El Lid "La union de las Razas"

Capítulo IV "El Rey Ladino"

4 EL REY "LADINO"

Mientras los voladores de Tridex delinean sus estrategias, nos dirigimos hacia Morax, mas concretamente a la ciudad de antigua Rull. Lindante a la cadena montañosa de sardedn, límite natural entre Morax y Rull. Ciudadela amurallada con dos grandes puertas insensato cada extremo, norte y sur. Bella por sus parajes aunque algo descuidada debido a que la pobreza comienza a invadir no solo Antigua sino que varias ciudades de Morax, ya que el Rey solo está preocupado en que, los cada vez más resistidos mercantes lideños, solo le consigan acero para sus armas y no comida para los pueblos y ciudades. Esta gigantesca ciudad, de miles de hombres que vienen a mercadear de todo el Lid, fue la elegida por Mahor, para gobernar todo Morax y en breve, todo el Lid. La junta de guerra se llevará a cabo en el Palacio de guerra. Donde asistirán guerreros y gobernantes de toda la región Moraxino.

Adentrados en el mismísimo palacio de guerra de el "gran Rey de los hombres", se hallaban Tumbula, capitán de las fuerzas de guerra, Thiro, jefe de los grandes arqueros de la ciudad de Etra; Natanlaet, hijo menor del rey Mahor, y el joven príncipe y gobernador de la ciudad de Moraxim, Zhorl, de un carácter adusto, dicen, prácticamente no se lo oye, y sus miradas de soslayo incomodan. También se encuentra el austero brujo negro, Dher, del pantano de morovit, quien tiene bajo su hechizo a unos 10 mil morovitos, seres del pantano imponentes y enemigos de antaño, con los hombres rana, los Farhes. Y quien no podía faltar, el Rey Mahor de los hombres en su sitial, con la sobriedad que lo caracteriza, su corona brillante y su capa roja exuberante. Su fina y larga barba blanca y su pelo, lacio, albino hasta casi su cintura. Características de un anciano Rey, pero su físico no dice lo mismo.

Todos sentados en la gran mesa de hierro urûll forjado, de un color opaco. Se espera el arribo del príncipe Xanth, gobernador de la ciudad de Vortedh e hijo mayor de Mayor. Una vez arribe se dará comienzo al diálogo que está previsto con respecto a lo que se avecina. Resta también el arribo de Brajistad, quien posee la talasocracia absoluta. Una vez todos deliberarán la gran invasión a las regiones de todo el Lid.

De repente, comienza el agudo sonido del el clarín del gran guardián real. Arribando por la gran puerta principal del palacio, el capitán de mar y guerra, Brajistad, acompañado por varios mercenarios quienes quedan en puerta, mirándose fijo y con resquemor con los guardias del Rey. Él, es quien se pone de pie, y da la bienvenida al corpulento marino.

-Al fin, llegas en el momento indicado gran marino-.

-Mi rey- se inclina el marino y pide disculpas- disculpad vosotros, sabéis que mi fuerte es el mar, los caballos me marean.

-Ven aquí- dice el gran rey efusivo- dame un abrazo, ya que he despertado de un gran letargo.

-Eso he oído mi rey- contesta alardeando el marino, y levantando sus brazos- hasta las dristas saben de su despertar.

-siempre has sido de alardear- refuta el rey- déjalo para la gran guerra Brajistad.-

-Si mi gran Rey, estoy gustoso de verlo de nuevo con nosotros y más aún si tiene ganas de eliminar la escoria del Lid- dictamina el marino, repeliendo a todas las especies, quienes no sean humanas-.

-Así será, oídme muy bien grandes guerreros- agrega el Rey- solo falta el arribo de mi hijo Xanth y de Zerej Naimad, y comenzaremos la reunión.

Buenas no serían las noticias para el ladino Rey. Su hijo, el príncipe Xanth, gobernador de la ciudad de Vortedh, no acudiría a su llamado como él suponía. Ya que fuera del palacio, a escasos pasos de la reunión se dirigían subiendo las escaleras, tres hombres Rana, como los conocen en Morax, siendo su raza conocida como Farh. Con una altura aproximada a los tres metros, de un color verde opaco, escamados y fibrosos. Traían a cuestas a un hombre muy mal herido. En ese preciso instante, los guardias reales los ven como una amenaza y comienzan a hacer sonar los clarines nuevamente, en ésta ocasión el sonido no era en representación de nadie, sino, que de guerra...