar a su hijo muerto.

Inmediatamente las lágrimas brotaron de sus ojos. Negas, atónito y a la vez destrozado se tiró al suelo de rodillas y abrazó el cuerpo de su hijo. Finalmente rompió en llanto y dejó que los gritos de dolor brotaran de su garganta.

(...)

Al final, Ñoñostacio le explicó todo lo acontecido a Negas.

Pinchimono fue enterrado en una colina que estaba en las afueras de la ciudad, a él solía encantarle ese lugar y Negas decidió que la mejor manera de despedirlo fuese ahí.

Ese día era soleado y el pasto se movía al compás del viento, Negas se encontraba ahí vestido de negro y sosteniendo un juguete de las tortugas ninja entre sus manos.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se percató de que Ñoñostacio había llegado al lugar también.

El ñoño se colocó a un lado del peli café y suspiró profundamente.

—Oye, el te apreciaba... —Comentó Ñoñostacio mientras observaba la lápida— te apreciaba tanto que incluso se dejó morir con tal de que tu fueras felíz al lado de Isabel.

—¿Como piensas que seré felíz si él se marchó? —Cuestionó Negas con un hilo de voz.

—El deseaba que fueras felíz, que vivieras. No dejes que su muerte sea en vano.

Negas dió un profundo suspiro, se aproximó a la lápida, dejó la pequeña figurita de las tortugas ninja sobre ella y sin decir nada más se dió la vuelta y se marchó.

El sería felíz...

Sería felíz por Pinchimono.

FIN.

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